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Alvaro Reizabal | Abogado

El expolio de «Egin»

Hoy hemos tenido ocasión de acceder nuevamente a las instalaciones y el espectáculo es desolador: las puertas abiertas, suelos y cables arrancados, goteras, techos caídos, fango por el suelo... Como después de un bombardeo, vamos

Volvíamos de Madrid de un juicio en el que el acusado había denunciado torturas y en el que existían lesiones que objetivaban la existencia de malos tratos. En la carretera adelantamos a un gran número de vehículos policiales, en dirección a la «guerra del norte». No es que en este país pueda uno extrañarse de la presencia de grandes contingentes policiales. Todos los días es patente su presencia, revestida de los mas diversos colores, sin que pese a ello pueda decirse que constituyan el arco iris, si acaso la serpiente multicolor. Pero lo que veíamos aquel día era algo desmesurado. Y nos preguntamos cuál sería la causa de semejante despliegue. La respuesta llegó de madrugada con el inquietante ruido del teléfono cuando suena a horas intempestivas: un gran contingente policial -se habló de doscientos uniformados- había entrado en la sede de «Egin», comandado por el juez Garzón. Allá que nos fuimos a tratar de saber a qué se debía semejante despliegue. Negativa en redondo a cualquier explicación. El periódico y la radio precintados, la rotativa inutilizada en un registro que duró varias horas y las libertades de expresión e información por los suelos. La única aclaración de lo ocurrido llegó, cómo no, desde Turquía, donde Aznar se jactó del operativo, preguntando si alguien pensaba que «no nos íbamos a atrever».

Han pasado casi 15 años desde aquel 15/7/98 aciago, en que Garzón en persona se incautó de las instalaciones del Polígono Eziago y nombró un administrador judicial para las empresas del grupo, cuyo cometido había de ser gestionarlas y velar por la integridad de su patrimonio, al haber sido cesados y encarcelados sus administradores naturales. En julio de 2003 se acordó el desprecinto de las instalaciones, lo que nos permitió acceder a su interior y comprobar el abandono de las mismas y su mal estado de conservación, así como la desaparición de diversos objetos de valor.

Acudimos con un notario y se hicieron fotografías y un video de los que se dio traslado al administrador para que diera una explicación de lo ocurrido, explicación que nunca llegó, más allá de echar la pelota al tejado del órgano judicial. Ahora, estamos reclamando que rinda cuentas de su gestión y elabore un informe final con explicación del destino dado a las importantes sumas de dinero existentes en las cuentas del grupo, del motivo por el que no se ha hecho un mantenimiento de las instalaciones, habiendo fondos para ello, y otras cuestiones semejantes. Hoy hemos tenido ocasión de acceder nuevamente a las instalaciones y el espectáculo es desolador: las puertas abiertas, suelos y cables arrancados, goteras, techos caídos, fango por el suelo... Como después de un bombardeo, vamos.

Y nadie quiere saber nada, nadie se hace responsable del caos, de la destrucción de un patrimonio que fue haciéndose a base de aportaciones populares de miles de cuentas partícipes.

El elefante del aparato del Estado sigue suelto en la cacharrería de Eziago.

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