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Hollande o el keynesianismo sin Keynes

Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Mucho se está especulando en torno a las consecuencias europeas de un eventual triunfo de Hollande en las presidenciales francesas del 6 de mayo.

La opinión publicada en países como España está presentando al candidato del PS como una suerte de Juana de Arco, agazapada tras una imagen de burócrata gris pero que nos salvará de los nuevos normandos, capitaneados -ironías de la historia- por la sajona Merkel y su política de ajustes.

No parece, a la luz de la primera vuelta, que el electorado francés comparta esta creencia. Tampoco la biografía de Hollande, un socialdemócrata reformista, permite hacerse muchas ilusiones. Si finalmente vence, lo único que quedará confirmado es el hartazgo que inspira Nicolas Sarkozy, un hastío que ya le impidió el domingo -al contrario que en 2007- pescar en el electorado, amplio pero estable, de la extrema derecha del FN.

Gane Hollande o -más improbable- Sarkozy, lo que no es descartable es un giro, siquiera de matiz, en la política económica de la UE. Pero no por la capacidad francesa -que se ha demostrado nula- para mover a Berlín, sino por exigencias del propio guión.

Las curas de adelgazamiento en Irlanda, Grecia, Portugal, Italia y España (en este último caso iniciada por Zapatero -compañero de filas de Hollande, no se olvide-), ya han surtido sus efectos. Sus estados de bienestar y sus fuerzas laborales están en los huesos pero no interesa que sus economías mueran de pura inanición. Quizás esté sonando la hora para flexibilizar las exigencias de control del déficit y, así, tratar de impulsar el crecimiento. Un crecimiento cimentado en tierra quemada. Key- nesianismo sin Keynes.

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