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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Rusia, entre Putin y la nada

A falta de una semana para las elecciones presidenciales rusas, las expectativas que más de uno se hizo al calor de las protestas por las irregularidades en los comicios parlamentarios de diciembre se han quedado en nada.

Tras unas primeras semanas de desorientación interna por el eco de las manifestaciones de diciembre -los resultados y su posterior y obligada cocina pillaron al Kremlin por sorpresa-, el régimen articulado en torno a la figura de Putin ha sabido reaccionar con una campaña plagada de contundentes promesas de regeneración del país.

Que sea el Kremlin el que evoque la necesidad de refundar Rusia dice mucho de la escasa credibilidad de la oposición a la hora de plantear alternativas. Esta puede llevarse las manos a la cabeza cuando escucha por boca de Putin que el país está anegado por la corrupción y que la modernización sigue siendo una asignatura pendiente. Y no le falta razón. Pero tener la razón no basta en política. Hay que saber articular propuestas y ese es el gran déficit de una oposición rusa más alabada en el extranjero que asentada realmente en la sociedad rusa.

No resulta extraño que, en un intento de apuntalar sus grandes posibilidades de victoria en primera vuelta, Putin trate de profundizar en los sentimientos de agravio patriótico de esa misma sociedad respecto a Occidente. El jefe del Kremlin ha regalado los doloridos oídos de los rusos asegurándoles que llevan la victoria en sus genes y que dejen de escuchar los cantos de sirena extranjeros.

Triste el destino de la población, atrapada en un falso dilema. Entre votar a los que la seguirán despreciando en nombre de la especificidad nacional o a quienes quieren hacerle creer que Europa prevé un espacio para Rusia que no sea el del sojuzgamiento absoluto a sus designios.

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