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Análisis | Crisis en EUSKAL HERRIA

Crisis en Euskal Herria: ¿Qué está pasando?

En este artículo el autor advierte de una inadecuada ubicación de Euskal Herria en el actual contexto de crisis económica a la hora de elaborar un diagnóstico y concluye que la clave está en elevar el nivel del equipamiento tecnológico de las empresas vascas. El problema estructural fundamental en Euskal Herria es el déficit de equipamiento tecnológico de nuestras empresas, un nivel que en el medio y largo plazo debemos elevar.

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La particular ubicación geográfica y política de nuestro país está haciendo especialmente confusos los mensajes mediáticos y políticos en relación con nuestra situación en el actual contexto de crisis, así como en cuanto a las medidas políticas a adoptar al respecto.

Una de las razones fundamentales de esta confusión radica probablemente en la sustancial diferenciación de estructuras económicas entre Euskal Herria y el Estado español. La trascendencia y urgencia de las medidas políticas a adoptar para hacer frente a la crisis hacen particularmente importante centrar las bases tanto de un correcto diagnóstico de la situación como de un correcto posicionamiento político sobre las medidas anti-crisis. Sin embargo, la confusión existente al respecto en nuestro país es ciertamente preocupante.

La confusión afecta en primer lugar al diagnóstico de la situación. Todos sabemos que existen unas raíces del problema que tienen su origen en el ámbito internacional y que afectan al conjunto de Occidente: la caída de la demanda y la restricción del crédito. No obstante, la manifestación de los problemas derivados de la crisis es sustancialmente distinta entre unos países y otros.

La confusión deriva, fundamentalmente, de una inadecuada percepción de la ubicación de Euskal Herria en este contexto. Porque la dialéctica mediática puede fácilmente tender a confundir a la opinión pública -y a confundirse a sí misma- a la hora de interpretar los mensajes recibidos y transmitidos en relación con los problemas básicos que subyacen detrás de la crisis y con las medidas a adoptar al respecto.

En efecto, sin una distinción perfectamente clara del contexto que se está describiendo -internacional, europeo, español o vasco- es imposible centrar correctamente los elementos esenciales de los mensajes transmitidos. Esta diferenciación es esencial y la falta de claridad en los mensajes está provocando confusiones y pérdidas de focalización que pueden tener graves repercusiones tanto desde la perspectiva de la mentalización social de nuestra ciudadanía como desde el punto de vista de nuestras políticas públicas.

Uno de los problemas en los que esto se manifiesta es en la evolución de las cuentas públicas. Es evidente que los responsables públicos deben realizar todos los esfuerzos a su alcance para mantener las cuentas públicas equilibradas. Pero este objetivo no es el problema fundamental ni de la economía española ni el de la vasca.

En el caso de la economía española, se trata de un problema derivado de las políticas anti-crisis desarrolladas durante los últimos años y de la finalización del desarrollo basado en el sobreendeudamiento y la especulación inmobiliaria.

Pero si centrar el debate de las políticas anti-crisis en el sector público es un error en el caso español, lo es mucho más en el caso vasco, donde aún ni siquiera existe el problema de un desequilibrio significativo de las cuentas públicas.

Algo parecido sucedió con la fusión de las cajas vascas y la constitución de KutxaBank, seriamente mediatizada por unas bases conceptuales y una argumentación que, sencillamente, ni eran nuestros ni eran para nosotros. Sin embargo, el análisis de la situación de las cajas, de las medidas a adoptar, de las posibles estrategias, se han centrado alrededor de problemas y conceptos aplicables en el Estado pero no en nuestro caso.

Algo similar nos está sucediendo con la reforma laboral, planteada casi como única estrategia anti-crisis en la economía productiva española, como consecuencia probablemente de la ausencia de una base objetiva suficiente para la puesta en marcha de políticas sectoriales, tecnológicas o de infraestructuras con posibilidades reales de reanimar el sector productivo.

Pero que el debate sobre las políticas anti-crisis en Euskal Herria se lleve al ámbito de la reforma laboral es un auténtico absurdo. Porque si pueden buscarse argumentos que expliquen que el nivel de vida en el Estado español estaba situado por encima de su verdadera capacidad productiva y que esto justifique determinadas medidas de ajuste, en el caso de Euskal Herria sucede exactamente lo contrario.

En efecto, el desarrollo de la economía vasca no se ha asentado en el sobreendeudamiento sino en el mantenimiento de su capacidad industrial. Al contrario de lo sucedido en el Estado, en Euskal Herria también se ha producido un desequilibrio entre capacidad productiva y nivel de vida, pero en sentido contrario al español. La razón de este desequilibrio radica, sin duda, en la homogeneización a la baja que la pertenencia al Estado español supone en cuanto a condiciones laborales y sociales. Es probablemente este desequilibrio el que ha sentado las bases objetivas para el desarrollo de un sindicalismo activo y fuertemente implantado, cuya misión fundamental ha sido compensar parcialmente este desequilibrio entre nuestra capacidad productiva y unas coberturas sociales no adecuadas a nuestro país.

La reforma laboral no es, desde luego, una cuestión clave para sacar a Euskal Herria de la crisis. Todos sabemos cuáles son nuestros problemas estructurales. Por un lado, ante la falta de expectativas de recuperación del mercado español, necesitamos que nuestras empresas reorienten sus ventas hacia la exportación, tal como ya están efectivamente haciendo.

Pero, sobre todo, nuestro problema estructural fundamental es el déficit de equipamiento tecnológico de nuestras empresas. Abordar este problema con todos los esfuerzos a nuestro alcance debería haber sido una prioridad de nuestras políticas públicas desde el estallido de la crisis. Tanto para nuestros responsables públicos como para los partidos políticos de la oposición.

Sin embargo, hemos perdido cuatro años centrándonos exclusivamente en estrategias de segundo orden: las cuentas públicas, la fusión de las cajas, la reforma laboral ahora ... En buena parte, el problema deriva de centrar el debate en problemas que no son nuestros.

¿Es algo que podemos perdonarnos a nosotros mismos en este contexto de crisis? En nuestra opinión no. Porque si puede resultar comprensible que nuestros responsables políticos se centren en el corto plazo a efectos de resolver los problemas de ajuste de las cuentas públicas, no es aceptable que perdamos de vista el medio y largo plazo. Medio y largo plazo que, en nuestra opinión, para el caso de Euskal Herria, tienen un soporte perfectamente identificado: elevar el nivel de nuestro equipamiento tecnológico.

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