El otro día, tomando un café con un militante independentista, de esos que suelen aparecer cuando vas a tomar un café, coincidimos en constatar que de un tiempo a esta parte se ha producido una especie de eclosión social y que, de repente, a muchísima gente le han entrado ganas de participar en todo tipo de seminarios, charlas y mesas redondas que, del mismo modo, se han multiplicado en los últimos meses. Es como si después de bastantes años de recogimiento forzoso, en los que el sector más dinámico de este país se ha visto obligado a hacer piña y encerrarse en sí mismo, el nuevo escenario hubiera desatado las ganas de aprender, participar y aportar.

Del mismo modo, compartimos la satisfacción de comprobar que ante esa necesidad de conocer y explorar nuevas ideas, ha surgido -no es que haya brotado de la nada, estar estaba- una hornada de periodistas, escritores, filósofos, etc. de nuestra misma generación que están haciendo aportaciones muy interesantes y publicando trabajos que dentro de unos años serán referenciales.

Gente que está haciendo una gran labor intelectual, de búsqueda y exposición de nuevos retos, y que ha optado por permanecer lejos del eslogan facilón y de la comodidad de actitudes gregarias siempre tan tentadoras y, no nos vamos a engañar, bastante habituales. Y lo cierto es que nos sentimos reconfortados, en una especie de reafirmación generacional.

La nuestra es una generación que un consejero de Interior marcó para siempre con una letra maldita que no existe en euskara y que es más propia de estados rescatados o a punto de entrar en quiebra. Una generación que, como otras antes y después, ha visto cómo uniformados de todos los colores se llevaban a muchas y muchos de sus compañeros. A alguno de ellos, para siempre. Tampoco son pocos los que se han visto obligados a cogerse unas vacaciones forzosas y pirarse sin hacer la maleta. Por cierto, os echamos mucho de menos.

En definitiva, una generación que, igual que todas las que han sido en este pueblo, ha sabido encajar los golpes, levantarse y madurar para asumir la responsabilidad que le corresponde.

La primavera empieza a asomar por mucho que algunos insistan en seguir acantonados -y acartonados- en sus cuarteles de invierno. Eutsi eta aurrera!