Del qué y el cómo
Carlos GIL | Analista cultural
Retórica. Si importante es saber qué decir, tan importante, o más, es elegir cómo se dice. En estos tiempos de convulsión económica que está minando conceptos filosóficos de la propia noción democrática, ¿dónde debe situarse el arte, la cultura, los artistas, los gestores? El arte por el arte. Es una ideología conservadora. Es una respuesta que alivia porque no cuestiona nada. O el arte comprometido, intervencionista, que apuesta por la denuncia y el cambio, que quiere colocarse como parte de los procesos. Ambas actitudes son políticas. La diferencia es que la conservadora y de derechas, es considerada por los estamentos gestores y académicos, la natural, la artística por excelencia y a la otra se la llama panfletaria. Ambas rezuman su ideología en su obra. A pesar, incluso, de los artistas.
Si damos por sentado lo anterior, y convenimos en que el programador, sea galerista, director de museo, teatro o festival de música, su único manifiesto ideológico es el que se escribe con lo que programa, con lo que hace llegar a la ciudadanía, sabiendo, que para que salga una cosa, se excluyen a otras, podemos colegir que, en términos generales, lo que se está haciendo y cómo se está haciendo es cultura inane, inmovilista, de supervivencia, que no dejará huellas históricas y que no pretende remover el estatus existente.
¿Debe cambiar? Cada cual responda en conciencia. ¿Puede cambiar? Mientras se mantengan las actuales estructuras y la desafección ciudadana en las cosas públicas y en lo cultural de manera absoluta, va a ser muy difícil. La miseria económica nos llevará a lugares indeseables. Quizás eso abra el debate en profundidad. Qué y cómo.