Tras un Aberri Eguna donde unos reivindicamos la independencia de Euskal Herria y otros simplemente mas autonomía para tres provincias, hemos visto de nuevo que aquí todo vale y que las leyes pueden ser más duras para quien, como protesta, lanza una tarta que para quien, disfrazado para la ocasión, envía un pelotazo mortal a un joven desde la seguridad de su anonimato.

Y es que aquí, donde todo es desmesurado o difícilmente valorable, las leyes no solo no sirven para garantizar la justicia, sino que incluso pueden justificar de manera grotesca el uso de la violencia legal.

En ello son artistas algunos políticos de derecha extrema, que pueden soltar chistes de mal gusto contra trabajadores que ejercen el derecho a la huelga, como ha hecho Urkullu, y de su mismo partido surgen también graciosos competidores, citando animales con similitudes a los de la izquierda abertzale, cuando ellos mismos, monstruos del transformismo político, ni tan siquiera se pueden catalogar como especie conocida. Hoy independentistas en Euzkadi, mañana regionalistas en España, donde han de vivir cómodos y hacer negocios. ¿Por qué será que a los de derechas les da por el chiste y el humor en un momento tan serio como el que vivimos?

Pero además de la desproporción y el abuso, está también la realidad de solicitar duras penas para nuestros jóvenes, para quien expresa su enfado contra una infraestructura que desgarra nuestra tierra a favor del negocio cementero de unos pocos, la imposición legal, puesto que no nos han pedido nuestra opinión sobre el TAV. Y es esta absurda realidad la que ha merecido más atención informativa que la del joven muerto tras un partido de fútbol en Bilbo.

Así nos tratan también los medios de comunicación que ven en un aurresku una exhibición de lucha, quienes ven nuestra cultura y lengua como una imposición, quienes son incapaces de plantear alternativas a un pueblo que como nadie quiere la paz y poder elegir su futuro. Medios que deberían simplemente informar y decir la verdad.

España y los mamporreros autóctonos que todo lo resuelven con violencia o con imposición son simplemente incapaces de respetar nuestros deseos. La muestra, los hechos a los que me remito y de los cuales saco la conclusión de la falta de valentía de quienes durante años también han mantenido, protegido o impulsado a estos monstruos que desgarran vidas, detienen y castigan con prisión la disidencia, persiguen a los que hablan de paz con mayúsculas o a los que simplemente ejercen el derecho a reivindicar sus derechos.

Lo dicho, hoy solo siento rabia por lo que vivimos y deseo de todo corazón que cuanto antes seamos libres de decidir nuestro futuro. Ciertamente, España nos hunde, pero también quienes solo son capaces de hacer bufonadas en fechas concretas y son copartícipes de la represión que muchos sufren durante años.

No es la primera vez que estas cosas suceden, y habituarnos a ellas solo hace que olvidemos de dónde venimos y a dónde hemos de ir. Quien busque rencor en este escrito esta muy equivocado, solo pido algo de dignidad y capacidad para que de una vez por todas llamemos a cada cosa por su nombre.

Aun recuerdo que hace unas semanas, a pocos días de la huelga, los ertzainas se manifestaban pacíficamente por las calles con la seguridad de quien ve respetados sus derechos. El día de la huelga un joven fue alcanzado por un pelotazo tal vez disparado por alguno de aquellos manifestantes, y hoy estoy hablando de Iñigo. Cómo no, hay responsables y espero que reciban la aplicación de la justicia que claman. De lo contrario, seguiré viendo lo que hasta ahora, ninguna voluntad de cambio y unos cómicos baratos incapaces de hacer lo que este pueblo les demanda. Menos chistes y más actuar.