revuelta en siria
La sombra de al qaeda planea en la crisis siria
«Al Qaeda nunca se hará fuerte en Siria. Eso significaría la destrucción de nuestra cultura y convivencia. Son monstruos fanáticos. Mashnum, mashnum (locos)», conjura Nabeel espantado, que junto a su familia visita el monte Casiun -Jebel Qassioun-, que se eleva imponente sobre Damasco y desde donde se observa en su plenitud toda la ciudad.
Karen Marón
No tengo miedo, sé que esta situación pasará. Pero nosotros sabemos que los países del Golfo y los extremistas están detrás de estos atentados», concluye Nabeel, lo que no le impide reconocer como necesarias las reformas y justos los reclamos que se iniciaron hace once meses.
Después de la explosión de dos coches bomba frente al cuartel de seguridad y una comisaría en la norteña ciudad de Aleppo, que dejó un saldo de 28 personas fallecidas y 235 heridas, las fuerzas opositoras al Gobierno comprobaron que pueden atacar al régimen en sus bastiones más preciados. Las explosiones, con dos minutos de diferencia, rompieron hace más de una semana la calma sabatina de la capital comercial del país.
Estos atentados indican una nueva escalada de la violencia y suponen un impacto sicológico en la población como no sucedió anteriormente cuando en diciembre dos kamikazes hicieron explotar sendos coches bomba en el mismo corazón de Damasco.
Los sirios ven repetidamente por la televisión estatal las imágenes de las víctimas, descuartizadas en medio de los escombros y comienzan a tener que convivir con un temor desconocido hasta ahora.
La amenaza es concreta. Tras los atentados, el 11 de febrero fue difundido un vídeo de ocho minutos en internet en el que el sucesor de Osama Bin Laden, Ayman al-Zawahiri, llamó a la yihad (guerra santa) para derrocar al Gobierno del presidente sirio, Bashar al-Assad.
En el mensaje, al-Zawahiri convocó a los musulmanes de los países vecinos -Jordania, Turquía y Líbano- a levantarse y apoyar la rebelión contra el mando del presidente Al-Assad.
Pero la verdad es que el anuncio de la llegada a Siria de salafistas -aliados de los opositores sirios- fue realizado por el Sheik Adnan en la web yihadista de los wahabitas saudíes.
Estos atentados suicidas son una respuesta a la detención de cientos de yihadistas sirios y de su líder del Levante, Abu Musab Al Suri -cuyo verdadero nombre es Mustafah Setmariam-, preso en una cárcel de Damasco, en la sección 215 reservada a prisioneros acusados de militar la inteligencia militar islámica.
Setmarian fue detenido en 2005 en Pakistán y entregado a agentes de la CIA, que lo trasladaron a una prisión secreta en un barco anclado en la base naval de Diego García, una isla británica en el océano Índico. Documentos clasificados del Ministerio de Defensa de Estados Unidos, fechados en 2008 y redactados por militares en la cárcel de Guantánamo, aseguran que fue entregado a Siria.
Al Suri - su apodo de guerra- fue el fundador de las primeras células yihadistas en el Estado español, dirigió la revista «Al Ansar» del GIA argelino en Londres, se trasladó a Afganistán en los años 90 -donde trabajó en el Ministerio de Defensa talibán con el mulah Mohamed Omar-, alcanzó la cúpula de Al Qaeda junto a Osama bin Laden y Ayman Al-Zawahiri y dirigió un campo de entrenamiento para sirios.
A finales de 2001, meses después de que Estados Unidos invadiera Afganistán en respuesta a los ataques del 11-S, Bin Laden le encargó que diseñara la nueva yihad, la denominada guerra química y bacteriológica.
Por ello está justificada la preocupación de los ciudadanos sirios, para quienes todavía son imborrables las imágenes de los muertos, los heridos y el destrozo provocado por los ataques suicidas sin precedentes en la milenaria urbe de Aleppo, que cambiaron la dinámica de la vida para sus moradores. La preocupación es obvia, amigos y parientes se llaman, se envían mensajes para advertirse de que tengan cuidado y se aconsejan no salir innecesariamente.
«No quiero ni pensar que nos convirtamos en Arabia Saudí con su mentalidad retrógrada. Soy sirio, no me siento saudí. Saudíes son ellos», brama Ali fumando narguile en el Havana Café de esta ciudad, mítico reducto de políticos e intelectuales durante seis décadas. «Claro que estoy preocupado. Tengo esposa, hijos, madre, hermanas. Pero miedo, jamás», afirma este ingeniero electrónico de 36 años.
«Se les acaba el tiempo»
«Las fuerzas de seguridad sirias han arrestado en los enfrentamientos con grupos armados a tres oficiales qataríes, a 47 militares turcos y también a jordanos, iraquíes, pastunes y chechenos que han traído desde Afganistán y los han infiltrado en Siria», asegura el doctor Bassam Abu Abdullah, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Damasco. El académico, de vasta trayectoria en el exterior que incluye a más de treinta países, resalta que «no han podido resquebrajar la unidad nacional, pese a la intensa campaña mediática y a los llamamientos a la sedición hechos por canales de satélite noticiosos y religiosos desde el exterior, especialmente desde Arabia Saudí».
Respecto a la ofensiva rebelde, que en su opinión tiene a Qatar y Arabia Saudí como principales puntas de lanza, augura que se «les está acabando el tiempo, es demasiado el dinero invertido y no han logrado sus objetivos».
Desde el hall de uno de los hoteles más típicos de la ciudad reconoce que, debido a la corrupción «que se enquistó en Siria» y a las actitudes caudillistas de algunos dirigentes, se generó descontento y parte de la gente protestó honestamente y demandó reformas. «El régimen ha cometido errores», asume.
«Pero lo que estamos viviendo no es una revolución. Quieren dividir el eje que formamos con Irán e Hizbullah contra Israel, nada más. ¿Acaso Qatar y Arabia Saudí son ejemplos de libertad y derechos humanos?», se pregunta.
Considera que las manifestaciones que comenzaron en Daraa en marzo de 2011 fueron utilizadas por fuerzas externas para desatar y azuzar un conflicto interno en Siria, con el empleo, insiste, de mercenarios y comandos bien entrenados de organizaciones radicales de salafistas, wahabitas y miembros de la Hermandad Musulmana. Entre los capturados, asegura el doctor Abdullah, hay sirios de la Hermandad Musulmana que estaban radicados en Líbano.
La regionalización del conflicto
Cada vez está más claro que la guerra sectaria se está convirtiendo en un conflicto regional, tan temido durante mucho tiempo.
Los atentados en Damasco y Aleppo, las acciones muy selectivas -como las sufridas por el director de la Media Luna Roja Siria en Idleb, el doctor Abdel Razaq Jbeiro, y el sacerdote ortodoxo Basilius Al Nasser- y la intensificación de la violencia en el norte de Líbano, que tienen su origen directo en las hostilidades sectarias en Siria, sugieren que el Gobierno de Al-Assad también se enfrenta a sus antagonistas a través de las fronteras.
Los grupos armados han centrado también sus acciones en ataques selectivos contra profesionales, incluidos técnicos extranjeros, que se han convertido en objetivos militares. A ello se suman los ataques a blancos económicos como gaseoductos, oleoductos y torres de electricidad.
Al igual que Irak y Afganistán, es probable que este país se esté convirtiendo en el campo de entrenamiento para una nueva era de conflicto internacional y los yihadistas se están preparando para ello.
Además de que el líder ideológico de Al Qaeda emplazara específicamente a los musulmanes de Irak a apoyar el levantamiento, en Jordania -otro país fronterizo al sur-, la influyente Hermandad Musulmana emitió un comunicado en el que llamaba a tomar las armas alegando que es un deber de los musulmanes de todas partes del mundo oponerse al Gobierno de Al-Assad, instándolos a una guerra santa y a utilizar cualquier medio necesario.
«Apoyar al pueblo sirio y al Ejército Libre de Siria es un deber, ya que se enfrentan a la injusticia y la opresión del régimen», asegura la organización islamista en su página web.
La naturaleza transfronteriza de las confrontaciones se observa claramente en el desierto occidental de Irak y en el límite norte de Líbano. En el primer caso, los árabes suníes están comenzando a unirse a la causa de la oposición siria, fortaleciendo sus relaciones con los adversarios de los chiíes, que conforman el Gobierno nacional en Bagdad.
Pero, más allá, las simpatías por los rebeldes sirios están sustentadas en antiguas conexiones tribales en una región dominada por árabes sunitas.
Según información clasificada, desde Irak están llegando morteros, granadas y fusiles que han aumentado su precio considerablemente. La guerra también genera inflación en el mercado negro y hoy un rifle automático que hasta hace poco costaba de 2.000 dólares puede ser vendido en 3.000 dólares, lo que no impide que estén siendo «exportados» a través del pueblo fronterizo de Rabbia.
Refuerzos iraquíes para el combate
También llegan efectivos para combatir. La mayoría proceden de Mosul, considerada la sede de Al Qaeda en Irak, cuya capacidad se ha reducido sustancialmente en los últimos años, aunque está tratando de tomar ventaja de la violencia en Siria.
Un reciente informe de la agencia de noticias Mc Clatchy citó a funcionarios estadounidenses no identificados que afirmaban que Al Qaeda en Irak estaba detrás de los atentados en Damasco y en Aleppo. En las entrevistas, los funcionarios con base en Bagdad consideraban más que probable esa tesis, aunque matizaban que no disponen de pruebas para confirmarla. En su sitio web, Al Qaeda en Irak, también conocido como el Estado Islámico de Irak, subraya como algo positivo «oír hablar de la llegada de combatientes iraquíes para combatir con sus hermanos en Siria».
El grupo también asesora a los rebeldes sirios en el manejo de aquellas bombas que en Irak resultaron letales para las fuerzas de la coalición militar ocupante.
Desde Líbano -donde la semana pasada se produjeron graves enfrentamientos en Trípoli entre partidarios de Al-Assad y opositores-, el jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Jean Kahwagi, declaró que muchos de los supuestos refugiados sirios que se han reunido en la población libanesa de Arsal son, en realidad, combatientes de Al-Qaeda.
El general Kahwagi pidió al Consejo de Ministros de Líbano autorización para intervenir antes de que allí se produzca una situación similar a la que se vivió en el campo de refugiados palestinos de Nahr-el Bared en 2007 y donde el Ejército libanés perdió 163 efectivos antes de controlar la situación.
La sombra de Libia
Tras participar en el derrocamiento de Muammar Gadafi, Al Qaeda se ha hecho más fuerte en la región, intentando extender su influencia. Desde hace seis meses, se han infiltrado en Siria miembros del grupo islámico Combatiente en Libia, rebautizados desde 2007 como Al Qaeda en Libia.
Abdelhakim Belhaj -su líder histórico- es, actualmente, el gobernador militar de Trípoli y se ha confirmado su presencia en la frontera turco-siria junto a sus adláteres. Entre ellos, se encuentra Mehdi al-Hatari, antiguo comandante de la Brigada de Trípoli que desempeñó un papel fundamental en la toma de la capital y en la caída de Gadafi.
En febrero de 2011, Al-Hatari, que vive en Dublín y tiene pasaporte irlandés, se dirigió a Libia. Allí creó la Brigada de Trípoli, un grupo de luchadores de élite entrenado por asesores de Qatar y que combatió ferozmente en la batalla final por la capital. El 11 de octubre renunció a su puesto en Trípoli y pasó a dirigir el Ejército Sirio Libre.
El Gobierno sirio ha sostenido siempre que lucha contra «terroristas extranjeros», una acusación que rechaza la propaganda de los rebeldes sirios. Los opositores al régimen de Al-Assad han acusado una y otra vez a las fuerzas de seguridad sirias de llevar a cabo los atentados, pero siempre sin pruebas.