Casas encantadas, habitadas por los que nunca fueron invitados
Los recientes estrenos de «La mujer de negro» y «La maldición de Rookford», unidos al éxito de la teleserie «American Horror Story», confirman que a pesar de la crisis galopante que padece el sector inmobiliario, todavía existen inquilinos dispuestos a pagar una suma de dinero por vivir entre paredes que, al caer la noche, descubren los celosos secretos que legaron sus anteriores propietarios.Koldo LANDALUZE | DONOSTIA
Todo un erudito en cuestiones de lo fantástico como Chicho Ibáñez Serrador llegó a afirmar que la principal virtud del terror radica en que permite reencontrarnos con nuestra niñez perdida; sentimos esos miedos primigenios que nos asaltaban cuando, al caer la noche, debíamos recorrer los pasillos de nuestra casa y nos sobrecogían los movimientos de una cortina o las sombras que nos aguardaban al doblar la esquina del cuarto de baño. Esta sensación de miedo se acrecienta cuando es en la seguridad de nuestra casa cuando intuimos que algo extraño está alterando nuestra rutina cotidiana y que ese crujido que nace de entre la oscuridad de nuestra habitación o ese ligero soplo que sentimos en nuestra nuca nos obliga a dejarnos llevar por la inquietante sensación de que no estamos solos.
Desde tiempos muy lejanos siempre se ha hablado de las llamadas casas encantadas, cuentan las crónicas que el filósofo Atenodoro se hizo con una casa cuyo precio era muy barato debido a que sus anteriores inquilinos no podían dormir en ella. La literatura, sobre todo el género gótico británico, siempre ha alimentado estos desarreglos domésticos con la inclusión de fantasmas que siempre acechaban al lector desprevenido o bien reconvertían la propia casa en un personaje más dentro de una trama que siempre subvertía las normas de la coherencia. El cine no fue ajeno al suculento reclamo que nacía de estos miedos primigenios: sentir que el enemigo se encuentra en nuestra propia casa y esta se convierte en escenario de nuestra más terrible pesadilla. De esta manera y desde la penumbra de las salas de cine, damos rienda suelta a nuestro voyeurismo declarado para sentir los miedos ajenos de quienes se alojan en casas habitadas por aquello que no ha sido invitado.
El esquema argumental siempre mantiene unas líneas maestras que apenas admiten variaciones: un grupo de personas se reúne en una casa lastrada por su mala fama y pretende averiguar el origen de su triste celebridad. Tras un comienzo calmado en el que la casa muestra su aspecto más afable, la trama adquiere su crescendo dramático en cuanto se escenifica el enfrentamiento entre los inquilinos y los entes que habitan la casa. El epílogo de estas historia varía ya que no siempre los inquilinos recuperan su cordura perdida y la casa marca una muesca más en su catálogo de víctimas.
En 1932 apareció «El caserón de las sombras» (The Old Dark House), de James Whale. Se trata de un filme amable dirigido por el padre cinematográfico de la criatura de Frankenstein y que alternaba comedia y terror. Tras esta tarjeta de presentación, el cine ahondó mucho más en las posibilidades terroríficas con una de las grandes obras maestras de este subgénero, «La casa encantada» (The Haunting), dirigida por el todoterreno Robert Wise en el año 1963. El autor de películas como «West Side Story» subrayó con maestría la inquietud que provocaba la propia fisonomía de la mansión gracias a una magistral fotografía en blanco y negro y unos planos contrapicados que acrecentaban la sensación de amenaza en el espectador. Esta adaptación de la novela homónima de Shirley Jackson dictaría las líneas maestras de las futuras realizaciones.
En 1973 tenemos otro clásico, pero este es mucho más convencional. Richard Matheson adaptó su propia novela, «La casa infernal» y fue rebautizada como «La leyenda de la mansión del infierno» (The Legend of Hell House, John Hough). En esta oportunidad el grupo de valientes inquilinos que decide pasar una semana en el caserón está compuesto por dos médiums encarnados por Pamela Franklin y Roddy McDowall, un científico escéptico y su esposa. La novela describe más episodios sobrenaturales y la biografía del terrible Mr. Belasco es más pavorosa, pero la película sabe reflejar el ambiente malsano, oscuro y perverso que emana de las paredes lujosamente amuebladas. Se repite el esquema de vampirización hacia los personajes, centrándose en el más vulnerable -Pamela Franklin, tan víctima predestinada como Julie Harris en »The Haunting»-. Nuestra siguiente parada por nuestra inquietante guía inmobiliaria es «Terror en Amityville»(The Amityville Horror, 1979, Stuart Rosenberg). El argumento adaptó una supuesta historia real protagonizada por la familia Lutz: Ronald DeFeo, el hijo mayor de la anterior familia propietaria de la casa, asesinó a sus hermanos y a sus padres una noche de noviembre. Tras la tragedia la casa quedó en venta, y los Lutz la compraron a muy buen precio, pero no pudieron permanecer allí ni un mes, ante la avalancha de fenómenos sobrenaturales que sucedían a todas horas. El reclamo publicitario de «Basado en un caso real» se tradujo en unas recaudaciones millonarias y a pesar de su mediocridad, está considerada como un clásico de cine de terror moderno.
En el año 1979 se rodó una de las películas más destacadas de este subgénero, «Al final de la escalera» (The Changeling). Dirigida por Peter Medak, esta antológica realización que todavía hoy provoca más de un sobresalto, ha quedado fija en la retina del espectador gracias a la gran interpretación de George C. Scott y la iconográfica escena de la pelotita que cae peldaño a peldaño por una escalera.
Para los amantes del cine de fantasmas, este filme de Medak figura en lo más alto junto a la no menos magistral adaptación que Jack Clayton realizó de la novela de Henry James «Otra vuelta de tuerca» y que llevó por título «Suspense» (The Innocents). Filmada en el año 61, esta crónica fantasmal protagonizada por la institutriz puritana a la que dio vida Deborah Kerr, ha pasado a la historia del cine gracias al sutil tratamiento de las presencias fantasmales que fueron fotografiadas en blanco y negro por el maestro Freddie Francis. Llegado a este punto, y después de sobrevivir a tanto sobresalto, nada mejor que tomar unas merecidas vacaciones en el emblemático Hotel Overlook que primero fue imaginado por el escritor Stephen King y después plasmado en imágenes por Stanley Kubrick en el año 80. La locura sentida por el Jack Torrance encarnado por Jack Nicholson y el recorrido en triciclo por sus interminables pasillos, figura entre lo más recordado de «El resplandor».
Avalado en la producción por Steven Spielberg, Tobe Hooper amplió nuestro complejo residencial habitado por entes con «Poltergeist» (1982) y en el año 99 se estrenó un muy pobre remake de «The House of Haunted Hill» en la que el versátil Geoffrey Rush llevó a cabo un muy entrañable y guiñolesca caracterización de Vincent Price, actor que protagonizó el original filmado por William Castle en el año 58. Al igual que «The House of Haunted Hill», la trama de «Session 9» también transcurre por las salas aparentemente desahitadas de un olvidado manicomio. Dirigida por Brad Anderson en el año 2001, este filme se muestra como sólido ejercicio de cine de terror claustrofóbico enmarcado en un escenario que pone los pelos en punta. Alejandro Amenábar también quiso sacar partido a los beneficios inmobilarios del género fantástico y construyó «Los otros» (2001). Gracias al puntilloso juego de luces y sombras planteado por el maestro de la fotografía Javier Aguirresarobe, esta propuesta goza de un acabado visual irreprochable.
Juan Antonio Bayona nos sedujo definitivamente cuando en el año 2007 nos invitó a ser partícipes de las angustiosas jornadas enmarcadas en aquel fúnebre orfanato en el que los niños continúan jugando al escondite. En la actualidad, las salas comerciales albergan la película dirigida por el irlandés Nick Murphy titulada «La maldición de Roockford» cuya acción transcurre en un internado que será visitado por una mujer escéptica que pretende investigar un caso de posesión. Protagonizada por Rebecca Hall, Dominic West y Imelda Stauton, esta producción de la BBC británica cuenta entre sus principales virtudes con la cuidada puesta en escena y la inquietud que se intuye en la mansión en la que se desarrolla este intento por recuperar el género gótico tradicional.
Para finalizar este recorrido por casas un tanto sospechosas, nada mejor que quedarnos con «American Horror Story», una teleserie estadounidense producida por Ryan Murphy y Brad Falchuck cuya primera temporada centró su interés en las pesadillescas jornadas que comparte una familia en una vieja mansión de Los Ángeles. El gran éxito obtenido, ha propiciado que esta cuidada producción que incluye en su reparto a Jessica Lange, cuente con una segunda temporada que será enmarcada en un hospital siquiátrico.
El gran éxito de «American Horror Story» ha propiciado que cuente con una segunda temporada, enmarcada en un hospital siquiátrico.
Este edificio centenario fue construido entre los años 1880 y 1884. Se trata de un gran bloque de apartamentos situado en la esquina noreste de la calle 72 , en Manhattan, Nueva York. En el año 1967, el cineasta Roman Polanski filmó en sus entrañas «La semilla del diablo» (Rosmary' s Baby). Cuenta la leyenda que pesa sobre este edificio que el sumo sacerdote de la brujería británica, Greald Brossau, se alojó en este edificio y que en el transcurso de una noche ejecutó un ritual maléfico que inspiró a Polanski a la hora de desarrollar su película. «La semilla del diablo» convirtió al Dakota en foco de atención al desvelarse por la prensa las connotaciones mágicas y ocultas que el edificio poseía. Diversos grupos de practicantes de la magia negra y de sectas satánicas se congregaron ante el edificio Dakota para amenazar a Polanski y su equipo e impedir que la película se llevara a cabo, y evitar que su mundo oculto fuera revelado. La leyenda continua con otro de sus singulares inquilinos -Aleister Crowle-, (todo un erudito en lo concerniente al satanismo). Cuando Crowle regresó de un viaje a Egipto, dijo haber recibido las revelaciones de un demonio y que este le había dictado unos textos que dictarían el desarrollo de una nueva era. Dicho texto fue incluido por los Beatles en la portada de uno de sus discos. Inevitablemente, la leyenda negra se acrecienta con el asesinato de John Lennon el 8 de diciembre de 1980 y que sucedió a las puertas de este edificio.
K. L.