crónica | combates con la fortaleza cruzada
Los rebeldes sirios defienden con sangre el Crac de los caballeros
Protegidos por la noche, cinco rebeldes sirios suben a tres motos, con las luces apagadas, en el camino que conduce la castillo cruzado del Krak de los caballeros, que defienden ferozmente contra las tropas de Bashar Al Assad.
Djilali BELAID AFP
Sobre la carretera salpicada de cráteres, el ascenso está marcado por los sonidos de las explosiones, porque la vía es constantemente bombardeada por tanques y artillería. Esta es la primera vez que un periodista ha sido capaz de visitar esta zona de la provincia de Homs (centro) desde el comienzo de la revuelta en Siria hace cerca de 16 meses. Para ello ha tenido que superar tres puestos de las fuerzas sirias que sitian la zona y los pueblos alauís fieles al régimen esparcidos alrededor de la fortaleza.
«Tenemos sólo armas ligeras, pero hacemos todo lo posible para proteger la ciudadela. Este patrimonio es propiedad de todos los sirios», señala Khodr, un estudiante de 22 años, con el kalashnikov colgado.
«El régimen no se preocupa por la protección de esta zona histórica. La ciudadela es objetivo constantemente y nuestro deber es protegerla», relata otro combatiente vestido de civil, que patrulla la muralla mientras muestra un mortero lanzador de obuses aún humeante.
Encaramada en una colina con empinadas laderas, la estructura fue construida en 1031 por los abasíes pero el rey Tancredo de Antioquía la capturó en 1110 e instaló una guarnición franca durante el Primera Cruzada. En 1142 el castillo fue entregado a la orden de los Hospitalarios, que levantaron varias murallas defensivas. Es en esta época cuando recibe el nombre de Crac de los Caballeros. Saladino infligió numerosas derrotas a los cruzados pero nunca pudo apoderarse de ella y fueron los mamelucos en el año 1271 quienes lo consiguieron con engaños.
«Fantasmas» de la fortaleza
Hace un año, los habitantes suníes que habitan alrededor de la ciudadela se levantaron contra el régimen que gobierna Siria hace medio siglo y se apoderaron de Qal'at al-Hosn, «fortaleza inexpugnable» en árabe.
Para evitar cualquier infiltración, de cuatro a diez francotiradores, conocidos como «los fantasmas» por los lugareños, viven permanentemente en este castillo gótico, abastecidos por sus compañeros. El edifico no parece haber sufrido graves daños porque los combates han tenido lugar en los contrafuertes, pero cientos de metros más abajo, es la guerra.
Son las 5.30 de la mañana. Aprovechando la espesa niebla, las fuerzas leales al Gobierno intentan una incursión sangrienta. Ahmad, del Ejército Libre Sirio (ELS), que se compone principalmente por militares desertores, muere en el borde de una carretera por los disparos de un francotirador lealista, con dos balas en la cabeza.
Bajo un intenso fuego, el cuerpo de este padre de tres hijos es evacuado por cinco compañeros de armas, incluyendo a su hermano, detrás de una pared. Una camioneta se acerca bajo los disparos de una ametralladora y se lleva el cuerpo.
Un joven combatiente de 13 años, con cara de niño, camisa negra, vaqueros con un cinturón, y un kalashnikov en la mano, se acerca a su amigo inconsciente y le llama con voz ahogada: «Ahmad, Ahmad ¡Oh, mi Dios». Se echa a llorar y vuelve de inmediato al combate.
Minutos más tarde, Ayham, hermano de Ahmad, cae a su vez por un tiro en la cabeza. Durante la batalla al amanecer, seis rebeldes mueren en defensa de «su» castillo.
Lucha hasta el final
En el pueblo de suníes turcomanos de Azzara una procesión acompaña a los dos cuerpos al cementerio mientras una multitud grita «El pueblo quiere la caída del régimen». Las esposas y las hermanas, vestidas de negro, acarician por última vez la cara ensangrentada de los combatientes antes de que los cuerpos sean enterrados.
«Vamos a seguir luchando hasta el final. Bashar trata en vano de aterrorizar a la gente para que nos persiga. El régimen ha jugado su última carta», dice Nader Assaad, el jefe local de la brigada de Al Faruq, una unidad de élite del ELS.
Las gente lucha con uñas y dientes, porque si el área se cae, quedarán a merced del ejército, y que se encuentran en el cruce estratégico de Damasco, Homs y la costa mediterránea.
«Si perdemos nuestro castillo, sufriremos al suerte de Bab Amro» opina Mohamed al Masri, de 34 años, ingeniero militar desertor, en referencia al barrio de Homs destruido por las bombas y evacuado por sus habitantes después de un mes de bombardeos.
La carnicería también mostró la falta de coordinación entre las diferentes unidades del ELS en la región de Homs y el número de muertos ha hecho conscientes a sus responsables de que debían cambiar de táctica. Los entrenamientos intensivos comenzaron ese mismo día.