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Raimundo Fitero

Camarero cervecero

Las anécdotas dibujan el paisaje y nos deparan datos para formalizar un estado de opinión. Siguen dando la matraca con las declaraciones del yerno, con los considerandos exculpatorios del mismo Tribunal Supremo sobre el caso de los denominados crímenes del franquismo sobre el ciudadano Baltasar Garzón, y las reacciones desorbitadas, apocalípticas a costa de las declaraciones de la IA pidiendo disculpas sobre su actitud histórica ante las víctimas del conflicto vasco. Sobre este último asunto es curioso la virulencia de algunos autodenominados periodistas, como Juan Ramón Lucas, un felpudo ante todos los poderes constituidos y por constituir, que se convierte en un erizo cuando le parece que los sindicatos, por ejemplo, le pueden desmontar su tinglado, y que emponzoña desde una radio pública cualquier noción de profesionalidad al enfatizar su intransigencia casi más que cualquier miembro de su querida AVT sobre todo lo que tienen que ver con los vascos que a él no le van a contratar jamás. Porque quedó claro que en una entrevista con ese señor tan propenso a meter la pata, a provocar incendios, Juan Ignacio Wert, el tri-ministro, solamente se preocupó de su sueldo y futuro en la radio pública estatal. Qué vergonzosa actitud. Y de repente nos llegan unas imágenes que se deberían analizar de manera muy especial: un camarero le vuelca una bandeja con seis cervezas en la espalda de la señora Merkel, y ella, casi ni se inmuta, y todo se resuelve como se resuelven las cosas en las tabernas y mesones. Porque lo que cabe destacar es que esa señora primera ministra alemana, que tanto poder tiene, estaba tomando cañas, en un lugar muy popular, sin tantos aspavientos, formalidades y gastos de representación como los que usan los cargos electos por nuestros pagos.

La investigación nos debería llevar a saber si sigue trabajando el camarero en ese local. ¿Cómo acabó todo? En las redes hay quien dice que no fue un accidente sino algo premeditado. No, no lo parece. Fue un accidente, sin más. Pero lo resaltable es la reacción de la señora Merkel, su entorno y la aparente normalidad con la que transcurrió todo el incidente.

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