Polémicas obras en Lezama
Bielsa hizo los deberes; el club, no
El técnico argentino denunció ayer que las obras de remodelación de Lezama son «un engaño, una estafa y un robo», puso de manifiesto que el club no se ha preocupado de su control y que él se vio obligado a hacerlo, aunque «lo resolviera mal».
Joseba VIVANCO
Tras escuchar durante algo más de una hora a Marcelo Bielsa ayer tarde en Lezama, la pregunta que se antoja es: ¿Por qué Josu Urrutia no estaba sentado a su lado? Es más, si hoy mismo el presidente del Athletic no comparece para explicar la versión del club, habrá que deducir que el técnico argentino es el único que hizo y que ha hecho los deberes en toda esta chapuza de las obras de remodelación de Lezama, mientras que la empresa constructora no hizo los suyos y la directiva de Urrutia, por lo que se ve, tampoco.
El de ayer no fue un Bielsa en estado puro, sino un Marcelo abierto de par en par, de cara, un Bielsa que como culminó su larga y prolija aclaración de lo dicho y escrito desde hace días por otros, «yo me equivocó porque no sé, pero no porque no hice». Un Bielsa que ante once cámaras de televisión y en medio de una expectación inusitada por parte de la prensa -compareció a las ocho de la tarde, tras anunciarse por sorpresa su presencia ni tres horas antes-, aclaró no solo el «engaño, robo y estafa» de la empresa constructora para con el Athletic, sino también su culpabilidad en el famoso incidente con el jefe de obra al que reconoció agarró por el cuello «y lo saqué» y las informaciones falsas publicadas este verano por alguna prensa -citó directamente a ``El Correo Español»- sobre petición expresa de fichajes, su exigencia de vivir en Lezama o la decisión de prescindir del jefe de los servicios médicos, Josean Lekue.
«Me estoy justificando porque me siento incómodo», acertó a explicar en una comparecencia que decidió llevar adelante después de «esperar cuatro días esperando a ver si alguien decía la verdad», y como no sucedió, ni por la prensa ni por el club, ha querido aclararlo, por el público, dijo, pero sobre todo por los jugadores.
De inicio, el técnico rosarino dejó sentado que nunca puso ninguna condición al club para su renovación, excepto la de que ningún miembro del personal que colabara con él, sea de su círculo cercano o no, sería despedido. «Antes me voy yo», atajó. El acuerdo económico «fue instántáneo»; a partir de ahí, Bielsa planteó -«nunca lo impuse»- un plan de trabajo para la nueva temporada, argumentado en el reconocimiento de que como técnico «he terminado intoxicando al equipo, soy muy invasivo», en el sentido de esa exigencia máxima que ha hecho a sus jugadores. «Quería desarrollar un programa que oxigenara esa relación con el grupo, después de un año tolerando mis exigencias». El argentino añadió que «lo que quise es acentuar la calidad del servicio a los jugadores durante la semana y para ello pensé en la remodelación de las instalaciones». Ahora, un mes después, se encuentra con un sentimiento de haber fallado a sus jugadores toda vez que la ejecución de las obras está siendo un desastre y lo que queda por ver.
La obra tenía unos plazos de entrega, Bielsa había supervisado personalmente el diseño del proyecto -contabilizó- con más de 30 horas de reuniones en la semana previa a viajar a Argentina, y una vez allí, durante tres semanas, hablando de media cuatro horas por teléfono con los responsables de los trabajos.
La fecha de entrega de parte de los planes era el 2 de julio, pero ya allí, en Argentina, supo que solo iba a estar la mitad de lo planificado. Su malestar se agravó cuando a su llegada a Bilbo el domingo, se pasó a visionar las obras y comprobó -trajo fotografías y detalles- que ni siquiera se había hecho un cuarto de esa mitad de lo acordado. «Eso me afectó mucho», dijo.
El malestar, el lunes se tradujo en «indignación», porque «estaba incompleto y mal, sabiéndolo». Según Bielsa, «consideré que el club estaba siendo engañado, eran los mismos efectos de una estafa o un robo». Él, en ausencia de nadie del club, se lo reclamó al jefe de obra, con quien relató que al final se expresó «de manera ofensiva, él me contestó con igual agresividad» y todo ello en el vestuario del técnico, acabó con este «tomándolo fuera del lugar». Pasión argentina pura.
A partir de ahí, Bielsa asumió que «perdió los papeles», que «nunca me lo voy a perdonar» y que «me comporté como un salvaje». Es más, en un gesto nada habitual en los tiempos que corren, el técnico mostró la autoinculpación que había cursado, ya que el agredido no ha querido presentar denuncia, dijo el rosarino, seguramente por presiones de la empresa o del Athletic. El documento lo ha hecho llegar a la citada persona para que le dé trámite si quiere.
«Yo lo que hago es lo que me pide el cuerpo», se confesó. «Esto era un atropello y no quería permitirlo», añadió. Bielsa insistió y repitió en que «se hicieron las cosas mal sabiendo que estaban mal», y lamentó que el club «no controlara que se hiciera bien y me dejara a mí asumiéndolo. Yo no me sometí a que las cosas se hicieran rápido, pero mal». Y si bien no quiso responder a si la entidad rojiblanca no le ha respaldado, repitió que «no puedo permitir que el club no haya hecho lo que estoy haciendo ahora» e , incluso, llegó a afirmar que «el Athletic quería evitar lo que yo estoy aquí desenmascarando».
«¿Respaldado? No importa si lo estoy o no, estoy haciendo esto que debería haber hecho el club. Esto no es ninguna batalla, ni me encuentro solo», reiteró un Bielsa que aceptó que «lo resolví muy mal», pero que ha querido explicar los porqués. Lo más preocupante es que los trabajos no estarán a punto para la pretemporada, que la misma empresa sigue con los trabajos y que Bielsa ha decidido ya no preguntar nada sobre ellas, aun cuando lo que más le preocupa es que «estas obras son ahora un agravio que les hago yo a los jugadores; soy el responsable».
El caso es que este desagradable suceso, que perjudicará la pretemporada y las relaciones técnico-club, ha dejado claro que ni Urrutia ni Amorrortu conocían tan bien a Marcelo Bielsa, una persona que se toma su trabajo y sus compromisos de tal manera que desde su `ignorancia' ha aleccionado a unos arquitectos que pensaron que remodelar Lezama era como reformar un piso y con los propietarios de vacaciones. Bielsa propuso al club «mejorar las condiciones de trabajo para parecernos a los grandes equipos», pero el club parece que prefiere seguir mirándose al ombligo de aquel «equipo único en el mundo» que decía L'Equipe. Eso sí, Bielsa seguirá, confirmó.
Hubo tiempo en la extensa rueda de prensa para hablar de fútbol, de llegadas y de salidas. El argentino dejó claro que él nunca solicitó nombres concretos de fichajes, sino que expuso los dos puestos que deberían ser reforzados de cara a la nueva campaña. El hecho es que, como también añadió, «ni Aduriz ni Ismael López juegan en esas demarcaciones» que él ve débiles en el equipo. «Yo nunca he puesto condiciones respecto a la llegada o salida de jugadores», quiso dejar claro. Sobre la plantilla que quiere, cifró en 22 los jugadores con los que se quedará, de los actuales 27 de que dispone. «Hay jugadores con los que no voy a contar, lo sabe el club y lo saben ellos», aunque no quiso revelar sus nombres y es que Bielsa comunicó al club que tenía idea de subir cuatro cachorros a la pretemporada, pero como los que se debían ir no han salido y siguen en Lezama, esos juveniles no han podido hacerlo. «Eso es malo para todos», advirtió el entrenador a modo de queja.
El rosarino también reconoció que sintió «profunda vergüenza» por perder las dos finales y que su conclusión fue que este equipo «todavía no está maduro». J.V.