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«Historia del rock vasco»: cuando vivimos aquellas calles

En «Historia del rock vasco, edozein herriko jaixetan» (Ediciones Aianai), la autora Elena López Aguirre desglosa con mucho acierto y puntillismo el recorrido sonoro vivido en Euskal Herria. A lo largo de 653 páginas, la autora lleva a cabo un recorrido exhaustivo a lo largo de nuestro paisaje y en el que se citan datos, grupos, inicios y ramificaciones animados con un buen puñado de imágenes que permiten reencontrarnos con lo que un día vivimos con intensidad.

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Koldo LANDALUZE

Hubo un tiempo en que todo comenzaba al mediodía, cuando la agenda de conciertos del Bat, bi, hiru de «Egin» dictaba la ruta nocturna y alevosa. Hubo una vez un Bilbo teñido de gris y humo, una Donostia que pretendía acallar el eco de los carruajes de la Belle Epoque, esa vieja Iruñea que intuía acordes de rock and roll en sus catacumbas, Gasteiz que se esforzaba en escarbar en el asfalto para extraer la arena de una «Euskadi libre eta tropikala» y una Iparralde perseverante en su eterna incógnita. Hubo un tiempo en que todo explotó y la gente despertó a golpe de rock y acordes de barricadas llameantes. Hubo un eco de honda de radio libre, enmascarado de fanzine, camuflado de Gaztetxe y una banda sonora que acompañó cada secuencia vivida. Hubo un tiempo de rebeldía, de explosión obligada y de pintada apresurada.

Siempre recordaré la primera vez que hondeó una ikurriña en Santutxu y al compás de un concierto de Pantxo eta Pello; primeras andanadas infantiles de una emoción y una carga policial que jamás me abandonará. Luego todo se amplificó a golpe de vatios y mala hostia. Ellos transmutaban camaleónicos del gris al marrón... más tarde apareció el azul oscuro y el negro autonómico... el miedo siempre tiende a camuflarse y tú te ocultabas tras un fourlar que solo te quitabas para respirar, lo que impedía el humo de los botes. Callada la manifa buscabas la complicidad y un beso redentor que sonaba apoteósico si en los bafles de Barrenkale atronaba «¡Son las ocho y que follón... en la manifestación!». Siempre recordaré secuencias compartidas con mi amigo Julito Ibarra... a golpe de dedo para viajar a Arrasate y disfrutar con un concierto de los RIP que se suspendió -años más tarde lo recuperamos en la Feria de Muestras de Bilbo-, vivir intensamente junto al furgonetero Ramón los conciertos de los Zika -jamás hubo un grupo con semejante explosión sobre un escenario-, disfrutar de los primeros acordes de Barricada cuando ensayaban en la bajera de una amiga de la Txantrea, compartir cervezas y complicidades con Jimmy, el incombustible batera de MCD; disfrutar ahora con Fermín Muguruza mientras rememoras el «Sarri Sarri». Jamás quedan en el olvido los estribillos de Evaristo. Un breve vistazo al repertorio de La Polla Records nos redescubre un autor que es capaz de transmitir en un simple estribillo lo que pretenden mil palabras de rabiosa actualidad. Todo ello son ecos legados por un pasado que nunca deben caer en el olvido porque es la andanada de furia y amor transmutada en sonido que acompañó un episodio tan intenso como fundamental.

Huido el humo de los botes, Barricada también nos descubrió que era posible un beso sin la referencial «Lau teilatu» de Itoiz y callada «Pídemelo otra vez», sacudíamos la noche con todas aquellas canciones que se encargaron de recordarnos que, una vez, hubo un tiempo único y sentido que no merece ser olvidado. Por ese motivo, siempre son bien recibidas apuestas y propuestas como la que nos propone Elena López Aguirre en su «Historia del rock vasco, edozein herriko jaixetan»; una extensa obra que repasa los orígenes y evolución sonora de una música que siempre viajará en compañía de nuestros anhelos: «Mi objetivo principal -explica la propia López Aguirre- era contar la historia de los grupos de Euskal Herria, de los grandes, los pequeños y los medianos, hablando un poco de lo que hicieron sus padres y sus abuelos». Con eso ya tenía bastante, y las páginas se iban escribiendo solas. «Para unir los ladrillos de ese edificio usé todos los contextos que me podían proporcionar las entrevistas personales, las revistas («Argia», «Euskadi Sioux», «Muskaria», «El Tubo», «Mondo Sonoro», «Revista Internacional de Estudios Vascos»), los suplementos («Devorame», «Bat, bi, hiru», «Evasión», «El Camaleón»), fanzines («Destruye», «Sintonía Cerebral», «Sorbemocos») libros («Euskal kantagintza berria», «Itoiz, hari xingle bat», «Tropicales y radicales», «Jotakie», «Urolan pop», «Beste bat!», «Lluvia, hierro y rock&roll», «ElectricAos», «Portu sound», «La oposición musical al Franquismo»), ensayos («Telúrica vasca de liberación»), tesis doctorales («Negación punk en Euskal Herria»), documentales («Salda badago», «RIP: Historia viva de 25 años de punk», «No acepto!», «Zai, zoi, bele»), blogs (zaramatimes, mamorro), portales (eresbil, la factoría del ritmo, ladinamo, lahaine, badok.info, entzun!, gaztesarea, la fonoteca, eke.org, soinuaren hotsa, herri musikaren txokoa, euskonews) procurando proporcionar el mayor número posible de elementos de juicio, actuando por acumulación y estratificación».

Fruto de este estudio son las más de seiscientas páginas que repasan la historia de nuestra cultura moderna y en el que hay un capítulo muy definido a lo que aconteció en nuestras calles en la frenética década de los 80. «Ya que hablamos de contextos -explica la autora-, no debemos perderlos de vista cuando hablamos de la música, porque a menudo sucede que los movimientos musicales son narrados o analizados como si aparecieran por ciencia infusa».

A comienzos de los años 80, la segunda crisis del petróleo había dado la puntilla a la industria discográfica y solo se publicaban discos con cuentagotas. Esa fue la razón de que nacieran los sellos independientes, que grabaron a grupos que las majors jamás hubieran fichado (aunque luego sí que lo harían). De pronto, la oferta era enorme, y mucho más si contamos a quienes grabaron en caset, formato democrático y barato, herramienta fantástica para la difusión de los pequeños grupos que pulularon en el gran hormiguero sónico. Para los más escépticos, grabaron grupos que nunca lo tendrían que haber hecho, en el sano juicio de una industria que solo se mueve por el interés. Para los más entusiastas, fue un momento maravilloso.

En aquellos días se afirmaba que Bilbo era territorio del punk, Gasteiz del ska y el reggae; Iruñea del rock y el heavy y Donostia del pop, una manera de definir excesivamente fácil y que motiva una pregunta que la autora de «Historia del rock vasco» se encarga de responder. «Uno de los tópicos más extendidos de nuestra historia musical ha sido identificar el rock vasco con el rock radical de mediados de la década de 1980. Sería como decir que en Iparralde sólo ha habido pastorales suletinas. Pero estuvieron, en esos mismos años, Doctor Deseo y Dinamita Pa' Los Pollos, en Bilbo, y Rock Dam y Cicatriz, en Vitoria-Gasteiz, los navarros Fiebre y Virus de Rebelión o los donostiarras Los Ángeles del Infierno y Barrakos. Llegados a este punto resulta obligada una referencia a la comunión y constantes desencuentros que compartieron las radios libres, los gaztetxes y los propios grupos».

Sin grupos no habría habido gaztetxes -dice la autora- pero muchas bandas no habrían pasado del nivel local de ensayo sin los gaztetxes, sin esa tupida red de locales que enseñaron a toda una generación a trabajar en equipo. Y las radios libres pusieron la antena a ese increíble movimiento insurrecto. Cuando se aborda una obra de estas características, es inevitable que entre los datos y los episodios no queden impresas las propias emociones vividas por quien las escribe. En este sentido, López Aguirre nos expresa aquellas leyendas, que a título personal, destacaría ella y que se gestaron alrededor de los grupos de rock. «Si hablamos de leyendas, Eskorbuto es sin duda la banda vasca más legendaria porque cumplió ese precepto que parece necesario para serlo: inmolarse. Ellos llevaron hasta sus últimas consecuencias lo que afirmaban: que el sistema es un asco y destruye nuestros cerebros. También Vómito, Cicatriz y RIP entraron en la leyenda por la fuerza de su desesperación. Otras bandas hablaban del caos, ellos lo vivieron. Personalmente, me gustaría destacar la trayectoria de La Polla Records, capitaneados por esa bestia negra de lo políticamente correcto que siempre ha sido Evaristo Páramos. Admiro también la inteligencia y la pasión de Fermín Muguruza. Respeto mucho a Josu Zabala, antes, durante y después de Hertzainak. Siempre me gustó la pluma afilada de Roberto Moso. Y la presencia escénica de El Drogas. Itoiz fue uno de mis grupos favoritos. Me encanta Gorka Urbizu. Y la voz de Alex Sardui».

Llegados a la recta final de este recorrido sonoro, se asoma una reflexión motivada por lo que ocurrió tras la eclosión de los 80 y la entrada en los 90 en el panorama musical de Euskal Herria. «Algunos -resume la autora- llegaron a creer que, con la muerte del rock radical, la música vasca se había extinguido. Lo que ocurrió fue que el punk-rock made in EH cedió protagonismo a otros estilos, uno de los cuales se encontraba en las antípodas: el Getxo Sound, con el inglés como vehículo de expresión y una actitud guitarrera que estuvo desterrada durante la década de 1980. Se afianzó, por otra parte, el hardcore, la esencia del punk sin el no future 77 suicida. Los sonidos metálicos se pusieron al día a través de Su Ta Gar, desde el lado clásico, y de SA, que expandieron los límites del heavy. Y los Negu Gorriak demostraron lo cerca que estaban el bertso y el hip-hop.

Antes de echar el telón y apurada la última cerveza, la autora de «Historia del rock vasco» nos regala un bis dedicado al papel que siempre ha desempeñado la mujer en nuestra jungla sonora. «La mujer suscita una paradoja en la música: parece que si no es de protagonista, es decir, como cantante o al frente de un grupo, no puede desempeñar con naturalidad papeles de secundaria, o sea, como un instrumentista más de una banda. Pero yo quise dejar constancia de que, más allá de los grupos todo chicas, hubo, hay y habrá vida femenina en la música, desde las damas improvisadoras de los albores del bertsolarismo hasta el teclado de Libe García de Cortazar (Neubat)».

Hubo un tiempo en el que las jeringuillas se transformaron en macabras manecillas de relojes enloquecidos, fueron días de humo, alegría y anhelos libres y tropikales. Fueron nuestros días y nos sentimos orgullosos de haberlos vivido.

Edozein herriko jaixetan...

Elena López Aguirre nos propone algunos de aquellos conciertos y discos referenciales. Discos: «Plazarik plaza» (Oskorri), «Hautsi da anphora» (Ruper Ordorika), «Alkolea» (Itoiz), «Zona Especial Norte» (Eskorbuto & RIP) «Salve» (La Polla), «Hertzainak» (Hertzainak), «Revistas del corazón» (Rufus), «Skalherria punk» (Varios), «Cicatriz», «Kortatu», «Jotakie & Kontuz Hi!», «Rula» (Potato), «Tan cerca del cielo» (Doctor Deseo), «Negu gorriak» (Negu Gorriak), «The worst around» (Varios), «Soziedad Alkoholika», «Desioak izena gradua galtzen duenean» (Broken Bihotz), «Hautsa astinduz» (Urtz), «Hortzak estuturik» (Su Ta Gar), «Iñaki, zer urrun dago Kamerun» (Zarama), «Verano de perros» (The Flying Rebollos), «Nieve negra» (Tahúres Zurdos), «Llena tu cabeza de Gor» (Varios), «A pelo» (Platero y Tú), «Zertarako mugak jarri» (Mikel Markez), «Karpe diem» (Joxe Ripiau), «Besos de perro» (Marea), «Etnia 2000» (Ekon), «Basue electronic diaspora 1, 2 & 3» (Varios), «Nire Leihoak» (Txuma Murugarren), «Espilue» (Mikel Urdangarin), «El viaje de Copperpot» (La Oreja de Van Gogh), «Oraina eta geroa» (Eraso!), «Zoramena» (Gatibu), «Red led or death» (Mermaid), «Jaio.musika. hil» (Berri Txarrak), «Rose Escargot» (Kerobia), «Por la boca vive el pez» (Fito & Fitipaldis), «13 mantracks» (Sök), «La mejor mierda» (Rockaína), «Kódigo norte» (Kódigo Norte) «El cerezo» (Elurretan), «Irla izan» (Anari).

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