Steven Spielberg no para. Ha estrenado casi a la vez «Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio» y «War Horse», mientras prepara la película histórica protagonizada por Daniel Day-Lewis «Lincoln» y el thriller de acción futurista «Robocalypse». Ademas de todos estos proyectos en los que asume la dirección, anuncia otros tantos para televisión y cine como productor.

Sorprende mucho que, en medio de un ritmo de trabajo tan frenético, haya sido capaz de rodar una película de factura clásica como «War Horse», y que lo haya hecho en tan solo tres meses. Y eso que el rodaje en tierras inglesas ha dependido mucho de la luz, buscando siempre una composición paisajística a lo David Lean. No es la única inspiración de la época del Hollywood dorado, ya que John Ford está también muy presente, debido a la utilización de grandes angulares para captar tomas panorámicas. Y si el paisaje cobra un gran protagonismo, todavía lo tienen más los caballos, por lo que tampoco faltan las referencias a Kurosawa. Por último, en el aspecto melodramático el modelo no es otro que «Lo que el viento se llevó».

«War Horse» es de aquellos melodramas espectaculares concebidos para toda la familia y que se ganaban al espectador mediante el chantaje emocional. Las secuencias bélicas son impactantes, con la del caballo Joey corriendo aterrorizado por las trincheras como pieza clave destinada a perdurar en la memoria cinéfila, pero se evita reflejar la crudeza de la guerra. Al igual que en la novela original de Michael Morpurgo, así como en la correspondiente adaptación teatral, el papel que jugó la caballería en la I Guerra Mundial es descrito de un modo simbólico. Los animales que servían para trabajar la tierra eran enviados a los campos de batalla, en cuanto testimonio de un estilo de vida destinado a desaparecer. Es el recuerdo del amor del joven granjero por su caballo el que lo embellece todo.