Con los nervios a flor de piel por la gala y por que le vea su familia, el solista del Ballet Nacional de Polonia Carlos Martín (Donostia, 1977) se encuentra muy a gusto en casa, donde no había venido desde el verano pasado. «La verdad es que no he tenido tiempo de pensar en el premio. He tenido mucho trabajo, no he tenido días libres en muchos meses. Es cuando he llegado aquí cuando he empezado a pensar y me he puesto nervioso. Me hace mucha ilusión, claro. Es mi ciudad y que se reconozca que estoy haciendo algo es gratificante», declaró.

«Va a ser la primera vez que bailo aquí, después de tantos años trabajando, y es importante. ¡Tiene que salir todo perfecto!», exclamaba en la entrevista que mantuvimos antes de la entrega de premios, entre ensayo y ensayo para la celebración del Día de la Danza que tendrá lugar hoy, a las 19.30 en el teatro Victoria Eugenia.

Por un lado, bailará un paso a dos junto con Yuka Ebihara, compañera del Ballet de Polonia. Representarán una relación sentimental: «Se conocen, se enamoran, se pelean, se reconcilian... La vida cotidiana en una pareja». La segunda pieza que interpretarán será un solo que ha creado su director expresamente para él. «Quiere enseñar mi carácter: aparentemente tranquilo, que puede parecer triste en algunos momentos, pero contento a la vez». La pieza se llama «Para Carlos».

Martín admitió que los ensayos han sido muy duros. «He tenido que ensayar en los momentos libres, ya que tenía mucho trabajo de la compañía y otros trabajos que tengo aparte. Lo bueno de esta última pieza es que como es mi carácter, es una faceta que no tengo que ensayar. En la otra, aparte de los pasos, hay que ensayar también el carácter. Enseñar cuándo estás enamorado, cuándo enfadado... Yuka y yo tenemos una conexión muy buena; es fácil trabajar con ella. Aunque es la primera vez que hace este estilo, lo ha cogido enseguida».

Juan Carlos Santamaría

En la gala también estará Juan Carlos Santamaría (Donostia, 1964), premiado como Martín, en su caso por su dedicación a este arte. Será su despedida. Ha vuelto a Euskal Herria con su grupo, Santamaría Compañía de Danza, para ofrecer su última actuación. Martín no había oído hablar de él, se fue de aquí con 14 años y no tiene muchas noticias de los bailarines vascos. Sin embargo, le da pena que Santamaría vaya a dejar la compañía. «No hay muchas compañías por aquí y cada vez que se pierde una es una lástima».

Esta gala le servirá a Martín como encuentro con las compañías y artistas de aquí. Estarán, entre otros, Malandain-Biarritz, Aukeran (Donostia), Kukai (Errenteria), Dantzaz y Acroindar (ambas de Donostia), Rebeca Falcón (Bilbo), Fabian Thomé (Donibane Lohizune) y los bailarines del conservatorio de danza José Uruñuela, de Gasteiz.

Martín solo tenía noticias de Dantzaz, aunque no les ha visto nunca. Solo los vídeos que le ha pasado un coreógrafo polaco, y la verdad es que le gustó muchísimo cómo se mueven y las cosas que hacen. Tiene ganas de verles e interés en saber qué presentará cada compañía y artista. Como hemos comentado, este bailarín es solista en el Ballet Nacional de Polonia. No es la primera vez. Lo fue en el K-Ballet de Japón, también en los Estados Unidos. «No hay muchos extranjeros que consiguen ser solistas. Pero nada de lo que consigo me parece especial, he hecho las cosas que me gustan».

Este artista abarca todo tipo de estilos, desde el clásico hasta el contemporáneo. «Tuve una temporada, por ejemplo en Japón, en la que bailaba todos los clásicos. Pero hay un momento en que te aburres de hacer siempre lo mismo, son los mismos pasos con diferente música, y lo que más me gusta es hacer moderno, moverme de manera diferente y probar nuevas cosas. En esta compañía de Polonia estoy muy bien, porque me dejan bailar todo lo moderno, también los clásicos. Pero lo bueno es que me dejan moverme en estilos diferentes».

«Mi día a día es muy duro -nos contó el artista en un breve impás para tomar un café con leche-, porque aparte de trabajar con la compañía soy asistente de un coreógrafo. También trabajo con el Ministerio de Educación, con un grupo de amateurs. Entonces, normalmente trabajo siete días a la semana, diez u once horas al día. El primer día que voy a tener libre en mucho tiempo es el lunes [mañana] y tengo ganas de estar con la familia».

Antes de adentrarse en este mundo del ballet, probó muchas cosas. «Al principio yo quería bailar como Michael Jackson. Entonces, empecé en una academia a intentar bailar como él. Pero después vi ballets clásicos como Julio Bocca, esos saltos, esos giros, y decidí: es eso lo que tengo que hacer. Desde entonces, lo único que quiero es bailar».

Primero estudió un año en una academia privada y después fue al Conservatorio Municipal de Danza de Donostia, donde aprendió con Peter Brown durante otro año. «Entonces ya salí a aprender de verdad a la Escuela de John Cranko de Stuttgart». Debutó como bailarín profesional en 1995 en el Ballet de la Ópera de Dresde.

«Los últimos años en Alemania estaba bastante mal y quería irme. Por suerte, una excompañera mía, que era principal en el Ballet de Dresde, empezó a trabajar en Japón, en el K-Ballet, le habló al director de mí, le enseñó unos vídeos y al director enseguida le encantó cómo bailaba y me llamó. Al día siguiente hice ya el visado y me fui a Japón. Fue una experiencia genial: muchísimo trabajo, pero muchos papeles buenos. Sobre todo en clásico me dieron muchísimas oportunidades. Pero tras dos años decidí de nuevo que era hora de cambiar».

Aprendiendo cosas nuevas

De Japón a Florida. Allí, en el Sarasota Ballet, estuvo bien, «porque la mentalidad era muy distinta, había mucha actuación: unos días tenías que estar triste, otros alegre...». No obstante, tenían muy pocas actuaciones y profesionalmente se sentía «un poco encadenado». Pensó que prefería una compañía grande que bailara mucho, y entonces se fue a Polonia.

«Hemos tenido una trilogía bíblica, muy moderna, nos queda una actuación; hemos estado haciendo «Tristán»; ya estamos ensayando «La Cenicienta» para el mes que viene; estamos haciendo «La Consagración de la primavera»... Hay muchísimos ballets, todos a la vez. Tenemos igual tres actuaciones de uno, cambiamos a otro, luego volvemos a este más tarde... Siempre hay que hacer cosas nuevas, entonces, no te aburres».

Martín ya está contento con lo que ha hecho, le han dado los papeles que quería hacer en clásico, está bailando los papeles que le gustan en moderno... «Hay gente que quiere lograr ser principal, ser una estrella. A mí esas cosa no me importan, si tengo la opción de salir al escenario y bailar lo que me gusta».

Lo que más le gusta es expresar sentimientos, aunque sean abstractos. Le gusta que la gente diga: «Mira, estaba llorando, estaba feliz...». Que vea que está haciendo arte, no solamente un deporte. Con lo que distruta de verdad es actuando y poniendo sentimientos a lo que hace.