«El monje» no termina de encontrar su versión definitiva
Buñuel no logró materializar sus intentos para adaptar la novela gótica escrita a finales del siglo XVIII por Matthew G. Lewis, mientras que las versiones realizadas por Ado Kyrou o Francisco Lara Polop fueron insatisfactorias. Dominik Moll se enfrenta a un problema eterno.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Dominik Moll ha encontrado su sitio en el cine de suspense psicológico con un toque personal, con éxitos consecutivos dentro del género como «Harry, un amigo que os quiere» o «Lemming». Pero al intentar ponerse al frente de un proyecto más ambicioso, representado por la siempre dificultosa adaptación de «El monje», ha quedado más fuera de lugar y esa desubicación se nota en la pantalla.
Para afrontar la recreación de la novela gótica de Matthew G. Lewis, ambientada en el Madrid de principios del siglo XVII, Moll ha necesitado de una coproducción de acuerdo con las exigencias de toda película de época. El texto original nació en su tiempo como una crítica de la Santa Inquisición desde la mentalidad anglosajona, y no tardó en contar con los apoyos de Lord Byron o del Marqués de Sade. La intención del cineasta francés ha sido la de sacarla de su contexto cultural primitivo para actualizarla, lo que ha sido visto como un error con respecto a la fidelidad histórica.
Dominik Moll inscribe su versión de «El monje» en una lectura contemporánea sobre el fanatismo religioso, haciendo ver que la historia del capuchino Ambrosio sirve de ejemplo de cómo las creencias extremas pueden conducir a conductas aberrantes y los consiguientes escándalos.
Sin embargo, hace mal en generalizar y desviar un discurso que en origen era claramente antipapista. La concepción del mal de la que se habla es del todo católica y difícil, por tanto, de extrapolar a otras religiones. Las ideas contrapuestas de la virtud y del pecado pertenecen de lleno a la vida conventual. Ambrosio practica la santidad entre las paredes del convento, hasta que la tentación sexual abre un resquicio que precipita su corrupción. Y de ahí se deriva todo el proceso inquisitorial, dentro de un oscurantismo que la realización de Moll traslada al cuidado de la puesta en escena y no tanto al drama interno. Contando con un actor tan inquietante como Vincent Cassel era de esperar una introspección más perturbadora y escabrosa.
Dirección: Dominik Moll.
Guión: Dominik Moll, sobre la novela de Matthew G. Lewis.
Intérpretes: Vincent Cassel, Joséphine Japy, Geraldine Chaplin, Sergi López, Jordi Dauder, Deborah François.
Fotografía: Patrick Blossier.
Música: Alberto Iglesias.
País: Estado francés, 2011.
Duración: 101 minutos.
Dirección: Rafal Wieczynski.
Intérpretes: Adam Woronowicz, Zbigniew Zamachowski.
País: Polonia, 2009.
Duración: 180 minutos.