Raimundo Fitero
Asesoría verbal
Algunos se han escandalizado al enterarse de que el yerno preferido del rey cobró trescientos mil euros de una entidad pública por una «asesoría verbal». Cada uno tiene su precio, pero yo llevo muchos años ejerciendo esa profesión. Cobro, según el cliente y la enjundia del momento, desde un txikito con pintxo hasta una cena de menú degustación, aunque la tarifa habitual es un gintonic. Que tan alto asesor se lleve esa cifra es porque sus consejos son «reales» y los míos aleatorios, intuitivos. La fórmula verbal es la más común, aunque algunos que tienen su falta de confianza excitada exigen informe escrito y hasta factura con IVA. Son los más antiguos. En estos tiempos las relaciones contractuales deben ser más ligeras.
Por ejemplo, el actual primer ministro del Gobierno italiano, Mario Monti, en medio de los terremotos que destruyen pueblos, vidas y paisajes, se ha enfrentado al más temido terremoto, con catástrofes indefinidas en este momento, cuyo epicentro está en los partidos amañados en la liga italiana de fútbol llamada Calcio, diciendo que si de él dependiera suprimiría durante «dos o tres años la competición». Esto es una asesoría verbal generosa, porque lo ha hecho delante de los micrófonos y las cámaras de televisión y porque no ha pedido remuneración añadida a la que tiene por su cargo. Este asesoramiento es visionario, revolucionario. Lo ha dado a título personal, no ejerciendo de político.
Ese mismo asesoramiento verbal, yo lo traslado, también a título personal, gratis total, aunque de manera escrita, proponiendo una supresión cautelar del Estado español durante dos o tres años. O siglos. El tiempo necesario para limpiar tanta corrupción, tanto partido amañado, tanto resultado electoral fruto de los maletines judiciales, y un largo etcétera de indicios de podredumbre que avergüenza a propios y extraños. Que se vayan todos al exilio interior de las colas del paro. Desde la Corona, hasta el último mamporrero de las cuadras del ministerio de Defensa. Disolución, ya. A partir de ahí, que cada cual gestione su territorio. Por esta asesoría me conformo con una paella de mariscos al borde del mar. Y unos percebes.