PERFIL | ANDRESA PORTUGAL
La última vendedora ambulante de anchoas
GARA | DONOSTIA
Desde su pequeña mesita de madera, una curtida tabla donde siempre lucían unas anchoas, Andresa Portugal fue testigo, durante muchísimos años, del continuo ir y venir de la gente que se acercaba cada día al mercado de La Bretxa donostiarra. Al mismo tiempo, varias generaciones de donostiarras han sido testigos de su trabajo, de cómo vendía el pescado como ya nadie lo hacía, en la calle. Lloviera o hiciera sol, nunca falló a su cita porque, a su juicio, no había nada mejor que el contacto con la gente.
Mientras las pescaderías vendían las anchoas por kilos, durante más de cincuenta años ella lo hizo por docenas y siempre al mismo precio. Sentada, con sus botas de agua y su delantal, las limpiaba una a una y las refrescaba con agua. La curtida tabla siempre goteaba.
Al otro lado de la mesita, luchó también por los derechos de los presos vascos, incluido su hijo Joxe Mari Zubiaurre, excarcelado en 1999 tras permanecer casi veinte años en prisión
Hace siete meses dejó su puesto por motivos de salud, y el 19 de enero, víspera del día de San Sebastián, recibió el mayor reconocimiento de la ciudad: la Medalla de Oro al Mérito Ciudadano. «Creo que me echarán de menos», dijo el día que recogió la medalla. No se equivocó, porque La Bretxa ha perdido a una gran mujer, trabajadora y luchadora incansable, pero sobre todo ha perdido una tradición que forma ya parte de la historia de Donostia.