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Ramón Zuriarrain publica sus viñetas humorísticas, su faceta más desconocida

Lo que sale de las manos del pintor Ramón Zuriarrain está salpicado de humor, pero es en una de las facetas más desconocidas de su trabajo, en los dibujos, donde la sonrisa y, muchas veces, directamente la risa tienen más espacio. Con las viñetas humorísticas creadas para su goce personal ha editado ahora un libro para el disfrute de todos.

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Maider IANTZI

El artista donostiarra aconseja al lector que coja entre sus manos el libro «Bromas aparte» y que observe las imágenes detenidamente, porque sus viñetas, además de la lectura aparente, tienen otra diferente, más profunda o escondida. Una sola letra puede cambiar completamente el sentido de las cosas.

Nos recibe en su estudio de Igara al calor del fuego bajo y rodeado de sus trabajos más nuevos. Está pintando acuarelas, cuadros grandes y pequeños, todos a la vez, y no sabe decir exactamente cuáles están acabados. Añade, quita, retoca y vuelve a retocar, hasta que se aburre y pone punto y final. El olor a pintura fresca se mezcla con obras creadas a lo largo de estos cuarenta años dedicados al arte. Son creaciones de todo tipo, desde una mesa de colores que se alumbra desde abajo, hasta un cuadro titulado «El aeropuerto de Donostia», con su torre de control en el monte Igeldo.

Tal como define el crítico de arte José Javier Fernández en el texto escrito para la presentación de «Bromas aparte», el humor de Zuriarrain es muy personal y cambiante; en ocasiones sutil e irónico, en otras directo y descarnado. Dibuja tan pronto como de su viva imaginación nazca una idea, esté donde esté y en el soporte que tenga más a mano, como un trozo de papel. En el libro ha recogido y unido en un mismo formato los mejores trabajos, unos cien en total, para que los amantes de su arte conozcan esta faceta más íntima y todas las personas que sientan curiosidad disfruten de estos dibujos simples y directos en los trazos, pero complejos y polisémicos en los contenidos.

«Como me dispares te mato», avisa el que está con las manos arriba al que le apunta con la pistola. «La riqueza no da la felicidad. La pobreza tampoco», dice el texto que acompaña la imagen del botín. El retrato de Sabino Araña lleva garras y txapela, y Hitler, se viste de Napoleón en carnaval. Jugando con imágenes y palabras, de una manera divertida, el pintor busca que el lector pase un buen rato y también que reflexione sobre temas sociales, políticos, económicos y culturales, algunos muy actuales y otros intemporales. Por ejemplo, de su estancia en Egipto, en plena revolución, nacieron la pirámide llena de coches -estos suben y bajan de forma desordenada, de la misma manera que en las caóticas carreteras de El Cairo- y el autorretrato con rasgos egipcios.

Como indica Fernández, no debemos olvidar que estos dibujos siguen siendo obras de un artista y, por tanto, sus propias características artísticas siguen estando ahí. Así, su humor se nutre de elementos del dadaísmo, el surrealismo y el absurdo.

Clasificando lo inclasificable

Preguntado sobre sus futuros proyectos, este artista que empezó desde muy joven a pintar -«a los 15-16 años tuve una infección muy grave en la sangre y, como no sabía qué hacer tanto tiempo en la cama, dibujaba», recuerda- nos habla de la feria de Madrid que se celebrará en febrero y, entre risas, comenta algunas bromas que tiene en mente. «Lo que quiero es seguir pintando y que me salga», declara el autor que rompe los esquemas preconcebidos y obliga a repensar.

Intentando clasificar lo inclasificable, Fernández explica que Zuriarrain es un artista distinto «en una cuestión ahora sencilla pero que hace cuatro décadas provocó un auténtico cisma, la lucha entre figuración y abstracción». Cuando presentó sus trabajos figurativos junto a sus obras abstractas, provocó sorpresa y aturdimiento, el sentimiento que se tiene ante algo incomprensible.

Si no entienden todas las bromas del libro, no se preocupen, son «ramonadas» y habría que ser RZ para entenderlas. Disfruten.

 

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