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CRÓNICA | CEREMONIA DE LOS ÓSCAR 2012

Los Óscar contribuyen a la reinvención del cine en una edición histórica

El cine de hollywood no se resigna a una fórmula tan coyuntural como la de renovarse o morir, y ha premiado en la 84 edición de los Óscar a dos películas que reinventan el arte del pasado siglo investigando en sus orígenes. «the artist» y «la invención de hugo» funden al viejo y al nuevo continente en un simbólico abrazo por la creatividad fílmica.

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Mikel INSAUSTI

Los titulares de prensa sobre los premios Oscar siempre buscan un claro ganador, y por eso utilizan una terminología de la victoria y de la derrota, según la cual «The Artist» venció a «La invención de Hugo». A pesar del empate a número de estatuillas (cinco), se considera que inclina la balanza a su favor la película que se hace con las categorías principales. Y de ahí que se señale a «The Artist» como la gran triunfadora de la noche, dentro de una lógica que por esta vez debería dejarse a un lado.

Entiendo que las realizaciones de Michel Hazanavicius y Martin Scorsese son complementarias, haciendo que el reparto de premios haya quedado más compensado de lo que pudiera parecer a simple vista. Los dos cineastas han coincidido en la misma edición con sendas obras maestras que son las dos caras de la moneda. El francés rinde homenaje a los que desde el viejo continente marcharon a Hollywood para hacerlo grande, mientras que el italoamericano se acuerda de los pioneros europeos que inventaron el nuevo arte que afronta su segundo siglo de existencia.

Es un viaje en sentidos opuestos, pero que forma parte de un recorrido histórico común para reinventar el cine a través de la recuperación de sus orígenes inventivos.

Llama más la atención, y es normal, lo conseguido por Hazanavicius, dado que supone el primer reconocimiento en la meca de la industria anglosajona a una producción salida del mercado francófono. Marion Cotillard había abierto una brecha que ha permitido a su colega Jean Dujardin ser el primero de los de su sexo en obtener la dorada recompensa. Aunque los analistas se están limitando a decir que todo es posible gracias a la mediación de Harvey Weinstein, el más influyente de los productores del Hollywood actual. No obstante, no deja de sorprender que una película europea independiente pueda imponerse a toda una superproducción estadounidense que ha costado alrededor de 200 millones de dólares.

A estas alturas nadie podrá negar o cuestionar el aperturismo de los Óscar premiando como Mejor Película de Habla No Inglesa a la iraní «Nader y Simin: Una separación», al margen de las tensiones políticas y las sanciones económicas o comerciales al país. Y lo de la animación ya viene de hace unos años, porque el Óscar a «Rango» supone toda una apuesta por el riesgo y la experimentación dentro de una categoría cada vez más adulta. Otro tanto se puede decir del Óscar a la Mejor Canción, que ha ido a parar a manos del neozelandés Bret MacKenzie, componente del duo indie Flight of the Conchords, y que no deja de ser un recién llegado con su particular aportación a la comedia musical vía Teleñecos.

una ceremonia muy sobria

Cuando las buenas películas son las verdaderas protagonistas y los premios gustan, gracias a que había mucho donde elegir entre la excelente cosecha de películas nominadas del 2011, la ceremonia suele resultar mucho más llevadera. Los Goya, en su atrasado provincianismo, tienen mucho que aprender del ritmo perfectamente estudiado de la entrega de premios en Los Ángeles. Ninguno de los ganadores se excedió mucho más allá del medio minuto asignado para los agradecimientos y dedicatorias, porque hay una profesionalidad basada en el respeto a los consumidores de entretenimiento. La promoción de la asistencia de los espectadores a los cines empieza por no aburrir a los telespectadores que siguen la gala en su retransmisión televisiva.

El show fue todo lo sobrio que la actual situación de crisis requiere, y hay que comprender la ausencia de coreografías o números musicales. El vacío lo cubrió con oficio el veterano humorista Billy Crystal, quien supo hacer de «hombre orquesta» cantando para los nominados y nominadas, en paralelo al ya imprescindible montaje con el presentador interactuando con los protagonistas de las películas finalistas, que fue muy divertido.

El mayor activo de los Óscar siguen siendo sus estrellas invitadas, razón por la que está muy bien que la máxima atención gire alrededor de los premios de interpretación, momento culminante que extiende la alfombra roja hasta su cénit. Los preámbulos, con las declaraciones nerviosas de los favoritos y favoritas, no hacen sino preparar ese estallido en que se convierten los Óscar a los Mejores Actores y Actrices. Ellos y ellas son los que ponen la emoción, que no faltó de nuevo en la 84 edición.

Meryl Streep estuvo sencillamente genial, cuando vino a decir en voz alta el pensamiento de los que en sus casas estarían quejándose por la pesada ésta que recibe otro Óscar otra vez. Sin embargo, lo cierto es que han pasado treinta años entre este tercero y el segundo. Y qué decir del canadiense Christopher Plummer quien, a sus 82 años, se ha convertido en el actor más veterano en recibir la estatuilla. Pero para conmovedor el momento de Octavia Spencer, por lo que para la comunidad afroamericana tiene de conquista social el ir consiguiendo que la presencia de los intérpretes de raza negra empiece a resultar familiar en el escenario del teatro antes llamado Kodak.

La 84 edición de los Óscar ha sido histórica, todo un hito por la altísima calidad de las películas premiadas. Quienes estuvieran deseando el fracaso del cine para enterrarlo tendrán que esperar a años peores, porque éste ha sido para enmarcarlo.

 

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