Una Copa que juegan el Athletic y otro más
Esta es la 38ª ocasión en que el Athletic llega a una finalísima del torneo del KO. Y la segunda en tres años, después de un viacrucis en el desierto que databa de 1984. Estas son algunas pequeñas historias de varias de sus anteriores finales.
Joseba VIVANCO
Nada menos que 37 finales disputadas hasta la fecha. En 24 acabó como campeón -incluido el título logrado por el Bizcaya en 1902-, y tres copas logradas en propiedad... Por tanto, no es de extrañar que se hable del Athletic como del indiscutible Rey de Copas. Una honra que empezó a fraguarse durante la primera década del siglo pasado con los Pichichi, Solaun, Belaustegigoitia y compañía, una reputación que se acrecentó primero en los años 40 y 50 merced a aquellos inolvidables equipos de los Lezama, Oceja, Nando, Zarra, Panizo, Gainza y demás; y después con los Carmelo, Garay, Mauri, Maguregi, Orue, Arieta... El Athletic vuelve a una final copera. Y es que, lo mismo que a menudo se cumple el adagio de que «el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once detrás de un balón, y al final siempre gana Alemania», los de San Mamés quieren resucitar aquel otro que antaño decía que «la final de Copa la juegan el Athletic y otro más».
Athletic y Bilbao se unieron de manera coyuntural y formaron el Bizcaya para disputar el Trofeo de la Coronación del Rey Alfonso XIII en 1902. En la capital madrileña se impusieron al Español de Madrid (5-1), Madrid (8-1) y Barcelona (2-1), conquistando el título. Fue el primer trofeo de las vitrinas del club bilbaino. Pero, curiosamente, aquella primera copa estuvo a punto de desaparecer. Mediada la década de los años 20, los acreedores embargaron el local social del Athletic en la Calle Nueva, donde se hallaba el preciado trofeo que, sin embargo, fue ocultado por Alejandro Acha, uno de sus jugadores. La copa estuvo desaparecida hasta su muerte, cuando el Athletic pidió a la familia del exjugador que registrara todos los rincones de su casa en busca del botín. Y hubo suerte, ya que, dentro de un viejo baúl, esperaba el galardón. Desde entonces se encuentra en la sala de trofeos del club, hasta el día de hoy, por mucho que algunos quieran negar validez a aquella primera copa.
En 1921 la gran final se jugó en San Mamés, con un campo lleno desde dos horas antes del inicio y una recaudación de 40.000 pesetas. El Athletic se impuso al Atlético de Madrid (4-1) en un recital de fútbol. Laca y Acedo, los dos por partida doble, marcaron los tantos de un equipo campeón que formó con Rivero, Begiristain, Hurtado, Pacho Belauste, José María Belauste, Sabino, Villabaso, Pichichi, Allende, Laca y Ahedo. El equipo recibió la bandera del Athletic y con ella y la copa. Pacho Belauste inició el desfile hasta el Arenal, con la banda de música al frente.
En 1945, Athletic y Valencia repiten final en Montjuic. Y se vuelven a imponer los rojiblancos por 3-2 en una de las finales más bellas que se recuerdan. Iriondo marcó el gol del triunfo en el último minuto -Zarra y el propio Iriondo habían anotado los otros dos-. Además, fue la final en la que el mítico Zarra fue expulsado por primera y única vez en su carrera. A diez minutos para el final Eizagirre, el portero ché, atrapó un balón y Telmo acudió a acosar, siendo empujado por detrás por los defensas valencianistas; cayó sobre el meta y el colegiado, de nombre Escartín, interpretó que le había golpeado. El más noble jugador sobre un campo de juego se iba a la calle. Así lo cuentan las crónicas. El propio Telmo Zarra, en alguna ocasión, lo narró de otro modo: «El juego estaba parado tras un barullo. Álvaro estaba en el suelo y un compañero me dijo en broma que le pisase. Yo hice, en bromas, ademán de hacerlo, pero Escartín me vio... y a la caseta».
La final ganada más meritoria fue, sin duda, la que se disputó en 1958, ante el gran campeón de Europa, el Madrid de los Di Stéfano, Santamaría, Puskas y compañía. Un 2-0 final de Eneko Arrieta y Mauri, y la enorme actuación de Arieta I, dejaron sin opción a un atónito rival que, encima, jugaba en casa, en el viejo campo de Chamartín. El recibimiento en Bilbo superó todo lo previsto.
Más de 40.000 athleticzales se desplazaron hasta Madrid para la histórica final de 1984, en la que un solitario gol de Endika acabó con un pésimo perdedor, el Barcelona de los Maradona, Schuster, el innombrable Migueli y compañía. Centenares de miles más de seguidores les agasajaron después hasta su llegaba a Bilbo, gabarra por la Ría incluida. Ha sido el último título rojiblanco.