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«Sean Penn es perfecto para cualquier rol»

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Paolo Sorrentino

Cineasta

La boca pintada y la melena aleonada de Sean Penn abrazando una guitarra fue una de las primeras imágenes que se publicaron de «This Must be the Place». La nueva película del aclamado director italiano, actualmente en cartelera y con todos los parabienes de la crítica, había levantado curiosidad por el inusual look gótico del protagonista y porque es su primera incursión en inglés.

Janina PÉREZ ARIAS | BERLÍN

Si hay una cosa que a Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) le mueve, es el sentido del riesgo. Solo el atisbo de que todo pueda salir mal hace que, sin pensárselo mucho, ponga el cuello en el filo de la navaja, lance las monedas de la fortuna y se arroje al vacío. «Porque si existe el riesgo de que todo salga mal -argumenta parsimonioso-, también está el chance de que resulte una buena película». Con «Un lugar donde quedarse» (This must be the Place), donde se conjugan una estrella de rock y un anciano nazi, todo hubiera podido torcerse, pero no fue así.

Sean Penn asumió el rol protagónico, convirtiéndose en el rockero Cheyenne, «un trabajo muy inspirador», diría el malencarado actor a propósito del estreno mundial hace justo un año en el Festival de Cannes. La cita cinematográfica francesa ha marcado la carrera del realizador italiano. En 2008, con «Il» Divo ganó el Premio del Jurado, otorgado por un tribunal presidido por Sean Penn. Horas más tarde, ya con la pajarita en el bolsillo, Penn se le acercaría para felicitarle por su película. A los pocos días aceptó ser Cheyenne, una estrella de rock gótico cincuentona, muy parecida a Robert Smith, el líder de The Cure. Esta ex celebridad de extraña risa («fue idea de Sean»), cuyo abúlico retiro transcurre en Irlanda junto a su mujer (Frances McDormand) emprende un largo viaje por Estados Unidos tras la muerte de su padre, para encontrar al criminal nazi objeto de las obsesiones de su difunto progenitor.

¿Qué le inspiró a escribir esta historia?

Siempre había tenido la idea de escribir una historia sobre un criminal nazi escondido en algún lugar en el mundo. Antes de conocer a Sean, tenía la idea de que serían dos hombres mayores: uno el criminal escondido, el otro sería un judío tratando de encontrar al nazi. Pero luego tomé la decisión de que el protagonista fuera mucho más joven que en mi idea original, y mucho después pensé en hacerlo una especie de estrella de rock, y Sean Penn era perfecto para asumirlo. Bueno, para mí él es perfecto para cualquier papel (risas).

Cuando conoció a Sean Penn, ¿ya tenía en mente la película?

Una semana después del festival, desarrollé la idea, me senté a escribir y, como a finales de enero, le envié el guión. Lo leyó de inmediato, casi un día después que le llegó, y me dijo que aceptaba. No me lo hubiera imaginado, porque alguien me contó una vez que Sean recibe unos cuarenta guiones al mes. Estaba seguro que no iba a leer el mío...

¿Por qué tituló la película «This must be the Place»?

Porque es mi canción favorita [escrita por David Byrne para su grupo Talking Heads en 1983]. Ahora estoy casado, pero a cada novia que tuve le dije que en mi funeral quería esa canción. Claro, queda mejor en la película que en mi funeral (risas).

Entonces, ¿se ha hecho realidad un sueño al lograr la colaboración con David Byrne?

Ah, sí... Para esta película trabajé de forma muy emotiva, muy sentimental, porque realmente me apasiona el trabajo de David Byrne. En otras películas he estado más atento a la música, pero en esta me he dejado llevar por los sentimientos. Tanto fue así que la música corresponde a mis gustos de cuando era joven.

Ha dicho que no es una película sobre el Holocausto, pero sí sobre la memoria del mismo desde un punto de vista diferente. ¿Por qué quiso abordar ese tema?

Esa otra perspectiva radica en que me gustaba la idea de mezclar el Holocausto con una generación como la de Chayenne, que es mi generación, y que no ha vivido una guerra como esa. Es un peligro que las nuevas generaciones conozcan cada vez menos sobre el Holocausto y, dado a que el mismo contiene no solamente la tragedia, sino también las posibilidades del comportamiento humano, me parece que todavía es importante tocar ese tema. Pienso que siempre hay que cuestionar al fascismo, sobre todo a las nuevas formas del mismo que siempre están camufladas en la sociedad y son menos previsibles que el de antaño.

Siempre se habla de la necesidad de una renovación en el cine americano. ¿Piensa que se puede lograr a través de los talentos europeos?

No lo veo así. Creo que cuando un director europeo va a Estados Unidos es para trabajar con un estudio, y se ve limitado. Los europeos están acostumbrados a tener mucha libertad, a diferencia de los americanos, exceptuando casos contados como Tarantino o los hermanos Coen, que hacen lo que quieren.

Se ha dedicado a hacer cine de autor. ¿Se imagina aceptar un proyecto de gran presupuesto?

Depende del precio (risas).

Bertolucci ha dicho que el cine italiano sufre del trauma del neorrealismo, ya que cualquier trabajo se mide con el pasado glorioso.

Es cierto, y en especial los críticos siempre dicen: «Fellini lo hubiera hecho de otra forma...». El cine italiano siempre ha estado vivo, no es que las nuevas generaciones lo hayamos revivido. Italia tiene una producción cinematográfica muy reducida; sin embargo, cada año tenemos al menos tres o cuatro películas importantes. A pesar de las dificultades, no estamos tan mal: sé de países que son más grandes, que producen más, pero ni dos de esos filmes logran tener buena calidad.

 
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