Arantza Santesteban Historiadora
Miradas. La realidad colapsada
La percepción de la realidad no se puede limitar a contemplar lo que nos propone este sistema, ha de ir más allá. Conviene dedicar el tiempo que sea preciso al esfuerzo de seguir construyendo miradas críticas, reflexivas, constructivas y solidariasEl otro día, caminando por las calles de Barcelona vi, como tantas otras veces, a una mujer tirada en el suelo. Los pelos le cubrían la cara y era difícil advertir si estaba viva o muerta. La gente pasaba de largo, casi sin mirarla, la esquivaba y seguía agarrada a su acompañante, hablando por teléfono o absorta en sus pensamientos. Quizás sea mi mirada todavía virgen en una ciudad tan enorme como esta, pero la angustia me apretó por dentro, y no deje de mirarla hasta que intuí un signo de respiración. Tras la comprobación, aliviada, proseguí mi camino.
Una calle más arriba, tres personas cubiertas con cartones dormían en el interior de un cajero. Volví a sentir la misma angustia apretando por dentro, y una vez más, mis pasos siguieron su curso habitual.
Imágenes como estas se repiten a diario en esta gran ciudad. No es un simple desajuste, se llama capitalismo. Mujeres y hombres se desvanecen en las aceras, pueblan los cajeros, y la inmensa mayoría de los y las viandantes ni siquiera nos detenemos ante lo que en términos humanos supone una auténtica tragedia. En las grandes ciudades esta realidad es más visible; en las pequeñas, no tanto. Pero existe. Las víctimas más vulnerables de este sistema están en todas partes porque, como tantas otras cosas, la pobreza también se ha globalizado. El desarrollo de la actual fase del capitalismo además, indica que todo esto no hará sino aumentar en los próximos años.
Necesitamos, pues, una mirada que vea más allá de esa cortina de humo construida a base de impactos y constantes estímulos que tanto condiciona nuestra visión. Porque el capitalismo se encarga de ofrecernos una realidad saturada de imágenes, cada vez con más intensidad y cuya función no es dotarnos de más información, sino bloquear nuestra capacidad de analizar lo que nos rodea. Y así, ocurre que miramos las cosas y en realidad no las estamos viendo. Somos capaces de seguir comiendo mientras en tan solo dos minutos de noticiarios asistimos a secuencias de imágenes donde pasan por delante de nuestros ojos mujeres asesinadas, fábricas cerradas, muertos a decenas y políticos llenos de corbatas. Es el exceso de información característico de la sociedad contemporánea, donde se nos ofrecen más imágenes que nunca y se nos educa cada vez menos sobre el punto de vista con el que hemos de contemplarlas. Me vienen a la memoria aquellas palabras de Saramago, cuando decía que «el mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad».
Es por ello que en medio de este mundo lleno de ceguera, la percepción de la realidad no se puede limitar a contemplar lo que nos propone este sistema, ha de ir más allá. Conviene dedicar tiempo que sea preciso al esfuerzo que supone seguir construyendo miradas críticas, reflexivas, constructivas y solidarias. Solo así podremos ver realmente el paisaje humano que nos rodea e influir en el. Así, pues, reeducar la forma en la que vemos el mundo es un reto que tenemos quienes aspiramos a que las cosas cambien.