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stefan winter | productor musical

«Nuestros discos están orientados a la escucha por individuos, no de masas»

Stefan Winter es una figura peculiar dentro de la industria discográfica. En quince años ha conseguido levantar uno de los pequeños sellos más prestigiosos de Europa y, sin embargo, lo ha hecho enarbolando una filosofía que nada tiene que ver con el lucrarse a toda costa vendiendo discos. Poseedor de espíritu extraordinariamente inquieto y soñador, todos los lanzamientos de Winter & Winter llevan el sello inconfundible de este productor tan poco convencional.

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Mikel CHAMIZO | MADRID

En el 2012, se cumplen quince años de vida de uno de los pocos sellos discográficos que se podrían denominar «de culto». Winter & Winter, con sede en Munich, fue un proyecto personal de Stefan Winter, un productor ligado al jazz que a mediados de los noventa comenzó a olfatear las posibilidades de llevar el género al terreno de la música clásica y viceversa.

Partiendo siempre de elevadas concepciones artísticas, el sello ha publicado algunos de los trabajos más rompedores de la última década, como los proyectos Mahler de Uri Caine, y en su catálogo se codean por igual figuras del jazz como Steve Coleman, Craig Harris o Dave Douglas, compositores contemporáneos como Sciarrino, Kagel y Rihm, y agrupaciones clásicas como el Quartetto Italiano o el Ensemble Modern.

¿Cuál fue la filosofía que impulsó los primeros pasos de Winter & Winter?

Yo me crié en un monasterio que tenía asociada una escuela de música muy buena, en la que impartían clase algunos músicos que más tarde llegarían a ser muy importantes. Crecí con la música de Monteverdi, de Bach... pero esta escuela era muy estricta y cuando salí de ella me vi buscando algo completamente diferente. Descubrí el jazz y me pasé quince años fuertemente conectado con la escena jazzística. A principios de los noventa caí en la cuenta de que, aunque seguía trabajando mucho con músicos de jazz, cada vez trabajaba más con clásicos. Por eso, cuando fundé Winter & Winter, mi idea era juntar los extremos en el mismo sello. Mi idea original para el primer lanzamiento, que al final no se llegó a realizar, era realizar una grabación de las suites para violonchelo de Bach que se complementase con otra grabación de nueva música en torno a esas suites, con un violonchelo eléctrico e improvisando. Quería tener los tres extremos: música ya compuesta, música contemporánea e improvisación.

Casi está definiendo el trabajo del artista más famoso del sello, Uri Caine.

Cierto, Uri es bien conocido por combinar estos mundos. Aunque en cierto modo fue mi culpa, porque en un momento dado le di a Uri un documental sobre Gustav Mahler que yo había producido. Uri se encontró en medio de todas estas ideas y comenzó a experimentar con música clásica e improvisación, y entonces el mundo se abrió para nosotros.

¿Cómo conoció a Uri Caine?

Comencé a trabajar con él en los ochenta, produje sus primeros discos de jazz. Y quizá aquí radique el secreto: me enteré de que adoraba a Mahler y que le interesaba muchísimo la música contemporánea. Por eso me resultó tan natural pedirle que tocase Mahler, porque sabía que estaba íntimamente ligado a él. Normalmente nunca le pedirías a un músico de jazz que toque Mahler pero, tras sentarnos e intercambiar ideas, tuve la corazonada de que tenía que pedirle que hiciera un álbum en torno a Mahler.

Caine ha publicado numerosos trabajos de este tipo en Winter & Winter, revisitando a otros compositores clásicos como Schumann o Bach. Pero también hay en el sello artistas de un perfil muy diferente.

Viajo mucho con mi mujer y llevo siempre conmigo un micrófono estéreo y una grabadora. El año pasado, por ejemplo, estuve en Andalucía, dando vueltas por Cádiz y Jerez y grabando flamenco. Hace poco estuvimos también en Okinawa y grabamos nuestros viajes por aquella zona. Es otra de las facetas de Winter & Winter, que creamos historias sonoras. A veces me gusta proponer a los artistas que realicen este tipo de viajes sonoros, como cuando le pedí a Uri Caine que viajara a Río de Janeiro y se pusiera a tocar con músicos de allí. Esas experiencias nos encantan en Winter & Winter.

Para mí es algo característico del sello la sensación de que muchos de los trabajos que presenta no hubieran sido posibles en ninguna otra discográfica.

Pero te puedo asegurar que son cosas que surgen en un momento dado y de una manera natural. Creo que algunos artistas son genios, pero no creo que la genialidad exista en un sentido absoluto. Una persona es genial en base a la relación que es capaz de establecer con el momento que le ha tocado vivir. Los artistas son altavoces de su tiempo, y estoy seguro de que si no lo hubiera hecho Uri lo habría hecho algún otro, porque era el momento de que ocurriera. ¿Sabe? Después de la Segunda Guerra Mundial los extremos estaban muy remarcados. A mí, en mi colegio, me estaba totalmente prohibido escuchar música jazz o pop. El cambio creo que empezó a producirse en los noventa, cuando los músicos clásicos empezaron a llamar a los de jazz para colaborar juntos. O que una orquesta como la de Filadelfia llamó a un música como Uri Caine para que escribiera algo para ellos. Este tipo de cosas comenzaron a suceder cuando los extremos musicales empezaron a ser menos estrictos.

Pero eso no significa que el acto de hacer música haya perdido seriedad: Sciarrino, por ejemplo, es un compositor extraordinariamente serio, pero escucha muchos tipos de música y sus influencias proceden de múltiples ángulos. Por eso creo que estamos en un momento de la historia de la música extremadamente interesante. Y, aunque suene sarcástico, todo este problema económico de la industria y cómo tenemos que lidiar con internet, lo hace aún más interesante. Para nosotros resulta difícil sobrevivir como sello y, sin embargo, esa situación hace aún más excitante nuestro trabajo artístico.

Sus ideas parecen muy poco ortodoxas para alguien que se dedica al negocio discográfico. ¿Qué objetivo persigue realmente Winter & Winter?

Lo que quiero es llegar al final de la carretera. Si grabo algo de Schubert, o de cualquiera, no me interesa hacerlo a medias o de la manera más bonita. Aunque pueda sonar pretencioso, quiero llegar a la verdad del texto. Siempre he creído que la partitura es como un libreto: el texto existe y está ahí para todos por igual, pero nosotros queremos trasladarlo a sonidos físicos de la manera más auténtica posible. Eso se consigue a base de técnica y muchísima sabiduría, pero sobre todo con honestidad. Siempre he creído que un disco es la conversación entre el músico y una persona, la que escucha. Cuando le hablas a una persona se crea una intimidad, una privacidad que no puedes tener cuando das un discurso sobre un escenario para quinientas personas. En esa situación uno no se abre realmente, no se desnuda. Pero cuando se juntan solo dos personas, y si ambas creen en lo que el otro les está diciendo, es mucho más fácil abrirse a la música. Es lo que siempre intento ofrecer a los músicos en mis grabaciones: un espacio íntimo en el que puedan confiar en sí mismos y creer en la persona que les va a escuchar. A menudo les pido que toquen como lo harían para su novia, su mujer o su hija. El oyente percibirá la honestidad de un acercamiento como este, y por ese camino tendrá acceso a la verdad de la música.

¿Es esa experiencia íntima con el músico lo que buscan los compradores de sus discos?

Creo que sí, aunque para algunas personas resulta excesivo, se sienten atacados por una vivencia de la música que les resulta demasiado agresiva. No quieren que les toquen, que les revuelvan los sentimientos en su interior. Pero eso es lo que a mí me gusta y lo que intento alcanzar en mis grabaciones.

¿Cómo están viviendo concretamente en Winter & Winter la crisis de la industria discográfica?

La así llamada industria de la música, que en realidad no tiene mucho que ver con la música en sí misma, se viene concentrando fuertemente en las masas desde los años 60. Una de las fórmulas principales para ello es tratar de repetir el éxito que otras personas ya han conseguido, con fórmulas similares. Hay un punto fundamental por el que Winter & Winter no se orienta como otras discográficas: que yo no creo en las masas. Creo en los individuos. Y creo en el efecto mariposa: siempre habrá alguien en algún lugar del mundo que reaccionará al movimiento de alas de nuestras mariposas, nuestros discos.

Nuestros discos están orientados a la escucha por parte de individuos, no de masas, y tratan de complacer y enriquecer esta experiencia individual con la música. Por supuesto que nos satisface cuando uno de nuestros discos se vende mucho, porque llega a más gente y eso es importante para nosotros, pero vender muchos discos no es mi objetivo principal.

Resulta desconcertante escuchar esas palabras en boca de alguien tan conocido en la industria musical.

Es que a estas alturas no podemos estar pensando exclusivamente en vender discos. En el futuro a mí me gustaría hacer instalaciones sonoras, trabajar con sonidos empleando las posibilidades de las nuevas tecnologías para crear experiencias maravillosas. Es uno de mis sueños y ya les estoy hablando de ello a algunos músicos.

 

La industria discográfica, como impulsora de la creatividad

Winter & Winter es un sello discográfico que promueve la creatividad de los artistas con los que trabaja. Una herramienta para el arte que Stefan Winter ha construido conscientemente. «Resulta triste si nos comparamos con el cine -reconoce Winter-. Ambas industrias, la de la música y la del cine, comenzaron más o menos al mismo tiempo. No obstante, el cine nunca se ha limitado a documentar, desde sus inicios apoyó proyectos artísticos muy arriesgados, que podían parecer incluso una locura. Estoy pensando en algo como `Metrópolis' de Fritz Lang o en algunas películas de Murnau. Sin embargo, nosotros, los de la industria musical, nos limitábamos solo a documentar, a ir a un teatro y grabar lo que ya estaban haciendo los artistas. Creo que ya va siendo hora de que utilicemos la tecnología de que disponemos para algo que no sea la simple reproducción».

Winter no se queda en las buenas intenciones, siempre acompaña sus ideas con algún ejemplo. «Si yo tuviera que producir una ópera -explica- grabaría las escenas en salas diferentes. Si una escena sucede en un dormitorio, colocaría a los cantantes en un dormitorio de verdad, no me limitaría a grabarlos en una gigantesco teatro de ópera simulando que están en una pequeña habitación. En realidad, debería ser como una película, pero jugando con elementos sonoros. Estoy convencido de que la gente reaccionaría a todos estos detalles».M. C.

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