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CRíTICA

Anacrónico

Carlos GIL

Mirando los nombres que intervienen en esta producción, cuesta adentrarse en su análisis crítico sin colocar muchas prevenciones, porque parece increíble que se puedan cometer tantos errores en una obra por gente con tanta capacidad demostrada. Si era un estreno absoluto, se pueden perdonar problemas técnicos, de ritmo, fallos o erratas, cuestiones que con el paso de las funciones se van solventando y ajustando, pero lo que es bastante más difícil de arreglar es el tono general, la selección de piezas breves de Alonso de Santos, uno de los autores fundamentales de la parte final del siglo pasado en el teatro español que reaparece aquí con un trabajo de difícil defensa.
 
Probablemente las obras podrían tener otra puesta en escena, otro orden, otra vida autónoma, pero en este conjunto se vuelven añejas, desfasadas, monotemáticas, una sucesión de gags televisivos de dudoso gusto y de contenido más que discutible. Si en algún momento aparecen trazos de absurdo, si empieza como un homenaje a Gila, todo se desvanece por la puesta en escena que remarca en formas, interpretaciones, vestuarios, cayendo en el vodevil más chabacano, en el trazo grueso, lo que lleva a que las actrices se pasen la obra en bragas y sostenes sin venir a cuento, los actores, en calzoncillos o batines diciendo tacos, arruinando todas las expectativas. Se nos aparece como un teatro antiguo, desnaturalizado, grosero, machista, feo e infumable. De lo peor del destape, algo que ni siquiera ya en las televisiones más comerciales tiene cabida. Teatro anacrónico, realizado por profesionales que en su currículum tienen trabajos importantes y que aquí parecen haber entrado en crisis colectiva.
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