Manuel Santacruz García
Hay cosas que no cambian
Catorce de enero de 1975. Un grupo de trabajadores de Potasas de Navarra lleva encerrado en las galerías de las minas creo recordar que más de 20 días, por problemas laborales con la empresa.
La situación y salud de estas personas era más que preocupante y ese día se organiza una marcha a una de las bocas de la mina para arropar y sacar a los encerrados. Más de 7.000 personas de todas las edades, clase trabajadora, familiares, hombres y mujeres, niñas y niños acudimos al lugar.
La represión policial fue salvaje, fue una batalla campal donde los uniformados tenían las armas y las personas que acudimos solo teníamos las manos.
Tres personas fuimos heridas de gravedad y evacuadas al hospital. Uno de los días que estuvimos ingresados, yo salí de mi habitación y fui a ver a una moza que había recibido un pelotazo en la cabeza, además de un culatazo con el fusil. El otro herido sufrió el impacto de un bote de humo, que le dejó todo el frontal de la cara destrozado. Cuando volví a mi habitación, unos enfermeros me cogieron en volandas y me llevaron a toda prisa. Dentro de la habitación estaban dos médicos que me echaron una fuerte bronca porque, según me dijeron, los pasillos del hospital estaban «llenos» de policías buscando a los heridos de la masacre y me dijeron que los tres teníamos prohibido salir de nuestras habitaciones, para evitar ser identificados por la Policía.
¿A qué viene esta historia? Pues a que, tras seguir estos días las noticias sobre la entrada de la Policía (ertzainas) en el hospital de Santiago de Gasteiz el 3 de marzo, identificando a los presentes en la sala de urgencias, se llega a la conclusión de que después de 37 años de aquel 1975, que aún vivía Franco, los métodos policiales no han cambiado por muy autónomos que sean, y de que los uniformados, sean los que sean, siempre defienden a los mismos.