México vuelve a ocupar las páginas de la crónica negra, una crónica ligada a la lucha encarnizada que mantienen los carteles de la droga pese a la fuerte militarización impuesta por el Gobierno de Felipe Calderón y a la violencia generalizada que sacude el país y que, en los últimos seis años, se ha cobrado la vida de más de 50.000 personas, mientras cerca de 10.000 están desaparecidas.

Ayer, las autoridades encontraron en una cuneta de una carretera del Estado de Nueva León 49 cadáveres descuartizados.

Los restos estaban dentro de bolsas de plástico negras en el municipio de Cadereyta, al norte del Estado, en una carretera que conecta con la ciudad de Reynosa, en el Estado de Tamaulipas, en la frontera con EEUU.

Un portavoz de la Fiscalía local indicó que de los 49 cuerpos, 43 son hombres y 6 mujeres. Jorge Domene, portavoz de Seguridad Pública de Nuevo León, precisó que los cuerpos no tenían ni cabeza ni manos, lo que dificultará las labores de identificación. En el lugar también se encontró un supuesto mensaje sin que se revelara su contenido.

La carretera fue cerrada por las autoridades federales y estatales mientras el personal de la Procuraduría General de Justicia (Fiscalía) realizaba pericias para el levantamiento de los cuerpos. El fiscal estatal Adrián De la Garza no descartó que las víctimas fueran de otros lugares e, incluso, migrantes porque no tienen constancia de denuncias de secuestros masivos en la zona en los últimos días.

Señaló que en los restos humanos había polvo, por lo que dedujo que, probablemente, los mataron en otro sitio y los trasladaron hasta ahí en un camión.

Este hallazgo se produce cuatro días después de que otros 18 cadáveres decapitados y mutilados fueran localizados en dos automóviles en una carretera cercana a Guadalajara, la segunda ciudad más grande del país.

Esta matanza se inscribe en el contexto de una cruenta lucha entre el poderoso cártel de Los Zetas -creado por exmilitares desertores que opera fundamentalmente en los estados del norte, noreste y este- y el cártel de Sinaloa, liderado por el capo Joaquín Chapo Guzmán, cuyos feudos están principalmente en los estados del Pacífico.

A principios de mes, además, aparecieron 23 cadáveres en la ciudad de Nueva Laredo, en el vecino Estado de Tamaulipas. 9 fueron colgados de puentes y otros 14 estaban decapitados.

En este incesante clima de violencia, un comando atacó en la noche del viernes las instalaciones del periódico «El Mañana» de Nueva Laredo sin causar víctimas. El ataque ocurrió pasadas las 23.00 (las 6.00 en Euskal Herria). Según el diario mexicano «El Universal», fuera del inmueble se podían ver impactos de bala de gran calibre. Testigos afirmaron haber oído varios estruendos de explosiones de granada. El edificio quedó bajo vigilancia de la Marina y la Policía Estatal Militarizada.

Vehículos aparcados frente a las instalaciones también fueron alcanzados por las balas.

El ataque, que duró unos cinco minutos, fue atribuido a un grupo del crimen organizado que dejó una manta cuyo texto tampoco fue revelado.

Se trata del segundo atentado que sufre el periódico después de que el 6 de febrero de 2006 varios hombres armados atacaran sus oficinas con rifles de asalto y granadas, causando daños materiales y heridas de gravedad a un periodista.

Se da la circunstancia de que el del viernes es el segundo ataque registrado en una misma semana contra un medio de comunicación en Tamaupilas. El pasado día 7, seis encapuchados dispararon contra el periódico «Hora Cero de Reynosa».