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Casos de adopciones irregulares

Expertos barajan la opción de hallar restos en los féretros

El Instituto Nacional de Toxicología analiza los materiales encontrados en los ataúdes de los bebés cuyas familias han denunciado su desaparición

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GARA | DONOSTIA

La exhumación practicada el pasado 10 de enero en el cementerio donostiarra de Polloe en el panteón de la familia Losa-Ocáriz al hilo de un supuesto caso de bebé robado supuso un punto de inflexión. El hecho de que entonces se afirmara que no se hallaron los restos humanos de Rebeca Losa Ocáriz, nacida en 1977, acentuó la alarma social y provocó que a la asociación SOS Bebés Robados llegara un goteo continuo de denuncias de familias que sospechaban haber sido víctimas de una «trama», una palabra que para entonces la asociación ya empleaba para referirse a todos los casos en su conjunto. De hecho, SOS Bebés Robados dijo que tras este caso se generó una «sicosis» y que «gente asustada» acudía a ellos.

No obstante, meses antes, concretamente en setiembre de 2011, se practicó otra exhumación en Derio. En este caso, y también según trascendió desde el principio, el resultado fue el mismo, es decir, que no se hallaron restos biológicos.

Dada la magnitud que ya había adquirido el asunto, y con los resultados iniciales de Donostia y Derio, se dedujo de manera automática que esos bebés habían sido robados.

Lo que no había trascendido hasta hace una semana, es que ambos féretros, abiertos por el Instituto Vasco de Medicina Legal, no estaban vacíos. Según un informe al que ha tenido acceso GARA, en la exhumación llevada a cabo en la capital guipuzcoana se encontraron «residuos, una pinza del cordón umbilical, una tela y una pulsera de identificación sin cortar», es decir, que la pulsera estaba cerrada.

En el caso de la exhumación vizcaina también se encontraron «residuos, pinza del cordón umbilical, pelo, tela y puparios», unos pequeños cascarones del tamaño de un grano de arroz que tienen las larvas de insectos que se desarrollan en el contexto de una putrefacción.

Además de estos dos casos, en febrero se han practicado otras dos exhumaciones, una en Itsasondo y la otra en Arrigorriaga. Al día siguiente del desenterramiento en el municipio guipuzcoano trascendió que no se hallaron restos humanos, pero lo cierto es que la fosa en la que cavaron había sido vaciada alrededor de ocho años antes, debido a una remodelación en el cementerio municipal.

La última, y de la que apenas se ha tenido conocimiento, es la practicada en Arrigorriaga. En este caso, y a diferencia de las tres anteriores, no la practicó el Instituto Vasco de Medicina Legal, sino Neodiagnóstica, un laboratorio de genética y toxicología forense de Catalunya, a petición de una familia. A esta se le confirmó que se recuperaron «restos esqueléticos humanos». Según ha relatado a GARA Jaume Buj, desde Neodiagnóstica, se trataba de un nicho, donde el cuerpo se conserva mejor que los enterrados bajo tierra, donde la humedad y la acidez deterioran los cuerpos.

Factores determinantes

Actualmente, los elementos extraídos del féretro de Derio están siendo analizados en el Instituto Nacional de Toxicología, en Madrid. La familia Losa-Ocáriz por su parte, desconoce si lo hallado en su panteón ha sido llevado o no para ser examinado también allí, tal y como afirmó ayer Cecilia Losa a GARA.

Una fuente ha asegurado a este periódico que en un corto plazo de tiempo se realizará un informe con los resultados de las muestras recogidas en Derio, que fueron enviadas en setiembre.

En caso de que este informe confirmara que allí nunca se enterró el cuerpo del bebé, se corroboraría la denuncia de la familia. Pero en caso contrario, esto es, si se hallaran restos humanos o muestras de ADN que fueran compatibles con los padres, este caso en particular daría un giro de 180º, y abriría una nueva vía en el plano general, la de la posibilidad de que no todas las sospechas fueran ciertas.

Precisamente, uno de los grandes interrogantes que envuelve los casos, es si deberían o no permanecer restos biológicos. Y en este punto, los expertos dicen que sí, pero añaden matizaciones, porque hay factores como el clima o el lugar del enterramiento que pueden ser determinantes.

Preguntado sobre la posibilidad de encontrar alguna muestra en los objetos, Armando González, doctor en Biología y el mayor experto del Estado español en analizar restos esqueléticos infantiles, explicó a EiTB que «siempre hay una posibilidad teórica de obtener algún resto de material molecular que sirva para hacer un análisis», pero que está «en función de las condiciones», factores como la acidez del suelo, la humedad o la temperatura, entre otros.

Jaume Buj, sin embargo, es tajante: «Nada, nada, olvídate. No hay ADN en esas piezas». Tampoco ve factible hallar nada en la tela impregnada. «En la fase de descomposición todo se contamina en los días posteriores, con lo cual todo lo que hay alrededor se va a degradar (...). Se puede probar, pero nuestra experiencia nos dice que de ahí no se va a sacar nada».

Sobre el porqué de la existencia de los objetos, pero no de restos humanos, González lo aclaró razonando que los restos biológicos de un perinatal, es decir, de una persona próxima al nacimiento, son menos resistentes al paso del tiempo que los de los adultos. «Podemos no encontrar ningún resto macroscópico de tejido óseo como el que forma parte de un bebé». No obstante, en este punto agregó que «algo» ha de quedar «siempre», pero que «lo difícil es reconocerlo y saber determinar que eso procede del tejido óseo. Cuando el bebé es prematuro y con patologías, esa desintegración es más factible», concluyó González.

En declaraciones realizadas a «Noticias de Gipuzkoa», el director del Instituto Vasco de Medicina Legal, Carlos Cubero, sostiene que «hay una parte del hueso, como el germen dentario, que es la parte más dura, que no desaparece nunca, se mantiene. Un esqueleto no se volatiliza», remarcó. El forense añadió que «a partir de los seis meses empieza a desarrollar su sistema óseo, y ya a los ocho meses tiene esqueleto». No obstante, en este punto cabe destacar que la mayoría de los casos denunciados son relativos a bebés prematuros que nacieron antes de cumplir los nueve meses de gestación.

Al igual que Cubero, Buj cree que siempre tiene que quedar algún resto, pero matiza que «la conservación varía» dependiendo de los factores antes citados. Ciñéndose a los casos denunciados, recuerda que se trata de personas enterradas hace tres ó cuatro décadas, y que «en la mayoría de los casos se tienen que encontrar los huesecitos. En la mayoría. Algún caso habrá, un caso excepcional, en el que no se encuentren». Y volviendo a abrir el abanico de posibilidades, añade que «uno no puede ser categórico y decir que es `absolutamente imposible'», pero insiste que «en un nicho es prácticamente imposible que desaparezcan los huesos».

5º exhumación

A finales de este mes se producirá una exhumación en el cementerio de Galdakao, la quinta que se produce en Euskal Herria. No ha trascendido la identidad de la familia ni el día exacto, pero sí que el juez ha dado autorización para que se proceda a ello.

Médicos ofrecen información detallada de los historiales

SOS Bebés Robados lanzó el dato. Según la asociación, en la década de los setenta en Gipuzkoa fallecían el 30% de los recién nacidos. Esto es, morían uno de cada tres. Esta información ha sido desmentida rotundamente por fuentes de Osakidetza, al tiempo que se preguntan en qué se han basado para aportar este porcentaje.

Lo cierto es que las tasas de mortalidad no se contabilizan en tantos por cien, sino en tantos por mil. Según un informe realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 1974 en el territorio guipuzcoano los niños que murieron al nacer o nacieron muertos ascienden a 17'35 x 1.000 recién nacidos vivos. Ese mismo año, nacieron en Gipuzkoa un total de 12.277 niños, según INE.

En cuanto a los historiales clínicos, Osakidetza hace semanas que, tal y como confirmó, facilita a las familias la documentación para poder poner las denuncias. Actualmente, y según han confirmado a GARA, además de ofrecer todos los informes, están atendiendo a las familias que así lo deseen para explicar de manera detallada toda la información que contienen los historiales. Hay incluso, afectados que se han quedado «tranquilos» después de atender a las indicaciones ofrecidas por los facultativos.

En el caso de los Losa-Ocáriz, la familia ha conseguido el historial médico al completo hace dos semanas. Según Cecilia Losa, los papeles muestran «irregularidades». «En unas hojas no sale ni nombre ni nada, pero si te guías de lo que pone en el informe médico está claro que fallece, si ahí no nos cabe la menor duda de que pueda fallecer, de hecho mis padres procedieron a enterrar una caja vacía...», cuenta. Pero, por otro lado, destaca que son varias las causas de la muerte detalladas, como «problemas de pulmón o una hemorragia cerebral».

La familia se atiene al informe forense oficial que la jueza les dio 24 horas después de la exhumación practicada el 10 de enero, donde consta que en el féretro no había restos biológicos. Mientras tanto, la investigación de este caso sigue su curso. En este punto Cecilia añade que es el juez quien determinará los pasos a dar de aquí en adelante. La familia, por el momento, tiene dos documentos oficiales y contradictorios, donde el primero certifica la muerte del bebé, y el segundo confirma que no hay restos óseos. GARA

COMISIÓN

El Parlamento de Nafarroa creará una comisión de investigación en torno a los niños que supuestamente fueron robados al nacer. Son 26 los familiares que demandan descubrir la verdad de sus bebés y cinco los adoptados que buscan a sus padres biológicos.

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