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Lander Garro | Escritor

El «etarra» Troitiño

Cumplió su pena, salió del trullo, lo cual es siempre una buena noticia para la gente de bien. Para la gente honrada, que no le gusta contemplar la aniquilación arbitraria de otro ser humano, que se le revuelven las entrañas y se le acelera el pulso. 25 años, camaradas, toda una vida: es suficiente.

Han capturado al etarra Troitiño», se nos anuncia con la parafernalia habitual. La foto del sujeto acapara portadas e informativos. Los políticos se aprietan las corbatas y ponen el rictus serio, quisieran agrandar su fama de feroces e inclementes cazadores. «Dijimos que le seguiríamos hasta el último escondrijo del mundo», claman frunciendo el ceño. Son los vencedores.

Pero lo cierto es que Troitiño ni siquiera es un etarra. Fue un etarra, es cierto, o un activista de ETA, si la cosa fuera de hablar con un poco de mesura. Fue detenido y encarcelado durante 24 años. Es de suponer que durante esos 24 años Troitiño había soñado con volver a ser de ETA, si se me permite hacer especulaciones, o es de suponer que durante esos años Troitiño soñó con ser viajante, bombero, alpinista o actor de variedades. La soledad da para mucho, como bien sabe Instituciones Penitenciarias, que es la institución que con más celo se empeña en hacer pasar horas de soledad y hastío a los ciudadanos vascos convertidos en rehenes políticos. Son los administradores del botín, bien sabido es. También soñaría con ser de ETA, con seguir militando, pero hete aquí que estaba preso, ergo impedido para tal misión.

Cuando por fin cumplió su pena, con todas las exigencias, penurias y abusos que los españoles le ofrecieron, salió del trullo, lo cual siempre es una buena noticia para la gente de bien. Para la gente honrada. Porque a la gente honrada no le gusta contemplar la aniquilación arbitraria de otro ser humano, se le revuelven las entrañas y se le acelera el pulso. 25 años, camaradas, toda una vida: es suficiente. No sucede así con los bocazas de turno, que pueden ser políticos, periodistas o policías, qué más da. A esos aquello del derecho ni les suena. Pero tampoco es su culpa: es la tradición española.

Imaginemos el peregrinaje de Troitiño durante su huida. Sale de la sombra con la perplejidad de asomarse a un mundo que le ha sido negado durante toda su vida madura. Desde que fuera prácticamente un chaval está entre cuatro paredes y gentes con uniforme, en un patio con meados y alambres de espino. 24 años. De pronto, la familia y el paisaje que cambia, la hierba, los coches que pasan a toda velocidad, el vino y la tortilla de bacalao negadas durante un cuarto de siglo. Tiene un poco de ilusión, pero siente que el mundo es una gran piraña que pasa nadando a su lado. Efectivamente, ese poder fáctico que son los media, esos que no se representan más que a sí mismos, o quizá a algún terrateniente chusquero, claman contra su liber- tad. Se inventan lo de la alarma social, instigan a los jueces. Sacan fotos de atentados de los archivos, reclaman nuevas maneras y vericuetos para devolverlo a la trena. Y lo consiguen. Troitiño se da a la fuga, desaparece como la niebla de la mañana, adiós.

Es un fugitivo normal, un fugitivo de los muchos, muchísimos que hay en el mundo. Es como una mujer árabe que escapa de la rabia masculina de su país, o un palestino que escapa de los cañones judíos. Los medios, empero, tienen el culo pelado en esto de montar cazas, y para ello es necesario que ingresen de nuevo a Troitiño en ETA. No es necesario que ingrese él, ya se encargan de su ingreso aquellos que supuestamente mas mermada quisieran ver a ETA. Troitiño escapa, y los españoles le meten en ETA, para volver a capturarlo, todo se andará, y poder clamar que han capturado a un etarra. Sería una ecuación complicada en países con otro rigor, en esos países que hacen noticia de lo que es y no de lo que no es, pero España, ya lo saben el en mundo, no es un país serio.

Ya tenemos a Troitiño deambulando por el extranjero, con todas las policías colaboracionistas husmeando su rastro y, claro, al final es apresado. Es un arresto absolutamente sin fundamento y mérito ninguno. Es uno de los arrestos más patéticos de la historia de la política moderna (y mira que los ha habido), pero ello no es óbice para que el país de «las líneas de crédito blando» presuma de eficacia y contundencia. Ya tienen en el saco a un tipo que dejó de ser de ETA cuando Hinault ganó su último Tour de France. España, ese país que no soporta mirarse en el espejo de los países prósperos, ese país pobre y vulnerable, ese país que suena a fracaso en todo el mundo, ese país que pita en el arco de todos los medidores de las economías mal hechas, ese país de pandereta y tricornios, ese país de pesadilla y espanto, de bombardeos y manos levantadas, de cunetas repletas de rojos y gobiernos de postín, por fin se alegra, se alegra de apresar a un tipo que hace lo que puede, que pasa sus días recluido preguntándose por qué le siguen, preguntándose quién hay en ese lugar que llaman justicia, un tipo que era tan astronauta como etarra.

Vamos a ver ¿qué es ser etarra hoy en día? Que alguien me lo diga. ETA, una organización que hace dos años hizo una declaración de cese de la lucha armada, una organización que solo espera la manera de entregar las armas, una organización que fue y ya no es... ¿qué es ser de ETA?

Ser de ETA es no ser de nada y que otro te haga serlo para luego poder llenar cárceles y periódicos. Ser de ETA es el rescate moral de la España hundida. Por un lado el rescate económico, el de la guita, el de los bancos; y por el otro el moral, el abstracto, casi tan o más necesario que el anterior, el que hace al español estar orgulloso de serlo, el que sirve para cohesionar a la ciudadanía, y para hacer respetables a los gobernantes. Y para de contar.

Pero eso ya lo sabíamos, y perdonad por lo obvio de mis argumentos. Lo que era más difícil de imaginar era la carambola de los del PNV, los amigos de Petronor y del TAV, los pirómanos de la basura. Porque ¿qué dice el PNV de la detención de ese ciudadano llamado Troitiño? Pues dice que el arresto demuestra que ETA está débil. Atención al dislate. Y dice más, dice que ellos nunca criticarían un arresto, porque arresto es lo que debe hacer un estado de derecho. El PNV ve estado de derecho donde lo que hay es un estado colonialista, y ve etarras donde hay etarras que dejaron de serlo allá donde, justamente, el PNV dejó de ser un partido nacionalista vasco y pasó a ser un partido español como los demás, con sus maneras de policías y políticos de pacotilla, de mentirosos y corruptos.

El arresto de Troitiño no sirve para nada ni para nadie, esa es la verdad, sino es para agrandar la leyenda de ese país grotesco que es España, y dejar sentado, una vez más si cabe, que los del PNV, esos que solo patean la calle cuando se rodean de sexagenarios y se pasean por las campas de Armentia con el jersey al hombro, no es un partido de este y para este país, porque comparar a España con el estado de derecho es como comparar a Sabino Arana con Mola.

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