Sarkozy insiste en sus guiños a un FN cuya líder llama a votar en blanco
Una sola capital y tres escenarios. El convocado por los sindicatos con motivo del Primero de Mayo, fue un clamor contra Sarkozy, a favor de los derechos laborales y contra la xenofobia. El candidato presidente reunió a los suyos en una contramanifestación en la que apeló con sus soflamas al voto de la ultraderecha. Una ultraderecha cuya líder, bajo la efigie de Juana de Arco, anunció que votará en blanco el domingo.
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A cinco escasos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el presidente Nicolas Sarkozy reunió a sus partidarios para prometer un «nuevo modelo social» que bebe sus fuentes del más prosáico populismo y de corrientes autárquicas y defensoras de la democracia orgánica propias del fascismo.
Sarkozy aprovechó el Primero de Mayo para convocar una contramanifestación en la Plaza Trocadero de la capital francesa en la que arremetió con dureza contra su rival socialdemócrata, François Hollande, y contra los sindicatos.
El inquilino de El Elíseo, que trata por todos los medios de acortar la distancia (de seis o siete puntos) que mantiene su rival, se desayunó con una diatriba contra la inmigración, a favor de las fronteras y en defensa de las «raices cristianas de Francia». «Tenemos demasiados extranjeros en nuestro territorio», insistió, para prometer que, si es reelegido, reducirá a la mitad la cifra de inmigrantes que entran legalmente en el Estado francés.
Ya en su «verdadera fiesta del trabajo» y ante miles de simpatizantes -200.000 según su propio y lunático cálculo-, Sarkozy trató de pescar en el tradicional caladero de votos de las clases obrera y media con un discurso en el que presentó como novedosas ideas que han conformado el corpus ideológico de la extrema derecha, desde la Falange española y el franquismo hasta el nazismo.
Todo ello adereazdo con una buena dosis de populismo. Así, apeló a «un nuevo modelo francés que no buscará disminuir los costes laborales bajando los salarios. Los salarios son demasiado bajos», insistió.
«No queremos socialismo»
«Un nuevo modelo francés en el que el éxito no será visto como sospechoso sino como un ejemplo (...) No queremos los celos, la amargura de la lucha de clases. No queremos socialismo», insistió, para abogar por la idea, tan cara a regímenes orgánicos como el franquista, y tan irreal, de que «los beneficios empresariales sean compartidos entre los empresarios y los trabajadores».
En un mensaje a los sindicatos, que convocaron a miles de personas en el otro extremo de la Plaza Trocadero con motivo del Día de los Trabajadores, Sarkozy fue tajante: «Dejad la bandera roja y los partidos y cumplid vuestra misión, (que redujo a) defender los salarios (...) y servir a Francia».
En esa línea, Sarkozy hizo un elogio de la cultura francesa, de su lengua, de su historia, su arte y su literatura, en un discurso caracterizado por la defensa de los valores tradicionales de la familia y las apelaciones a personajes históricos como el general Charles De Gaulle, Napoleón, Voltaire y Juana de Arco. Una apelación esta última que le sirvió para advertir de que «nadie nos impedirá renunciar a nuestras raíces cristianas».
Sarkozy pronunció su discurso horas después de que la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, anunciara que personalmente votará en blanco y dejará libertad a sus seguidores para decidir si votan a Sarkozy o a Hollande el próximo domingo.
Durante la tradicional conmemoración de la figura de Juana de Arco en París, no hubo sorpresas y Le Pen, que quedó en tercer lugar en la primera vuelta del pasado 22 de abril con un estimable 17,9% de los votos, no dejó espacio para la sorpresa.
Antes de que Marine Le Pen subiera al estrado acompañada de su padre y fundador del Frente Nacional, los eslóganes de los concentrados ya hacían presagiar el resultado. «Ni derecha ni izquierda, azul marino», «Sarkoz-Hollande, es lo mismo», coreaban.
La líder del FN rechazó «dar confianza ni mandato» a ninguno de los dos candidatos y tildó a Hollande de «falsa esperanza» y a Sarkozy de «nueva decepción». Tras pedir a sus electores que voten «según su conciencia», Le Pen insistió en que el reto es hacer que su partido acceda a la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas de junio.
Asalto al poder
Sobre un estrado montado delante de la fachada de la Ópera de París, en un día soleado y con la plaza abarrotada de simpatizantes, Le Pen miró hacia adelante en el futuro político de su partido al asegurar que cuando este alcance «el 30, 35 o 40%, nuestras ideas llegarán al poder (...) Ya no hay elecciones presidenciales», insistió Le Pen, para constatar que «el debate gira en torno a nuestras propuestas». «Nos hemos convertido en el centro de gravedad de la vida política francesa», sentenció,
La líder de la derecha extrema ridiculizó los intentos de aproximación de los dos candidatos para la segunda vuelta hacia los electores del FN -cuyos votos necesitan, sobre todo Sarkozy- para imponerse el próximo domingo- y preguntó a sus simpatizantes: «¿Qué os parece pasar del papel de idiota al de árbitro de la elección presidencial?»
El discurso fue pronunciado después de un desfile hasta el pie de la estatua de Juana de Arco, que aparecía reproducida a tamaño gigante en el fondo del estrado levantado delante de la Ópera parisina.
No lejos de ambos actos de campaña, decenas de miles de personas participaban a convocatoria de los sindicatos en la manifestación del Primero de Mayo con lemas a favor del empleo, el poder adquisitivo de las clases populares y contra la xenofobia y el racismo. En el transcurso de la marcha, el máximo dirigente de la CGT (primer sindicato francés), Bernard Thibault, confirmó que votará por Hollande.
Este prefirió mantener un tono bajo y viajó a Nevers (centro) para conmemorar la muerte del que fuera primer ministro del PS, Pierre Bérégovoy. En su lugar, la líder del partido, Martine Aubry, arremetió en un receso de la marcha sindical contra Sarkozy por organizar una contramanifestación y por «tratar de dividir a los franceses».
Un juez neoyorkino ha rechazado cerrar la demanda por lo civil depositada contra Dominique Strauss-Kahn por la trabajadora del hotel Nafissatou Diallo al desestimar la pretensión de DSK, acusado de agresión sexual, de que estaba protegido por una inmunidad diplomática.
La decisión del juez del Bronx Douglas McKeon abre la vía a un proceso civil con jurado popular.
El juez concluye que DSK perdió toda inmunidad desde que dimitió del FMI el pasado 18 de mayo. Recuerda además que DSK no reivindicó esa inmunidad durante el proceso penal, por lo que concluye que el acusado no puede utilizarla a la carta, en función de sus intereses.
La sentencia del juez comienza con un extracto del informe anual del FMI de 2011 que recuerda que «la reputación de miles de años puede quedar condicionada por la conducta de una hora».
Los abogados de DSK, que pueden recurrir la decisión, se han escudado hasta ahora en la Convención sobre los privilegios e inmunidades de las agencias especializadas adoptada por la ONU en 1947, recordando que aunque EEUU no la ha ratificado, se impondría por el derecho consuetudinario internacional. Y, según ellos, esta inmunidad habría seguido en vigor hasta el retorno de DSK al Estado francés en setiembre.
La decisión llega nueve meses después de la interposición de la denuncia por Diallo. El proceso penal fue desestimado un mes antes. GARA
Convencidos de la superioridad de su líder, los partidarios de Nicolas Sarkozy creen firmemente, contra todos los sondeos, que el debate televisado de hoy frente a Hollande permitirá un vuelco electoral.
Eso públicamente, porque al abrigo de los micros y las cámaras, la moral de las tropas de la UMP está muy baja.
Algunos sueñan con un KO televisivo que transformaría la actual «crónica de una muerte anunciada» en un triunfo milagroso. «¡Claro que sí!», asegura entusiasta la ministra de Presupuesto, Valérie Pécresse, «Sólo hay que decirle que ninguna de sus promesas de campaña es realizable»,
«Hollande no está a la altura de Sarko, eso es evidente», insiste el diputado de la UMP Jacques Myard. «Y se verá cuando estén cara a cara». «Este debate va a mostrar que no juegan en la misma división», coincide el ministro Thierry Mariani.
Enérgico hasta la agresividad, y conocido por jugarse el todo por el todo, Sarkozy aborda el debate como un boxeador contra un judoka, Hollande, ya instalado como presidente virtual y que jugará la carta de la «fuerza tranquila», augura Philippe Labro en el diario «Le Figaro».
El candidato del PS ha reconocido que espera un debate duro pero ha insistido en que no quiere convertirlo en una feria de insultos. En esta tesitura, y aunque están convencidos de la superioridad de su líder, los dirigentes de la derecha francesa dudan de que un solo debate pueda invertir la tendencia. «Nunca ha ocurrido hasta ahora, en ninguna elección, que un debate haga variar el resultado cuando la correlación de fuerzas está tan clara», reconoce Gael Sliman, de BVA Opinion. GARA