Raimundo Fitero
Los gabachos
No sé si los ciudadanos franceses se sienten aludidos de manera poco condescendiente al escuchar a los ciudadanos del reino de España llamarles gabachos, pero de repente, por una poco de clembuterol en un trozo de carne comida y/o comprada en Euskal Herria, algunos han empezado a preparar un nuevo dos de mayo, porque se sienten heridos al haber sancionado con dos años a Alberto Contador, un ciclista que lleva defendiéndose en los tribunales deportivos desde hace muchos meses y que se ha convertido en una especie de mártir del hispano dopaje, versión cutre.
La cuestión es que conocida la sentencia que le quita un Tour, un Giro, le meten una multa exagerada, lo que ha despertado todo un sentimiento de desprecio hacia los franceses de manera demencial. La cosa ha llegado a tal extremo que Mercedes Milá, en una de esas sesiones de su GH 12+1, se dirigió a la cámara más cercana, avisó que no tenía nada que ver con el reality, pero dijo con voz hueca que ella creía a Contador, que considera una injusticia fruto de la envidia la sentencia, y advertía: «atención gabachos, os vais a enterar». Una demagogia barata, un desbarre, una tontería televisiva que tiene su repercusión y que seguro se une a la ola de declaraciones y rasgaduras de vestiduras.
El dopaje. La sospecha por encima de cualquier otra actitud. La contumacia. Si existen tribunales, investigaciones, análisis, contra-análisis, y se saca una conclusión, cuesta mucho creer que se trata de una persecución gratuita, de una manía a un deportista, sino que seguramente existen las pruebas suficientes para llegar a hacer público lo que han dicho y que tiene una repercusión de la intensidad y categoría que tendrá lo sucedido, con la afrenta en los personal y lo patriótico como motivos de acción para esos españoles acomplejados. No entiendo cómo se quitan los premios ganados. Pero se trata de un nuevo baldón sobre el ciclismo, sobre los ciclistas estatales que han dado a lo largo de los últimos años demasiadas muestras de dopaje. Comprobadas, analizadas, sentenciadas y hasta asumidas y confesadas por los protagonistas. Así que los gabachos tiene motivos para estar siempre alerta.