CRíTICA: «Four Lovers»
Intercambio de parejas entre el amor y el sexo
Mikel Insausti
Según cierto tipo de cine, suponemos que debidamente informado, lo malo de ser burgués es que resulta mortalmente aburrido. Como no sé lo que es eso, me limito a comentar lo que veo. Las dos parejas de «Four Lovers» se lanzan al intercambio por matar el aburrimiento del que hablamos, por probar cosas nuevas. La voz en off correspondiente a la actriz Marina Foïs lo deja bien claro en la introducción, cuando da a entender que el ser feliz en tus relaciones conyugales no te impide experimentar otras alternativas por simple curiosidad. Me parece estupendo, pero no puedo creerme en ningún momento una historia de iniciación sexual protagonizada por padres de familia cuarentones, que se comportan como adolescentes que exploran territorios ignotos, incluido el de la bisexualidad. El único joven del cuarteto es Nicolas Duvauchelle, que todavía es treintañero y podría ser el inexperto del grupo, aunque las escenas de cama lo muestran como el introductor del sexo duro para Maria Foïs, que es justo la más veterana de los cuatro.
En fin, el realizador Antony Cordier, tal vez haya querido romper con las ideas preconcebidas y darle la vuelta un poco a la materia, queriendo decir que de la sexualidad nadie sabe más que nadie hasta que no se demuestra en la práctica. Todo ello es discutible, y ni mucho menos vienen por ahí los grandes males de la película. Este nuevo y valiente defensor del cine erótico, cuya previa ópera prima se titulaba «Douches froides» y presentaba a un triángulo amoroso adolescente, apuesta por un desfasadísimo estilo anclado en las películas de sexo explícito de los 70 y los 80. No se priva ni siquiera de las hoy ya bochornosas escenas «S», con los cuerpos desnudos de sus actores y actrices rebozados en harina.
La distribución nos ha marcado un gol por culpa de la falsa creencia de que todas las películas procedentes del mercado francófono son interesantes, y también las hay muy petardas.