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El neonazismo sigue siendo una asignatura pendiente para Alemania

El Estado alemán ha rendido homenaje a los nueve inmigrantes ejecutados por un grupo neonazi y ha pedido disculpas por la ineficiencia policial de aclarar los hechos. ¿U punto final a un tema espinoso? El mismo día los neonazis se manifestaron.
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Ingo NIEBEL

Este 23F ha sido un día especial en Alemania. Por un lado, en Berlín, el Estado alemán pidió perdón a las víctimas extranjeras del neonazismo germano, porque sus denominadas «instituciones de seguridad» no han sido capaces ni de evitar ni de aclarar ni esas nueve muertes. El acto oficial adquirió también cierto tinte de querer poner punto final a una cuestión que ha colocado a los cuerpos policiales y los servicios secretos entre la incompetencia absoluta y la competencia eficaz, porque siempre estuvieron cerca de los autores de esos crímenes y no los detuvieron. Sendas comisiones de investigación parlamentarias en Berlín y en Sajonia se van a ocupar del tema. Pero queda la ambigüedad del Estado berlinés hacia el neonazismo porque, por otro lado, les da margen para manifestarse.

La prensa alabó a la canciller, Angela Merkel, por su discurso y la escenificación de la ceremonia en Berlín. Aunque la jefa de Gobierno no es la máxima representante del Estado ni siquiera su lugarteniente sí ha interpretado este papel porque el recién dimitido presidente, Christian Wulff, no ha querido hacerlo. El homenaje a las víctimas salió bien y Merkel hizo las paces con unas familias que después de las muertes violentas de sus seres queridos fueron investigadas por la Policía, que sospechaba de sus posibles vínculos con el crimen organizado. Sobre esta base la prensa creó el término racista de los «asesinatos Döner» porque eran de origen turco la mayoría de las personas que murieron ejecutadas.

Falta de pruebas

Como autores de estas muertes y de la de una agente alemana figuran dos integrantes de un grupo que se hizo llamar Clandestinidad Nacional Socialista (NSU). Dos de los componentes del trío que formaba el núcleo operativo del grupo se suicidaron, según la versión oficial, a principios de noviembre, poco después de atracar un banco. Habían prendido fuego a la caravana en la que la Policía encontró sus cadáveres. Su cómplice, Beate Zschäpe, hizo volar por los aires la casa en la que los tres vivían y días después se presentó ante la Policía.

En los últimos meses la Fiscalía Federal ha ordenado la detención de media docena de sospechosos a quienes acusa de haber formado una red de apoyo a la NSU. Este grupo, desconocido hasta su autodisolución violenta en 2011, vivió desde 1998 en la clandestinidad. Además de esas muertes cometió una serie de atracos a bancos y atentados con explosivos sin que policías y servicios secretos lo desarticularan. Hasta el momento, y sin más detalles, parece incluso que a los fiscales federales les faltan pruebas para acusar a Zschäpe de los diferentes delitos y de pertenecía a «asociación terrorista».

En este contexto se explicaría porqué con el acto de homenaje cerca la Fiscalía Federal informó de que un sospechoso detenido reconoció haber comprado y entregado la pistola checa con silenciador que fue empleada en las diez muertes. La Policía Federal Judicial (BKA) salió al paso con un informe secreto, que fue filtrado a la prensa, en el que se alerta de la «la formación de nuevas células de terror». De repente, la Policía Federal sí ve la posibilidad de que los neonazis formen nuevos grupos violentos para atacar a inmigrantes y personas de izquierda. Una posibilidad que hasta ahora no había sido contemplada por esta institución policial. La prensa interpretó este cambio como una muestra de «lo rápido que el Estado de Derecho ha tomado una nueva posición respecto a la derecha». El aplauso llega demasiado pronto, porque la BKA no hace sino adaptarse a un nueva situación que no puede seguir ignorando.

Las noticias sobre este informe secreto venían acompañadas con otro artículo en que justamente el diario conservador «Die Welt» se preguntaba si el Servicio Secreto Interior y la BKA estaban trabajando uno contra otro. La respuesta era afirmativa porque el rotativo mencionaba que la oficina regional del servicio secreto interior de Sajonia había ocultado a la Policía Federal datos sobre uno de los detenidos. La BKA, a su vez, tenía que reconocer que ordenó borrar los datos de comunicación telefónica de ese hombre al que los agentes secretos querían haber fichado como confidente. El respondable de la BKA, Jörg Ziercke, aclaró ante la prensa que solo eran «copias» que fueron eliminadas.

Este rifirafe entre las distintas fuerzas de seguridad forma parte de un proyecto político más amplio que prevé dotar a la BKA den competencias parecidas a las del FBI, lo que implicaría su pérdida por parte del ServiciosSecreto interior, cuyo área de acción podría verse muy limitado o incluso podría desaparecer. He aquí la razón de ser de las dos comisiones parlamentarias de investigación: sus resultados allanarán el camino hacia la reorganización de la «comunidad de inteligencia» alemana.

Rápido olvido

Todo eso ya no tiene nada que ver con los neonazis, que siguen manifestándose con total libertad. Justo el 23F, un tribunal legalizó la marcha que querían celebrar en Pforzheim, ciudad alemana hermanda con Gernika, para conmemorar a los miles de personas que ese día del año 1945 murieron en un bombardeo aliado. Los jueces argumentaron que no había ningún vínculo entre el objetivo del acto de Pforzheim y la ceremonia de Berlín. «Olvidamos demasiado rápido», dijo Merkel en su intervención aquel día. Y los neonazis congregados en Pforzheim le dieron la razón.

Esta amnesia la padece también el candidato a presidente de Merkel, el pastor protestante Joachim Gauck, que compara el comunismo con el nazismo.

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