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Txisko Fernández | Periodista

Los relatos de nuestra historia

Carrero Blanco voló por los aires el 20 de diciembre de 1973. El entonces jefe del Gobierno español murió en atentado de ETA. Franco murió el 20 de noviembre de 1975. El entonces jefe del Estado murió por causas naturales. Esos son hechos, sin más, y a partir de ellos podemos construir diferentes relatos.

Evidentemente, el relato de cómo se vivieron aquellos hechos en Euskal Herria que harán gente como Juan Carlos de Borbón o Manuel Fraga Iribarne será muy distinto del que resumidamente voy a exponer: en este país, y en España, mucha gente celebró con alegría, alivio y esperanza la muerte de esos dos fascistas de tomo y lomo.

Cuando falleció el dictador, los de mi generación todavía no habíamos salido del colegio y durante aquellos años de educación pública nos habían intentado convencer de que España era un paraíso terrenal, que si éramos buenos y cumplíamos con los preceptos de aquel a quien los Ejércitos y la Iglesia habían nombrado «Generalísimo por la Gracia de Dios», nos ganaríamos el Cielo eterno. Con el cadáver de Franco todavía caliente, también nos dijeron que el ya citado Juan Carlos sería a partir de entonces el guía político y espiritual del Reino.

Pues bien, pese a ese relato oficial, la mayoría de nosotros sabíamos que nada de eso era verdad. Y antes de llegar al instituto ya empezamos a montar manifestaciones con pancartas pidiendo Libertad, Amnistía y un largo listado de reivindicaciones que no entran en esta columna ni de forma resumida.

Si un día de estos fallecieran el actual jefe del Estado o el ahora presidente de honor del PP, estoy seguro que la mayoría de medios y dirigentes políticos españoles les lanzarían elogios sin fin. Lo más interesante será ver cómo explican que su apego a los valores de la democracia española ha sido, cuando menos, tan grande como fue su adhesión incondicional a la dictadura franquista.

Por eso, cuando ahora escucho a Patxi López, Yolanda Barcina o Antonio Basagoiti tan empeñados en transmitir «su» relato sobre la influencia de ETA en la historia de este país, no puedo cuando menos que sonreír. Su esfuerzo no será baldío, convencerán a un sector de la población, pero nunca a quienes han vivido todos estos años al otro lado de la barricada. Como no pudo hacerlo Franco.

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