Han logrado lo que parecía poco menos que «imposible». La patronal española y los sindicatos UGT y CCOO alcanzaron en la madrugada de ayer un pacto, si bien de momento es un preacuerdo. Ese era el objetivo y lo han logrado, gracias a UGT y CCOO. Gracias a ellos porque la patronal no estaba dispuesta a firmar cualquier cosa, ni lo necesitaba, pero a buen seguro lo agradecerá, y no precisamente a los trabajadores a quienes esos sindicatos dicen representar, por la oportunidad que le brindan de hacer gala de posturas flexibles, toda vez que no estaba dispuesta a renunciar a la congelación de sueldos y, gracias a la presión de los sindicatos, supuestamente ha cedido. Habrá subidas salariales, insultantes subidas de entre el 0% y el 0,5% que, aun con sus cláusulas de «actualización salarial» a expensas de la inflación, incidirán en la disminución del poder adquisitivo de los trabajadores. El diálogo social no es, no debería ser, plegarse a las exigencias del capital, como el acuerdo de UGT y CCOO con la CEOE, que no es fruto de una negociación en la cual los sindicatos parten de una postura contraria a los recortes de derechos, sino de la asunción de esos recortes. El resultado de la negociación, así no va más allá de maquillar los recortes, dentro de un margen. Un margen que, sin duda, ya entraba en las previsiones de la patronal.