Miguel Zarco Fernández Hijo de Artemio Zarco. En nombre suyo y de sus hermanas
En el nombre del padre
Sr. Director,
Nuestro padre, Artemio Zarco, falleció el pasado 3 de enero.
Algunos días después lo hizo el señor Fraga.
Le confesamos que antes de escribir estas líneas hemos tenido que hacer la digestión, difícil, de tanto editorial, comentario laudatorio y panegírico que de manera prácticamente unánime, salvo honrosas excepciones entre las que se incluyen ustedes, le han sido dedicadas a dicho señor.
Un amigo de la familia, estudioso del franquismo, nos hizo llegar en la carta que nos envió con motivo de la pérdida que hemos sufrido, un curioso dato. En sus investigaciones en el archivo de la administración del estado en Alcalá de Henares, encontró una ficha, entre las muchas que allí se hallan, que hacía referencia a nuestro padre. En la citada ficha se mencionaba por ejemplo la querella que junto a otros abogados donostiarras interpuso contra el gobernador civil franquista Valencia Remón, así como reseñas de reuniones que mantuvo con personas significadas en la lucha contra el régimen, fruto de los seguimientos de siniestros funcionarios que trabajaban en un organismo dirigido por Fraga Iribarne.
Puede parecer poca cosa cuando hablamos del individuo que sumó el insulto a la justificación del asesinato de Julián Grimau, que se sentaba en consejos de ministros que confirmaban sentencias de muerte o que era responsable máximo de la policía en el momento de la infamia perpetrada en Gasteiz un 3 de marzo de 1976, lo que eufemísticamente llamaron «sucesos de Vitoria». Pero desde nuestro punto de vista hay un nexo de unión entre todos estos hechos, y es el que la lucha por la libertad se hallaba en el nombre que encabezaba la ficha que les mencionábamos más arriba, y el liberticida era el que dirigía el funesto organismo que las elaboraba, como queda claro en las «hazañas» del personaje de las que hemos hecho una referencia que está lejos de ser exhaustiva.
Para acabar queremos simplemente hacerles saber que dicho señor jamás nos pidió perdón por haber «fichado» a nuestro padre, ni por haber participado en los órganos de gobierno que lo encarcelaron, lo extrañaron (así decían cuando te exiliaban a un lejano y minúsculo pueblo sito a muchos cientos de kilómetros de tu Donostia natal, con la obligación de presentarte todos los días en el cuartelillo de la guardia civil) e hicieron todo lo que pudieron por hacerle la vida imposible, cosa que naturalmente no lograron ya que se enfrentaban a una persona demasiado fuerte para doblegarse ante el mezquino espíritu de aquella gente. Y nos consta que tampoco pidió perdón a una sola de las víctimas que sufrieron gravísimas e irreparables consecuencias al oponerse a este señor y lo que en realidad era, un criado de la tiranía.