Hace tan solo unos meses Salhaketa advirtió de que Zaballa se había diseñado con este objetivo: almacenar a cientos de personas en su interior. Ayer, los responsables del colectivo de apoyo a las personas presas ratificaron lo dicho, y sumaron a su denuncia las situación de «contención y vigilancia» a la que están sometidos los presos recluidos en el nuevo Centro Penitenciario de Araba.

Los datos recogidos por Salhaketa, aportados por los propios presos y sus familiares, demuestran que en la macrocárcel prima la seguridad y el control por encima de un trato adecuado a las personas. Según el informe elaborado por la asociación, Instituciones Penitenciarias está centrando las diferentes actividades en módulos, limitando la movilidad de los reclusos. «Así, las personas que no tienen destino, no salen para nada del módulo», critica la agrupación solidaria.

En cuanto a la situación de las celdas en el módulo de hombres, Salhaketa afirma que, «a pesar de haber espacio de sobra», los responsables del penal han optado por internar a dos personas en cada celda para «facilitar el trabajo al personal de vigilancia», anteponiendo el control sobre la intimidad.

Los módulos de mujeres no albergan una realidad más amable que la zona destinada a hombres. En opinión de la asociación, el patio de los módulos destinados a las presas, donde se han incrementado las peleas, es «extremadamente pequeño, por lo que genera una sensación de asfixia y claustrofobia».

Salhaketa critica que no se haya creado una zona para madres con hijas e hijos a su cargo. Una deficiencia que aleja de su hogar a decenas de mujeres con niñas y niños menores de tres años, ya que son trasladadas a otros centros penitenciarios fuera de Euskal Herria.

En lo referente a los servicios, el informe evidencia diferentes problemas en el transporte a la macrocárcel, ya que la localización del centro complica la llegada al mismo de todas aquellas personas que carecen de un vehículo propio; y en el desarrollo de actividades sociales, culturales y laborales. A este respecto, destaca la «precariedad» presente en el taller de Fagor, desarrollado en un módulo sin ventanas, donde los presos pasan nueve horas diarias.

Situación de Langraiz

Con la apertura de Zaballa, Langariz pasó a convertirse en un centro reservado para presos en tercer grado. Un centro «abierto» donde conviven diariamente un centenar de personas que padecen una situación de abandono por parte del funcionariado, trasladado en su mayoría al nuevo centro. Y carecen de una serie de servicios básicos, como es la asistencia sanitaria, ya que el personal médico se encuentra en las nuevas instalaciones de la macrocárcel.