CRíTICA: «Martha Marcy May Marlene»
La vida fuera y dentro de una secta criminal
Mikel INSAUSTI
En lo que llevamos de año ya nos han llegado dos óperas primas independientes de las que dejan profunda huella, y ambas responden a ese cine minoritario que procede del Festival de Sundance. Después del impacto recibido con «Take Shelter» y, sin apenas tiempo para reponernos, sobreviene la terrible angustia vital que crea en el ánimo del espectador «Martha Marcy May Marlene», una película más inquietante y turbadora que todas las creaciones recientes de terror juntas.
Sospecho que el primer largometraje de Sean Durkin es así de desasosegante, porque nunca cae en los trucos y efectismos fáciles del cine de terror, a los que se prestaba de entrada un argumento lejanamente emparentado con «Presa de la secta». Tampoco opta por el nihilismo violento de un Haneke, y eso que no faltan momentos propicios para el victimario burgués de «Funny Games». No, la estrategia del sibilino Durkin es mucho más sutil que todo eso, al jugar con la amenaza que no cesa, que siempre está ahí, debido a que los traumas mentales de la joven protagonista, desquiciada tras su paso por una secta criminal, no se van a solucionar de un día para otro, o incluso puede que se agraven y sea irrecuperable para la sociedad.
La estructura narrativa de «Martha Marcy May Marlene» es todo un prodigio, más aún habiendo sido desarrollada por un debutante. Durkin consigue crear un tiempo puramente mental, que está en la cabeza de la estelar Elizabeth Olsen, que se revela como gran actriz de futuro, más allá de la fama televisiva de sus hermanas gemelas. Es como si quien la dirige fuera un alumno aventajado de Roman Polanski, capaz de dar un paso adelante en el retrato femenino bajo presión psicológica insuperable. Ella nunca cuenta lo que le ocurre a la hermana y el cuñado que la acogen en su casa del lago, por lo que se mantiene conectada con un pasado traumático que se proyecta sobre su inestable tiempo presente, viéndose abocada a la locura de un proceso paranoico, cuyas imágenes pesadillescas pasan desapercibidas a las personas que ignoran el origen de su drama interior, y que no saben cómo ayudarla.