CRíTICA: «La pesca del salmón en Yemen»
La comedia inglesa se deslocaliza
He intentado encontrar en «La pesca de salmón en Yemen» algo que recuerde a la comedia inglesa de los estudios Ealing, pero no doy con ello. Muy al final, cuando el protagonista habla de recuperar el fracasado proyecto oficial al que alude el título de la película, reconoce que para sacarlo adelante deberá hacerlo más participativo. Pero esa sería otra historia, más propicia para el carácter coral que tenían aquellos clásicos que nunca perdían la perspectiva de la crítica social. Es lo que ha faltado, precisamente, en este intento de aportar al humor inglés un tema exótico, provocando con ello su deslocalización.
Todo empieza con la labor de dirección de Lasse Hallström, un cineasta sueco que se ha pasado demasiados años en Hollywood y que no da con el necesario tono british, ni con las actitudes colonialistas del pasado a ridiculizar. Se le ve como a un pez fuera del agua y utilizo tan evidente metáfora porque todas las existentes en relación con la pesca parecen haber sido incluidas en los diálogos, que, de tan repetitivos, pierden gracia para la media hora de proyección.
«La pesca de salmón en Yemen» podría haber sido más divertida de lo que lo es con un mayor espacio para la sátira política, la cual dota de un ritmo vivo a la narración en los momentos en que está presente. Sin embargo, acaba sucumbiendo ante el romance interpretado por Ewan McGregor y Emily Blunt, que frena la acción en favor de una historia de amor más dramática, debido a que él esta casado y ella tiene un novio que ha sido dado por desaparecido en una operación militar en Afganistán.
Menciono el dato porque el tratamiento que se da a la actualidad del mundo árabe es muy tópico: el jeque yemení que pone los petrodólares para el absurdo proyecto representa el aperturismo y el progreso, mientras que los integristas que lo sabotean quieren volver a la Edad Media.
La escena en que abren las compuertas de la presa carece de espectacularidad y está mal resuelta, justo debido a la falta de agua que no parece importarle al caprichoso jeque.