CRITERIUM DE DAUPHINÉ | Última etapa
Wiggins le coge gusto al amarillo
El británico no encontró obstáculos para adjudicarse la prueba por segundo año consecutivo. Dani Moreno también repitió.
Amaia U. LASAGABASTER
Por segundo año consecutivo, Bradley Wiggins se adjudicó ayer el Criterium de Dauphiné. Sky no se tuvo que aplicar más de lo necesario en la última jornada, culminando una semana sensacional que permite al británico añadir otra muesca a una temporada no menos destacable. París-Niza y Giro de Romandía completan el palmarés de Wiggins, que piensa ya en otra carrera y no precisamente de siete etapas.
De la misma manera que muchos piensan en él. Hasta que, dentro de tres semanas, el Tour parta de Lieja, el británico centrará una de las grandes incógnitas previas. ¿Vista su demostración, y la de su equipo, se puede hablar ya de un favorito claro para la Grande Boucle? ¿No hay punto de comparación? ¿Será capaz de mantener su estado de forma? ¿Sabrá hacer frente a la presión de sentir tantos dedos señalándole?
Imposible saberlo, aunque el corredor nacido en Gante no se corta a la hora de hablar del Tour. Aunque se aplique el «que me quiten lo bailao» con estas tres victorias de relumbrón en el bolsillo, se reconoce ambicioso y se reconoce optimista. Y asegura, además, no temer a la responsabilidad del líder, un rol que nunca le ha acabado de convencer. «Con cada victoria me siento más cómodo en ese papel -aseguraba ayer, en declaraciones a la edición digital de L'Equipe-. He evolucionado mucho, también como persona. Aunque siga sin gustarme demasiado, me siento más cómodo, más tranquilo». El líder de Sky va más allá y no tiene reparos en admitir que «nunca he estado tan en forma y creo que ganar el Tour entra en el terreno de lo posible. Mi equipo es muy fuerte y yo he mejorado en montaña. Me siento preparado para intentarlo». Wiggins, además, llegará con el aval de lo sucedido estos días en las carreteras alpinas, donde ha sabido defender su liderato en terrenos complicados y frente a muchos de los corredores que también partirán de Lieja con el podio de Paris en mente. Reconoce que lo sucedido en Dauphiné «no me da ninguna ventaja cuando empiece el Tour, pero demuestra que hemos mejorado. Tenemos un superequipo -subraya-, así que ha sido mucho más sencillo gestionar la carrera, algo que de todas maneras ya habíamos hecho antes esta temporada. Eso lo hace mucho más fácil».
Y casi imposible para los demás, que en los 124'5 kilómetros entre Morzine y Châtel no se atrevieron o no pudieron inquietar a Wiggins y su guardia pretoriana. Fue una jornada movida, con saltos y fugas, aunque no de los primeros espadas que, los que aguantaron el ritmo, se reservaron para el final. El propio líder parecía con ganas de rubricar la semana, también su compañero Boasson Hagen, pero no pudieron evitar que un par de corredores chisposos como Luis León Sánchez y Dani Moreno probaran en los últimos metros. Con fortuna para el corredor de Katusha, que acabó repitiendo victoria en la prueba tras la que había logrado en la segunda etapa.
Prácticamente pegados llegaron los hombres fuertes de la general, en cuyos nueve primeros puestos Sky ha acabado colando cuatro corredores. Tampoco faltaron caras amargas, porque muchos gallos volvieron a dejarse tiempo, aunque la peor fue la de Thomas Voeckler, que tuvo que abandonar la carrera con problemas en la rodilla. Sí aguantó hasta el final Samuel Sánchez, aunque volviera a dejarse tiempo en meta, que admitió acabar la prueba con sabor muy agridulce. «Satisfecho por haber podido» llegar al final, pese al fortísimo golpe que sufrió en la primera etapa, pero apenado por no haber podido «completar el trabajo que tenía previsto, al nivel que me habría gustado». Hoy mismo se someterá a un examen médico más exhaustivo para determinar con exactitud el estado de su lesión.