Ando estos días con la lectura guadianesca de ``La tribu'', esa didáctica recopilación periodística de columnas deportivas de John Carling desde su «córner inglés». En una de ellas, narra lo siguiente: «El Barcelona jugó el partido de vuelta de la Supercopa de España contra el Athletic de Bilbao. Dos amigos londinenses fueron a ver el encuentro en el Camp Nou. Se quedaron maravillados. No tanto por el juego del Barça (...) sino por lo `civilizado' que fue el comportamiento de los aficionados. El ambiente era tan familiar, comentaron atónitos, había tan buen rollo y (la sorpresa más grande) los aficionados se interesaban más en animar a su equipo que en lanzar insultos a los jugadores rivales. `Wow! Wow!' -decían-. ¡Una experiencia bonita e inolvidable!».

Lo anterior viene a cuenta de que ayer, la Comisión Antiviolencia, reunida en el Ministerio del Interior español, declaró de alto riesgo el encuentro del próximo día 25 en el Vicente Calderón. Lo primero que pensé fue que claro, con una manifestación fascista antivasca y anticatalana cuatro horas antes del encuentro, normal. Pero de inmediato caí en que no, en que el anacrónico tea party de franquistas permitido y avalado por la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes -«no puedo prohibir una marcha falangista porque no me guste su ideología» o «la Constitución y el derecho de manifestación están por encima de que a mi me guste o no me guste la ideología de los convocantes», argumentó-, había sido pospuesto tres días por obra y gracia de la mediación `internacional' de Antonio Basagoiti, al que por una vez su profusa imaginación le alumbró un pensamiento positivo.

Pero el partido seguirá siendo de alto riesgo, una especie de excusa para llenar de maderos en actitud propia y ecuestre el entorno del estadio, y hasta quién sabe si pasar el parte a Antiviolencia de cada seguidor rojiblanco o blaugrana que salude al himno español con música de viento. Deseo y confío en que la fiesta del fútbol del día 25 lo será en el césped y fuera de él, que los equipos serán rivales solo durante 90 minutos, lo mismo que la grada, pero antes y después, demos con un canto en los dientes a Antiviolencia, a la delegada del Gobierno y a los fachas de mierda. Que el alto riesgo se limite a que -¡por Dios no!- Bielsa y Guardiola sientan la tentación de volver a declararse amor eterno... que luego salimos escaldados.