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Josuren Murgizu Bakaikoa | Miembro de Intxorta 1937 Kultur Elkartea

Intxorta en nuestra memoria, y también en la de ellos

 

En la tarde del 24 de abril de 1937, un enjambre de tropas de toda clase, acompañadas de nuevas y desconocidas armas, al mando de C. Alonso Vega, las cuales llevaban cuatro días intentando romper las defensas vascas en los Intxortas, tomaban Elgeta tras la ruptura del frente a la retaguardia de sus defensores.

75 años después, las mismas unidades del ejército que operaron entonces, han vuelto a tomar la pequeñita y recurrente estratégica villa guipuzcoana de Elgeta. Pero, claro, lo han hecho bajo evidente nocturnidad y humillante alevosía, protegidos, eso sí, entre las sombras de una fría y lluviosa madrugada. Evidentemente, no han encontrado defensores que les hicieran frente. Solo unas trincheras vacías y expuestas al recuerdo que, al parecer, les lastima y padecen todavía.

En aquel aciago y siniestro día que ahora ellos nos devuelven nostálgicos a la memoria, sus progenitores disfrutaron de 48 horas de carta blanca. Luego vinieron los asesinatos de gudaris y milicianos rendidos, el saqueo y las violaciones de jóvenes muchachas cuyo pecado fue alimentar a los defensores, a los que conocían y, seguramente embele- sadas, miraban como enamoradas a un joven de su edad, defensor de sus ideales.

Intxorta está en nuestra memoria, pero también en la de ellos, porque hoy sabemos de sobra que este ejército que, como entonces, nos «protege», nos ha visitado de nuevo de noche, ocupando de nuevo Elgeta y rememorando aquel Glorioso antecesor que lo hiciera hace 75 años, recordando de nuevo a sus muertos y a los que jamás oficialmente han reconocido aquella efeméride. La historiografía franquista nos ha ocultado siempre sus verdaderas bajas y ha disfrazado de victoria lo que en realidad fue una brutal carrera militar y sucesivas derrotas de un inútil, chulesco y africanista compañero de armas de Franco. Camulo le llamaban sus propios hombres.

Batallón Flandes nº 5, Regimiento América nº 23, Batallón Cazadores de Melilla y Batallón de montaña Sicilia fueron algunas de la unidades que bajo su mando, conquistaron a costa de mucha sangre aquel duro hueso de pelar a pesar de su aplastante mayoría. Y estas mismas unidades nos siguen sonando, pues aún perviven y mantienen vivo el pasado de sus progenitores al tiempo que nos vigilan desde sus cercanos cuarteles y a veces también nos visitan y recuerdan en los escenarios en que hemos recuperado un pasado que les duele.

Por lo menos cuatro comandantes, siete alféreces, tres tenientes, dos capitanes, dos brigadas, tres sargentos y dos cabos de las citadas unidades dejaron sus vidas en las laderas de Asentzio y aledaños, y nos dan muestra de la tenaz resistencia de gudaris y milicianos. Si sumamos las más de 2.000 bajas entre su tropa, este dato añade más dramatismo a su particular historia, que mantienen viva a día de hoy en otros lugares de destino al son de unas falsas misiones humanitarias como Bosnia, Irak o Afganistán.

A estos herederos de aquellas unidades franquistas que tanto daño hicieron entonces, recordarles que sabemos de sobra que los recuerdan y protegen, pero les animamos a que de una vez acepten y graben en sus patios de armas y en su historial militar que un grupo reducido de gudaris y milicianos voluntarios, bisoños y mal armados pero, utilizando un término muy español y castrense, «con dos cojones», les infligieron una tras otra varias y humillantes derrotas en aquel duro mes de abril del 37. Que nos dejen en paz y asuman de una vez para siempre en su currículum su afligida, doliente e insuperable derrota.

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