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CRíTICA cine

«Ghost Rider: Espíritu de venganza» Lo peor de Marvel

Mikel INSAUSTI

No deja de maravillarme que hasta subproductos como esta secuela de “El Motorista Fantasma”, de cuyo título parecen avergonzarse ahora los distribuidores, den lugar a un debate de lo más surrealista. Quienes defienden el placer culpable de las malas películas hechas con plena conciencia de tales, por esta vez se equivocan. Lo digo, basándome en que no es lo mismo disfrutar con una producción barata de serie “B”, capaz de entretener al espectador poco exigente dentro de sus limitaciones presupuestarias, que con una carísima superproducción que disimula su falta de creatividad e ingenio bajo un disfraz psicotrónico hecho a medida. Disiento totalmente de las críticas que le perdonan la vida a “Ghost Rider: Espíritu de venganza”, sabiendo que ha costado unos disparatados 75 millones de dólares. Me imagino que la desorbitada cantidad, a la vista de los pobres resultados, se habrá ido en el sueldo de Nicolas Cage.

El sobrino de Francis Ford Coppola se ha convertido en el Fausto de Hollywood, una vez vendida su alma al diablo de los rodajes a destajo y fuera de control. Y entiendo a los que se atreven a decir que el del motero Johnny Blaze es el papel que define mejor la locura en la que se haya metido a causa de sus deudas con el fisco, pero puesto a quemarse en público podría hacerlo sin esos gestos y muecas de dolor que alcanzan cotas de patetismo jamás conocidas, con la ayuda innecesaria y redundante de los efectos especiales cada vez que es poseído por el infernal Zarathos. El nuevo guión que ha escrito David S. Goyer, o al menos firmado, para el incendiario protagonista que echa fuego por todos sus canales de evacuación no hay por dónde cogerlo. Mezcla las mafias de Europa del Este con sectas satánicas, gracias a lo cual hasta el imposible Christopher Lambert encuentra su sitio en semejante viaje a la ruina. Aunque suene a broma, y juro que no lo es, ya se anuncia una tercera parte que quiere aprovechar el tirón dado por el dúo dinámico que forman Neveldine y Taylor.

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