La izquierda abertzale anunció ayer que el documento «Viento de solución» constituye una herramienta para una nueva línea de trabajo. Será, pues, una iniciativa que va más allá del papel, cuyo principal destinatario no es el público abonado a sus estructuras, ni su destino final el de terminar en una estantería. La nueva aportación de la izquierda abertzale presenta novedades significativas, fruto de una revisión crítica y sincera de ciertas actitudes del pasado, especialmente en la promoción del reconocimiento y la reparación de las víctimas que no eran «de los suyos». Renueva así el compromiso de seguir dando nuevos pasos, desde el convencimiento propio, sin esperar a la aclamación de sus oponentes, hasta conseguir un futuro de convivencia y reconciliación, con víctimas reconocidas y respetadas, sin presos y con todas las armas desactivadas.

Las prefabricadas reacciones dejaron una sensación de ritual, un déjà vu que los promotores de la iniciativa no deberían subestimar. El simplismo, e incluso la estupidez, de quienes están enfrente enrocados en el discurso de la «insuficiencia» contiene potencial para condicionar la psicología social del país y desencadenar momentos críticos. Ese comportamiento, efectivamente, no proyecta fortaleza ni genera adhesión. Pero conviene acertar, e inventar, la manera de hacerlo estéril y residual. Solo queda celebrar y desear que la nueva línea de trabajo se visualice más allá de los partidos, con actos de significado e impacto reparador capaces de ocupar el espacio público.

Demandar «toda la verdad» y «el 100% de la memoria», como aspiración resulta necesario, y como recurso retórico quizá es tentador. Pero la verdad es un horizonte, una maravilla mítica, probablemente inalcanzable en su totalidad. Y nunca de nadie por completo. Un nuevo futuro, por otra parte, requiere respuestas prácticas, medidas transicionales y válvulas de escape que faciliten los arreglos necesarios. Así lo acredita la última propuesta del defensor del pueblo del Norte de Irlanda, Al Hutchinson, para solventar las asignaturas pendientes del proceso y permitir la vuelta de refugiados con causas pendientes, condenados en ausencia o escapados de las cárceles. El sentido pragmático y la concreción son relevantes.