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Raimundo Fitero

Contra deshaucio

En plena indignación ciudadana ante el hecho de que diariamente casi un veintena de familias se vean violentadas por decisiones judiciales a propuestas de las entidades bancarias que les despojan de uno de sus bienes constitucionales, la vivienda. Cuando se crean plataformas ciudadanas para impedir los desahucios de las familias más desposeídas de bienes, futuro o trabajo, mientras en el gobierno lanzan globos sondas para que la dación de la vivienda sirva, al menos, para parar el clavario, pero siempre según voluntad de los prestadores de la hipoteca, se nos colocan en la pantalla en servicios informativos, tertulias y demás espacios para la desproporción, las imágenes de un desahucio en un colegio privado madrileño.

Probablemente sean de las imágenes surrealistas más potenciadas por la locura general. Sacar de un colegio sillas, mesas, instrumentos musicales, fotocopiadoras y encerados para cubrir una deuda con la Seguridad Social de cerca de un millón de euros, es un acto de dependencia a sustancias tóxicas. Nadie, con un trabajo fijo o temporal, por oposición, concurso o selección de cercanía, puede tomar una decisión tan inútil y desacertada sin estar afectado por alguna grave deficiencia de raciocinio. Porque eso sucedía en horario lectivo. Es decir, los operarios levantaban a los alumnos, de primaria o secundaria, les retiraban su silla y su pupitre y lo cargaban en una furgoneta. Se ha visto, y no parece formar parte de ninguna cámara oculta, ni de ninguna entrega de «Inocente, inocente», por lo tanto, solamente es necesario un control antidopaje.

Un colegio privado, de clase media-alta, que debe a la SS una notable cantidad, que tiene licencia para seguir operando, se entiende con dinero concertado con la Comunidad, contra el que se emprende una acción de embargo desde una institución estatal y se convierte en risión universal. Pero como debe seguir manteniéndose el nivel de idiotez, nos ofrecen las imágenes del día siguiente: los muebles, sillas y encerados, de vuelta al colegio. El embargo se aplaza hasta final de curso. Una suerte de contra desahucio. Revocar órdenes por el efecto televisivo. Peor imposible.

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