CRÓNICA | LA AFICIÓN ARROPA AL EQUIPO ENTRE LÁGRIMAS
Cuando corear «Athletic beti zurekin» adquiere todo su sentido
Es fácil animar a un equipo cuando gana, pero es en las derrotas cuando los jugadores necesitan el apoyo. Así se lo demostraron los miles de aficionados rojiblancos que despidieron al Athletic en Bucarest. Los futbolistas lloraban, habían fallado, pero los seguidores, también con lágrimas en los ojos, entonaban «beti zurekin» a ritmo de Guantanamera.
Manex ALTUNA
La tonadilla comenzó a sonar tras el 3-0, cuando ya no se veía la forma de remontar. El golpe había sido muy duro, cuando más lo habían intentado, el fútbol les respondió con crueldad. Sin embargo, el Athletic es un club diferente, su filosofía hace que prácticamente un pueblo entero le siga haya donde vaya. Y es ahora, cuando se cae de una forma tan contundente, cuando coge todo su sentido corear el «Athletic beti zurekin».
La afición del Athletic era consciente de la importancia de la cita, la segunda final europea de su historia. Merecía la pena hacer el esfuerzo para ir a Bucarest. Loiu quedó bloqueado, incapaz de albergar a tantos aficionados que querían arropar a su equipo. Tomaron las calles de la capital rumana, animaron sin parar a su equipos en las horas previas, bebieron hasta acabar la cerveza, gritaron hasta romperse la garganta. E, incluso, se puede decir que ganaron el partido antes de jugarlo.
Porque tras el pitido inicial fue otra cosa. Avisaron los atléticos desplegando un mosaico con la bandera española y los colores rojo y blanco para recibir a los equipos. Venían preparados, no de comparsa. Los jugadores del Atlético llegaron al campo golpeando las ventanas del autobús, concentrados, con ganas de ganar, y los goles de Falcao hicieron el resto.
Una afición como la del Athletic, que había soñado con el título, se quedó muda frente al descalabro que estaba presenciando. Los errores defensivos les dejaron cortados. El equipo no podía y se quedaron sin fuerzas en el primer tiempo. En una final es factible perder, pero el equipo no pudo dar la cara. Marcar un gol, poner en duda el triunfo del Atlético... y así es más complicado levantarse.
La locura, el éxtasis vivido en la previa se atragantó. A ritmo de tambores los colchoneros paralizaron los intentos de reacción del Athletic. Estaban muy crecidos. Falcao se había convertido en su héroe particular.
Victoria previa
Las horas y días previos del encuentro fueron otra cosa. Incluso, dentro del estadio. Quizá sea una victoria moral, pero ahí queda. Los rumanos así lo pudieron comprobar, al igual que en Manchester, Lisboa...
Una hora antes del inicio del partido las aficiones fueron tomando posiciones. Llegaron por separado y también los colocaron en zonas diferentes. Los del Athletic, la mayoría, en el flanco oeste, y cada uno con sus pancartas. Bien diferenciadas, en los colores de identificación nacional, y en los lemas.
En el bando zurigorri no podían faltar las ikurriñas, banderolas por los presos y el recuerdo a Iñigo Cabacas y Aitor Zabaleta. Entraron al grito de «Jo ta ke, irabazi arte», y aclamaron a los jugadores cuando anunciaron la alineación titular en los videomarcadores. Soltaron las primeras bufandas al viento y respondieron también coreando «español el que no bote es» al ver en las pantallas del estadio la bandera española con el símbolo franquista.
La salida al calentamiento del Athletic también fue espectacular. Y con ella llegó una de las pocas alegrías de la noche. El speaker animó a la afición del Atlético a entonar el himno y fueron acallados con pitos por los vascos. Querían hacer una competición para ver cual era la mejor afición y no hubo ninguna duda, los seguidores del Athletic se impusieron. Estaban enloquecidos. Los rumanos miraban con una sonrisa la batalla en las gradas. Ocupaban la zona centro del estadio haciendo de cortafuegos. Comían palomitas y se veía que acudían a presenciar un espectáculo.
En el segundo tiempo no terminaba de llegar la reacción del Athletic y se convirtió en un duelo entre aficiones. Los colchoneros cantaban «Que viva España», de Manolo Escobar, y «Puto vasco el que no bote es», y la afición bilbaina replicaba en términos similares.
Sin incidentes
A pesar del recelo mutuo, ambas aficiones pudieron disfrutar de una jornada inolvidable por las calles de Bucarest. En los prolegómenos la victoria fue vasca. Fueron muy pocos los colchoneros que se adentraron por las zonas en que se concentraron los seguidores del Athletic. Algunos atrevidos lo hicieron ataviados con la bandera española y, aunque se llevaron alguna vacilada, no pasó a mayores. Otros confraternizaron riéndose a dos bandas del penalti fallado por Sergio Ramos contra el Bayern Múnich.
Asimismo, un grupo del Frente Atlético trató de entrar en la zona en la que se encontraban los seguidores del Athletic, pero la Policía rumana lo impidió y se los llevaron escoltados.
Al final, nos quedará una jornada para el recuerdo que terminó triste, pero con el orgullo de seguir a un equipo único.