Euroliga Cuartos de final
Panathinaikos podrá decidir su eliminatoria en el OAKA
Maccabi pagó el escaso acierto en el triple ante un PAO que supo ir en cabeza.
MACCABI 69
PANATHINAIKOS 78
Arnaitz GORRITI
El OAKA de Atenas vivirá el desempate entre Panathinaikos y Maccabi de Tel Aviv. Los vigentes campeones de la Euroliga lograron forzar el desempate en un abarrotado Nokia Arena -La Mano de Elías- que acabó en silencio ante los de Zeljko Obradovic, que mostraron el temple que les había faltado en los dos anteriores envites.
El cuadro ateniense se valió del pésimo porcentual en el triple de los macabeos -4 de 23, un 17%- para igualar una serie que se le había puesto muy cuesta arriba. Jugando con cabeza fría, dando el balón a Calathes -15 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias- y Diamantidis -12 tantos y 4 rebotes-, los helenos supieron contrarrestar los arranques de garra de los israelíes.
A partir del segundo cuarto, el PAO se colocó en cabeza, 36-41 al descanso, y casi no lo volvería a soltar. Con jugadores del banquillo como Jasikevicius -13 puntos, y un par de jugadas de posteo y control del cuerpo realmente maravillosas- y Kaimakoglou -12 tantos y 7 rechaces- aportando en todo momento, Panathinaikos siempre tuvo un poco más de aire en los pulmones, a diferencia de un Maccabi donde el banquillo solo aportó 13 tantos. Mención especial para Schortsianitis, borrado con un -5 de valoración, realizando cuatro faltas en 8 minutos.
Demond Mallet, la gaseosa
Aun y todo, el Maccabi de Tel Aviv tuvo un último cartucho por quemar, y casi le salió bien. Ya que sus tiradores habituales no atinaban, David Blatt sacó a Demond Mallet -exjugador, entre otros equipos, del Joventut de Badalona- y gracias a un triple suyo y una «bombita» del exbaskonista Eliyahu, el cuadro hebreo se adelantaría 65-64 mediado el último cuarto.
Pero el experimento fue como la gaseosa. El PAO explotó mejor las debilidades de su rival y entre Kaimakoglou y Diamantidis machacaron al Maccabi desde la línea de tiros libres. Mientras, los de Blatt intentaron el imposible a base de triples que se estrellaban continuamente contra el aro.
El Maccabi de Tel Aviv es un equipo distinto. Tan distinto, que ni es europeo, pero consideraciones y «fruslerías geográficas» aparte, hay que reconocer que mirar alrededor de su banquillo no deja de ser un espectáculo en sí mismo.
Desaparecido para siempre el incalificable Moni Fanan -exvicepresidente y general manager del cuadro macabeo, suicidado en 2009- y con la salida del histriónico -como mínimo- Pini Gershon, el presidente Shimon Mizrahi es el elemento más «pintoresco» de la segunda fila del banquillo que preside el técnico hebreo-estadounidense David Blatt.
Lejos del palco, el presidente Mizrahi vive los partidos como un aficionado más: gesticulando, levantándose y protestando como si de un hooligan se tratara, aunque se le pudo ver más abatido cuando el Panathinaikos dio su arreón final.
Mientras, en el banquillo, el exjugador Derrick Sharp ha cedido su eterno número 6 por el traje y la corbata, aunque se le vio ávido por saltar a la cancha. A. G.