Beñat ZALDUA

Hacía tiempo que un Primero de Mayo no sacaba a tanta gente a la calle en Barcelona. Así lo confesaban al menos los participantes en la infinidad de movilizaciones que recorrieron la ciudad durante todo el día, desde las manifestaciones de los sindicatos mayoritarios durante la mañana hasta la movilización anticapitalista, que tomó las calles por la tarde, desafiando al espectacular despliegue policial que quedó retratado por el transcurso pacífico de la manifestación.

Y es que sobran los motivos en una Catalunya que, según la última Encuesta de Población Activa, sufre una tasa récord de desempleo del 22,16%. Se trata de un porcentaje menor al de la media estatal, pero no hay que olvidar que la tasa del paro en el año 2007 era del 6,7%. No solo eso, entre otros datos alarmantes conocidos en las últimas semanas, destaca que el riesgo de pobreza afecta al 20% de los catalanes y al 23,4% de niños y jóvenes.

Si bien estas cifras -junto a las ya conocidas medidas de los gobiernos central y catalán- explican por sí mismas la masiva movilización, el clima represivo vivido en las últimas semanas en el Principat, lejos de disuadir, hizo que la ciudadanía respondiese echándose a la calle con más ganas. De hecho, la libertad de las cuatro personas en prisión preventiva por los incidentes de la huelga general fue uno de los lemas más repetidos en todas las manifestaciones. También, y para sorpresa de más de uno, en la manifestación de CCOO y UGT, la más masiva del día y que congregó a 100.000 personas, según los organizadores, y 15.000, según la Guardia Urbana.

Más de 20.000 personas

Pero la principal movilización de los sindicatos alternativos y movimientos sociales se produjo a la tarde, con una participación mucho mayor a la habitual. 40.000 personas, según los organizadores, y 7.000, según Interior -La Directa, con un sistema de recuento propio, cifró el seguimiento en 22.275 personas-, acudieron al encuentro en la Plaza Universidad, pese al cierre de la estación de metro y a la presencia, en todo el perímetro exterior de la plaza, de mossos de uniforme y de paisano, realizando cacheos e identificaciones a todo el que se acercase a la plaza.

El objetivo del conseller de Interior, Felip Puig, quedó, de esta forma, en evidencia. Había que justificar de alguna manera el despliegue de ayer y el que vendrá estos días con motivo de la cumbre del BCE, en el que 3.500 guardias civiles y policías españoles se unirán al dispositivo de 4.500 mossos. Eso pasaba por infundir miedo en los sectores más desmovilizados y conseguir una respuesta violenta en la manifestación de la tarde, por ejemplo, deteniendo a dos personas en medio de la plaza antes de que la movilización comenzase, tal y como hicieron -al final de la manifestación detuvieron a otras dos personas, acusadas de desórdenes públicos-.

Sin caer en el miedo ni en la provocación, trabajadores de todas condiciones llenaron las calles de Barcelona durante todo el día, con una dignidad que, quizás, adquirió su punto culminante en la pancarta del bloque independentista, portada por algunos de los jóvenes cuyas fotos aparecían en la web que Interior publicó para identificar a los supuestos implicados en los incidentes de la huelga general.