Ainara Lertxundi Kazetaria
El migrante, como fuente de negocio
En una reciente entrevista, Felipe Calderón, que el próximo 1 de diciembre entregará la presidencia del país a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, afirmaba sentirse orgulloso de su legado y seguro de que no será enjuiciado en La Haya porque siempre «he actuado con respeto a la ley».
Peña Nieto heredará un país marcado por la lucha intestina entre los cárteles de la droga, por la corrupción endémica que afecta a las instituciones, a casi todos los sectores estratégicos y a los partidos políticos, incluido el suyo, por la muerte impune de miles de mujeres, por la pobreza y por la desaparición, rapto o trata de migrantes que sueñan con cruzar la frontera con Estados Unidos.
Trabajar en este escenario en defensa de los derechos humanos es una tarea arriesgada, en la que la vida se asemeja a «un juego de cartas», tal y como afirma el sacerdote Alejandro Solalinde, que acaba de regresar a México tras un breve exilio forzado por las amenazas de muerte.
Desde el alberge que regenta en Ciudad Ixtepec, en el estado de Oaxaca, ayuda a las personas que intentan traspasar la gruesa barrera, física y legal que los aleja de sus ilusiones.
Solalinde no es un religioso al uso, de esos que se limitan a oficiar misa y a mirar hacia otro lado cuando la situación se complica. Considera que «el pastor no corre cuando viene el lobo» y, por tanto, se quedará con las personas que lo necesitan «hasta el final». Lamenta la falta de colaboración de esa Iglesia «rica, poderosa, servida, que no es la que Cristo quiere. Cristo la quiere pobre, misionera, desprendida, cercana a los caminos». Sin embargo, asegura que no dejará los hábitos.
Si Calderón defendía su modelo de gestión, invitando a Peña Nieto a seguirlo, Solalinde recuerda que «el peor momento de la criminalidad contra los migrantes» tuvo lugar con Calderón, si bien, la mayor parte de secuestros se produjeron en estados gobernados por el PRI, del que dice esperar «poco porque no está diseñado para ser democrático, sino para el poder». Entretanto, solo la denuncia e implicación podrán evitar que los migrantes sigan siendo un preciado botín.