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Orgullo y envidia

Una semana después de pasar por el quirófano, Kike Sola empieza a trabajar con el objetivo de comenzar en condiciones la pretemporada. Mientras tanto, sigue con satisfacción la trayectoria de sus compañeros.

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Amaia U. LASAGABASTER

No es el título de un libro de Jane Austen, sino las sensaciones con las que vive Kike Sola esta recta final de la temporada. Orgulloso por el papel que está realizando Osasuna, pero también con la espinita clavada -«pagaría por estar jugando», llegó a asegurar- de no poder participar en una gran campaña.

Tampoco es que le vaya a faltar trabajo. Convaleciente desde diciembre -aunque su lesión se remonta prácticamente otros dos años en el tiempo-, el delantero pasó por el quirófano hace una semana para solventar la tendinopatía rotuliana que sufría en la rodilla derecha. Ayer regresó a Tajonar, todavía con muletas, dispuesto a hacer frente al proceso de rehabilitación que, si se cumplen los plazos previstos, le permitirá comenzar la pretemporada junto a sus compañeros. «No entiendo nada de medicina, pero el doctor Guillén -el médico que le operó en Madrid el pasado jueves- me dijo que para pretemporada iba a estar como un león».

Será el final definitivo de una lesión que, en realidad, apareció hace prácticamente dos años. «Las tendinopatías -explicó- te molestan más o menos. El año pasado tuve molestias, pero me encontraba a gusto, aguantaba bien los partidos. Esta temporada también he tenido molestias, pero un jugador de Primera tiene molestias. Lo que pasa es que llegó un momento en el que nada podía parar el dolor. Decidimos parar y al final ir al quirófano». Ahora toca trabajo de cocina, que Sola afronta con ilusión de futuro pero también con cierta pena. Y es que «después de acabar bien la pasada temporada -pese a que tuvo que esperar a la llegada de José Luis Mendilibar al banquillo para tener minutos, acabó la Liga como máximo realizador del equipo-, tenía más ganas que nunca. Está claro que es una pena porque este año partía de otra manera, pero hay que pensar en el equipo y en la recuperación para estar a tope la próxima campaña».

Pena doble porque la lesión le impide participar en la que puede ser la mejor temporada de Osasuna desde que disputara la UEFA hace más de un lustro. Lo vivirá con sana envidia. «El equipo está espectacular, pagaría por jugar. Pero, aunque soy cabezón, hay que hacer caso a los que me están recuperando -insistió-. Estoy en buenas manos». Y lo vivirá, sobre todo, con orgullo, aunque recordando a sus compañeros la importancia de mantener los pies en el suelo. «El equipo está enorme. Esta temporada estamos viendo las cosas de otra manera, estamos en Europa, pero tenemos que estar tranquilos y saber quiénes somos. Somos Osasuna, gente humilde y trabajadora. Primero tenemos que pensar en la permanencia y después hay que mirar a los puestos de arriba», subrayó el ariete, que quiso destacar la aportación de los jugadores del Promesas en esta buena campaña. «Aprovecho para felicitarles porque lo están haciendo muy bien».

Un regalo para Mendilibar

Y tendrán que seguir haciéndolo porque la enfermería rojilla sigue abarrotada. Y eso que José Luis Mendilibar, que cumplía ayer 51 años, recibió un buen regalo de cumpleaños en el regreso del equipo a Tajonar. Y es que Dejan Lekic, que pasó por el quirófano el pasado 27 de febrero tras fracturarse el cúbito derecho y que parecía descartado para el resto de temporada, entrenó, aunque con precauciones, junto a sus compañeros, lo que invita a pensar que podría llegar a tiempo de disputar algún partido.

Camisetas

Sola admite que se emocionó cuando sus compañeros saltaron el domingo al campo con camisetas de apoyo. «Estaba en el sofá de mi casa. Enfocaron el túnel de vestuarios y me emocioné. Soy una persona muy sensible con estas cosas y me emociono muy rápido. Esto me da más fuerza. Que se acuerden de tí es la hostia».

El Zaragoza cumple ochenta años inmerso en su peor crisis

El Zaragoza cumplirá ochenta años el domingo inmerso en la peor crisis deportiva, económica y social de su historia. El próximo rival de Osasuna, que nació un 18 de marzo de 1932, ha sufrido muchos avatares a lo largo de estas ocho décadas, pero difícilmente tan complicados como en la actual temporada. Y es que a la nefasta gestión de su presidente y propietario Agapito Iglesias, que sufre una gigantesca contestación social, se ha unido la crisis deportiva, que tiene al equipo en la última plaza de la clasificación, a nueve puntos de la salvación.

Una situación que se debe, en buena medida, al empobrecimiento progresivo de la plantilla, que no aguanta comparaciones con el pasado, ni siquiera el más reciente. El Zaragoza cuenta ahora mismo con una plantilla devaluada, con jugadores cedidos en su mayoría, otros cuyos propietarios son fondos de inversión o cuya calidad deportiva está muy por debajo de lo que exige la categoría.

Aunque el verdadero problema, evidentemente, pasa por el agujero económico. Agapito Iglesias compró el club con una deuda de unos 70 millones, que ha elevado hasta los 145 en apenas cinco años y medio, lo que ha provocado que tenga que acogerse a la Ley Concursal. pero es que aunque salga adelante, la deuda seguiría siendo de unos 90 millones. Una losa prácticamente imposible de levantar, más aún si el equipo cae al pozo de Segunda División.

Iglesias, que sufre una «Agapitada» desde la grada en el minuto 32 -como el año de la fundación del club- de cada encuentro que se disputa en La Romareda, ha puesto recientemente a la venta su paquete accionarial. Enrique PÉREZ/EFE

Apercibimiento de clausura para El Sadar

El Comité de Competición, en aplicación del artículo 101.2 del Código Disciplinario, ha impuesto a Osasuna una multa de 3.000 euros por el lanzamiento de varios balones procedentes de la grada durante el encuentro del pasado domingo frente al Athletic. Por el mismo motivo, el estadio de El Sadar queda apercibido de clausura. Además, el delegado rojillo Iñaki Ibáñez deberá cumplir un encuentro de sanción tras haber sido expulsado durante el derbi.

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